Minutos antes de las 10.00 horas, las puertas del CEIP La Chanca se abarrotan de padres que llegan a dejar a sus niños. A pesar de que estamos en agosto y que la mayoría de los almerienses están de vacaciones, el colegio del barrio no ha cerrado ni un solo día. Un total de 196 niños y niñas de la zona asisten de lunes a viernes a la escuela a estudiar, a jugar, pero sobre todo a comer.
Los comedores escolares de las escuelas de verano socorren a cientos de familias que sufren la desgracia del desempleo y que, muy a su pesar, no pueden alimentar a sus hijos tan bien como les gustaría a causa de los pocos recursos económicos de los que disponen.
Hoy son 196 los niños y niñas que tienen el ‘privilegio’ de poder asistir a la escuela de verano de La Chanca, puesto que han sido cientos los que se han quedado en lista de espera, a pesar de que sus padres también necesitaban esta ayuda.
“Proyectos así son muy necesarios en barrios como este en los que en muchas casas no entra ningún sueldo desde hace meses, e incluso años”, describe la coordinadora de esta escuela, Antonia Jorge. Además, asegura que se trata de una iniciativa social que no solo beneficia a unas pocas familias sin recursos económicos, también a los negocios de la zona que sufren la crisis, así como ayuda a generar empleo, ya que tan solo en este centro trabajan más de una veintena de personas, entre cocineras, monitores, profesoras y personal de mantenimiento.
El día en la escuela de verano empieza temprano, a las 9.30, momento en el que llegan los trabajadores para que esté todo listo a las 10.00 cuando entran todos los niños. Una hora de refuerzo en las materias del curso, otra de deporte y 30 minutos para el desayuno -toca galletas y zumo o batido-, dos horas para jugar en los ordenadores, disfrutar de una película o hacer manualidades, así hasta que llega la hora del almuerzo.
A las 13.15 horas comen los más pequeños, luego los medianos y después los más mayores. Las coordinadoras tienen que hacer tres turnos diarios de comidas, pues el comedor se les queda pequeño para tantos niños. Eso sí, nunca falta un plato de comida sobre la mesa.
El menú siempre es equilibrado y varía todos los días. El jueves tocaba de primero, sopa de cocido; de segundo, lomo empanado con ensalada; y de postre, melón. Además, los chicos no abandonan el centro sin su merienda: una bolsa con un zumo y algo de fruta.
Mari Luz Fernández espera a sus tres hijas mayores a las puertas del colegio junto a su niña menor en el carrito. Tanto ella como su marido están en paro, por lo que agradece que sus pequeñas puedan comer aquí a diario.
Una situación parecida tiene Dolores. Su marido es fontanero, pero está en paro. “Tengo dos niñas en la escuela de verano de La Chanca. No comen mucho, pero tampoco tengo para darles”, reconoce con tristeza, aunque aliviada. “Ellas quieren estar aquí y yo estoy tranquila porque sé que las maestras y monitores son muy cariñosos con ellas”, afirma con una sonrisa.
“Hay niños que solo comen lo que les damos aquí. Una pena”, explica Agustín Sánchez, un chico joven que trabaja en la escuela y que hace de portero, supervisor y de cocinero si hace falta. Durante el curso escolar, Sánchez es responsable del departamento de absentismo escolar del CEIP La Chanca y asegura que al colegio vienen los niños con más frecuencia ahora,pues “hay mucha necesidad”.
La crisis afecta a muchas familias almerienses. Tan solo en nuestra provincia, más de 900 niños y niñas asisten a diario este verano a las siete colegios con comedor escolar que la Junta de Andalucía ha abierto como medida extraordinaria.
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