Fue en el Parador de Turismo de Mojácar, hace ahora veinte años, como el tango. Después de 133 años de desencuentros, Vera, Mojácar y Garrucha se ponían de acuerdo para asignar un término municipal de 767 hectáreas a este último pueblo, antigua aldea de pescadores, del que carecía desde 1.861 en que se segregó mediante Real Orden de Isabel II.
Salieron los alcaldes Adolfo Pérez (Garrucha), César Martín (Vera) y Alonso Ridao (Mojácar) y se dieron un apretón de manos en el centro de la plaza ante el asombro de los pocos curiosos que por allí merodeaban. Se desanudaba así, de forma inesperada, ese nublado 24 de enero de 1994, un nudo gordiano de los tiempos en que se usaba paletó.
Garrucha no tuvo hasta entonces nunca jurisdicción ni término municipal asignado, al margen del casco urbano, aún siendo municipio independiente. Vera, sobre todo, y Mojácar se opusieron siempre y revocaron los deslindes de 1861 y 1934.
Adolfo Pérez llevó el caso a los tribunales y anunció manifestaciones para que la Junta diese cumplimiento a una demanda histórica. El conflicto jurisdiccional parecía encaminado a acabar en el Supremo, ante las alejadas posturas de los ediles.
Apareció en escena Pedro Aparicio, a la sazón alcalde de Málaga y presidente de la Federación de Municipios, y se selló el pacto de caballeros: nunca se supo que tipo de untura aplicó el malagueño para amansar los ánimos.
El acuerdo se ratificó en un acto emotivo, lleno de vecinos, en el ayuntamiento de Garrucha, el 9 de febrero de 1994, coincidiendo con una manifestación vecinal de protesta contra el agua de Galasa.
El acto estuvo presidido por el presidente de la Junta, Manuel Chaves, la delegada del Gobierno, Amparo Rubiales, y el director general de Administración Local, el garruchero José Antonio Sáiz-Pardo.
El punto secular de la discordia fue la zona costera de Las Marinas, una de las millas de oro de la comarca, donde Garrucha ganó 100 metros de franja costera, aunque perdió con respecto a lo propuesto por el Instituto Geográfico Nacional (1.256 hectáreas9.
El acuerdo incluyó compensaciones para los pueblos cedentes: Mojácar pidió un paseo marítimo y la refinanciación de su deuda; Vera consiguió un centro de salud y la Plaza de Toros. El 18 de mayo Frasquito el Morillo peritaba el terreno y el León clavaba por fin los mojones históricos en forma de estacas de madera.
La Garrucha y la renta del tigüal
El litigio por la administración del lugar de La Garrucha hundía sus raíces en la Reconquista, cuando Vera y Mojácar, pleiteaban por este emporio pesquero y por la renta del tigüal. Garrucha se independizó y siempre aspiró a un deslinde “de río a río”. Como anécdota tuvo que convivir con el hecho de que el cementerio o el campo de fútbol estaban en Mojácar y el cine de verano en Vera.
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