En Almería, en los fondos marinos de la capital, hay gran diversidad de colores y no hace falta irse muy lejos para poder encontrarse magníficos bancos de peces. No hay que irse a 30 metros para verlos. “Sin menospreciar el Cabo de Gata, en el litoral de la capital hay cosas maravillosas, desde anclas de almirantazgos, gorgonias, caballitos de mar, te los encuentras a tres metros”, dice el submarinista y fotógrafo submarino Javier Labrat.
Explica que, para sorpresa, unos pocos afortunados han podido ver el potencial de Almería a nivel subacuático. “He tenido la suerte de descubrir un par de cañones en las inmediaciones de Cabo de Gata, lo puse en conocimiento de la Consejería de Cultura, y no aparecen dentro de la Carta Arqueológica Subacuática Provincial. Hay varias hipótesis.
Ahí no había una fortaleza, como en otros sitios. La opción más viable es que se tratase de un barco que, como estaba en la ensenada, quedase ahí encallado entre las piedras y la arena”, cuenta, antes de añadir que están petrificados.
Refiere que, como eso, los restos de un pecio se han hecho visibles ahora porque el viento de poniente acumula tierra en la zona del Cable Francés de la capital y este verano hemos tenido sobre todo levante, que quita arena. “El resto del pecio podría estar también ahí”, dice.
Al lado del Cable francés lo que hay es un pecio contemporáneo. “Está ahí desde hace años y el tiempo lo ha conservado y nos encontramos restos de dos anclas que tienen una posición que apunta a la hipótesis de que chocó contra las rocas. De hecho, el depósito de combustible está ahí. Tiene 10 o 12 metros de eslora”, cuenta Labrat.
Dice que unos chavales del barrio encontraron restos cerámicos, un asa con la boca de un ánfora, muy cerca del Club de Mar; pero que no se sabe mucho más. “Eso ha sido embarcadero y cuando vayan a ampliar el Club de Mar tendrán que ver qué hacen con esos restos. Ese pecio está ahí y se puede ver sin problemas”, añade el fotógrafo.
En sus paseos bajo el mar asegura que ha encontrado “casi de todo”, hasta “billetes de 2o euros”. Cuenta que hay un ancla de almirantazgo, que debió ser de un barco de gran tonelaje, en paralelo a las rocas de la playa de San Miguel. Las praderas de posidonia también están ahí.
Un técnico en Turismo Rural ligado al mar Javier se crió en la playa de San Miguel y siente adoración por esta zona de Almería. “Yo me crié en San Miguel, en la calle Joaquín Vázquez, y cuando salíamos del colegio nos íbamos a la playa a jugar antes de ir a nuestras casas.
Esos días de viento de poniente sin paseo marítimo, volvíamos empapados a casa”, relata a la par que rememora esos maravillosos tiempos de su infancia y adolescencia.
Entre sus recuerdos está cuando jugaba con todos sus amigos en el balneario de San Miguel. “Aprendíamos a nadar sí o sí. De eso hace tiempo”, dice.
Su afición por el buceo le vino sin esperársela. Se lo debe a un tío suyo que vivía en Barcelona y que le regaló las primeras gafas nemrod, de pantalla amplia, con las que podías respirar por la nariz en la misma máscara y que llevaban incorporadas el tubo. “Aquí no había de eso entonces”, añade.
Lo de la fotografía le vino después, de su estancia con sus padres en Melilla. Allí se compraron una La afición a la fotografía le viene de su estancia en Melilla y de cuando sus padres compraron una cámara yashica, que aún conserva y usa para hacer fotografía en blanco y negro. Por su trabajo, hacía constantes salidas a la montaña y siempre que iba a algún sitio la llevaba. “Me gustaban mucho las diapositivas y acumulo cientos y cientos”, relata.
Javier es técnico en Turismo Rural y desarrolló en su momento una empresa de turismo activo, para alojamientos rurales, sendas, veredas... y para hacer todo eso se llevaba la cámara. “Si compaginas el buceo y la fotografía, algo a lo que me incitaron mis compañeros de Crised, y además lo haces y vas y te quedas segundo en un certamen andaluz y se te da bien pues lo sumas a tus aficiones”, afirma.
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