Parece que es difícil de conciliar los sentimientos de los cofrades, devotos, saeteros y cuantos contemplaron el desfile procesional de La Soledad en la Noche del Viernes Santo, porque hubo varios problemas.
El misticismo de la hermandad, que fue respetado por la mayor parte de cuantas personas les siguieron en la calle, debe de ser compatible con las formas de sus cofrades, que dejó algo de desear a lo largo de la noche.
Todo ello no desmerece para nada la gran estación de penitencia que llevaron a cabo, con mucho recogimiento, muy compacto durante todo el recorrido, sin cortes, y transmitiendo el dolor de una Madre de La Soledad, cuando regresaba del Calvario, acompañada de San Juan Evangelista, después de haber visto a su hijo muerto.
El interior del templo, antes de la salida, se encontraba totalmente a oscuras, entre tinieblas, con el humo de los incensarios y la luz de los cirios de los pasos, en profundo silencio. El cortejo estaba preparado para irrumpir en la calle, la cruz guía iniciaba la salida de la hermandad, mientras se hacía el silencio en la calle solicitado por las propias personas que se encontraban en las aceras.
Minutos después se dejaba ver el paso de Misterio, mandado por Francisco Javier Jiménez, que se ha convertido en el capataz del año. Desde el sábado de Pasión ha dirigido pasos todas las noches, a excepción del Miércoles Santo, siempre acompañado por José Antonio Sánchez. Salida rápida y muy limpia a la calle, al igual que lo hacía la Virgen de La Soledad poco después, también con un buen trabajo de la cuadrilla, irrumpiendo en la calle en total silencio, ante las miradas atentas y fijas en el rostro de esta imagen pequeña, pero muy querida en nuestra ciudad, que levanta pasiones en la noche del Viernes Santo, como se demostró a lo largo de todo el recorrido.
La Soledad hizo una salida muy rápida, en tan solo veinte minutos estaba todo el cortejo en la calle, por calle de las Tiendas, Virgen de La Soledad, Plaza Flores, Torres, Plaza de San Pedro, Floridablanca, Real y Jovellanos, antes de entrar en Mariana. En esta ocasión, los cofrades han cambiando su itinerario habitual por Hernán Cortés, plaza Marín y Jovellanos, por las obras en la zona.
Al paso por el convento de Las Claras, las religiosas se encontraban discretamente tras las rejas de las ventanas, presenciando la estación de penitencia. Los capataces de ambos pasos, el de Misterio y el de la Virgen, los pararon justo ante el lugar donde se encontraban las religiosas para que pudieran contemplarlos y rezar a sus titulares.
Tras el recorrido por Juez, Arráez y José Ángel Valente, ante la atenta mirada del Sagrado Corazón de Jesús desde el cerro de San Cristóbal, y la belleza de la Alcazaba de fondo, el cortejo llegaba al convento de las Puras, que se encontraba cerrado. Años atrás las religiosas abrían las puertas de su capilla y salían a comtemplar a la Virgen, en esta ocasión lo hicieron también tras las rejas. Al paso por la Catedral, la puerta del templo estaba cerrada, al coincidir con el Entierro.
Tras un brillante desfile, todo se nubló en el encierro de la Virgen, cuando los saeteros se quedaron con la miel en los labios y no pudieron seguir cantando, ante su indignación y las protestas de cuantas personas se encontraban en las aceras.
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