Tal vez nadie se ha preguntado -quizá por miedo a la respuesta- cómo mueren los enfermos almerienses. Es cierto que ha habido importantes avances en medicina paliativa, pero los servicios sanitarios están lejos de garantizar una muerte sin dolor y quedan muchos médicos que no saben cómo atender a un enfermo terminal.
Mientras usted está leyendo esta información, se estima que en España están encarando la muerte en alguno de los hospitales más de 100.000 personas, enfermos terminales para los que ya no existe posibilidad de curación y que tienen que pasar por el momento más difícil, el del tránsito a la muerte.
Nicasio Marín
El presidente del Sindicato Médico en Almería, Nicasio Marín, ha sido de esos pioneros que en los 28 años que lleva trabajando como médico internista, a pie de cama, ha certificado más de 300 fallecimientos. “Certificar no es un papel, es tocar, estar ahí, lo duro. Mirar a esa persona que se está muriendo de un modo empático, mantener la mirada, transmitir serenidad y quitar sufrimiento, porque es baldío, no hay ninguna virtud en sufrir dolor, en sufrir gratis”, explica.
Para él enfrentarse a la muerte del enfermo consiste en eso: en estar ahí, “en sintonizar con quien se muere, que no es nada cómodo; es una labor difícil y no se aprende de un día para otro. Exige estar ahí y haberlo hecho muchas veces y haberse equivocado. Hay que tocar a la persona que está sudorosa”. “Antes de morirnos, las personas sudamos. Entramos en esa fase, antes de enfriarnos. La frialdad aparece pronto, la rigidez es más tardía”.
De los 300 y algo certificados que lleva computados, con sus correspondientes expedientes, con algunos de ellos publicó un artículo que se llamó 56 muertes, en el año 2003. Un artículo que el mismo describe como “duro y desnudo”.
La muerte en 2000
“Es la primera descripción que se hace en España de cómo se moría en esos años, en 2002. Son casos reales y tomados a pie de cama. Las personas se morían llenas de instrumentación, a menudo prescindibles, llenos de sondas, de cables,... mucha invasividad, muy poco esfuerzo de sedación...”, cuenta de un modo en el que es difícil no visualizar lo que relata.
El artículo sirvió para denunciar cómo se muere y para dar la alternativa de cómo se podía morir. Al año siguiente él y otro compañero publicaron otro artículo llamado Sedación Terminal, en el que exponían cómo “aplicando técnicas sistemáticas de sedación y que estaban siempre bajo el prisma de la sospecha, pero que tienen perfecto tratamiento legal aceptable y que aceptaba incluso el Vaticano” los enfermos terminales podían fallecer dignamente. A raíz de esas publicaciones y algunas otras, los protocolos, dosis medias necesarias y el techo de síntomas comenzaron a cambiar. “Los mórficos y otros medicamentos permitían la muerte en paz de los enfermos”, añade.
¿Tanatista?
Y es que antes de morirse, “la agonía, son dos días y medio, de media”. “La lucha de antes de fallecer dura eso y hay muchos elementos de disconfor evitables”, dice Marín.
Cuenta también que él está “en una lista de médicos eutanatistas, estoy el segundo en ella, con Humberto Quéser, que fue con el que escribí el segundo artículo. Sólo por haber escrito esos libros. También escribimos otro que se llamaba La muerte española, sigue contando el internista del hospital Torrecárdenas, quien está profundamente convencido de que “no hay por qué morir tan mal y no pasa nada”.
“Estoy orgulloso de esos trabajos, aunque me supusieron molestias y una denuncia de un colega -el expediente quedó depurado-, porque permitió cambiar la tendencia y generar un protocolo de sedación que hoy en día se sigue aplicando, dándole el poder al enfermo para que él mismo se aplique los rescates que precise para evitar el dolor, que sea su propio árbitro en los momentos duros”.
Ley del Mayor
También se siente orgulloso y protagonista de haber inducido la Ley del Mayor. “El maltrato a los mayores estaba muy asumido en las familias y las residencias. Definimos los tipos de maltrato, escoriaciones, úlceras... Las familias se cansan y las cuidadoras se cansan y enferman, por eso desesperan y acaban en el maltrato físico”, refiere el médico.
Por ello definió, junto a otros, los expolios a los mayores, los abusos, “que ahora ya son incluso de poder público, institucional; las exclusiones, tratamientos a la baja, infantilización de los viejos... Todo eso dio lugar a la Ley de Protección del Mayor”. Explica que “estaban ocurriendo situaciones de maltrato y poner el foco en ello no fue cómodo. La primera vez que se habló de Ley de Dependencia fue aquí, en Almería, en un foro en el que 18 personas empezamos a trabajar en eso.
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