Desde ayer y un año más las playas ubicadas a poniente de San José tienen el acceso de vehículos regulado y en algunos casos restringido. Este es el cuarto año en el que la Consejería de Medio Ambiente de la Junta aplica esta regulación, que consiste en fijar un aforo y prohibir que los vehículos puedan aparcar libremente en el largo camino de acceso a las playas, algunas de las joyas de la corona del litoral almeriense, Genoveses, Mónsul, Barronal y Cala del Plomo. Antiguamente, este camino de tierra estaba flanqueado a un margen y otro por una hilera interminable de coches que causaba problemas de acceso. Esa imagen ya no se ve porque los vehículos deben ser estacionados en tres aparcamientos delimitados y vigilados. El conductor que no lo hace así recibe una sanción de cien euros por Medio Ambiente y si estorba al autobús que de continuo traslada a visitantes sin vehículo propio corre el riesgo de ser llevado por la grúa. El autobús recorre de forma circular el itinerario que va desde el casco urbano de San José hasta una parada habilitada en la playa de Mónsul. El billete cuesta un euro.
Más de 400 plazas Son más de 400 las plazas de aparcamiento con las que cuenta la zona y ayer no hubo problemas de acceso. Sólo dos coches se pasaron del límite perdido y se adentraron en el camino hacia Cala del Plomo, aparcando en su camino. Angel Navarro, coordinador del dispositivo de la empresa Torres y González Díaz del Grupo Playas y Cortijos, declara a LA VOZ que solo hubo un pequeño tapón de entrada entre las diez y media y once de la mañana. A la hora de comer, muchos visitantes salen del entorno regulado y si quieren volver tienen que pagar de nuevo por el aparcamiento. Muchos optan por comer en el llamado “chiringuito”, frente al camino de Genoveses, en realidad una antigua fábrica restaurada con un idílico entorno y un fresco interior muy agradecido.
Pagar por aparcar Aparcar cuesta cinco euros , ir a la playa nada. Lo aclara bien el coordinador del dispositivo de control de entrada y salida de vehículos en la vía de acceso a dichas playas.
Los visitantes se dividen sobre esta medida de racionalización del medio ambiente. Por ejemplo, Natalia, de Albacete recuerda cuando podía acercase más a la playa junto a Pedro. Los niños suelen ser un pequeño engorro añadido ya que hay una pequeña caminata desde los aparcamientos. Es el caso de Carlos y Celia, que junto a sus dos hijas pequeñas vienen de Madrid. Su amigo cree que es mucho mejor ahora, sin tener la imagen de los coches en el camino. Solo en el tramo cercano al Barronal se ven los vehículos en batería y luego en hilera. En todos los casos, hay plazas reservadas para discapacitados. También hay contenedores de basura a falta de que el Ayuntamiento de Níjar coloque unos más grandes cerca de las playas.
Futura enfermera El dispositivo de control de la entrada y salida y de aparcamiento tiene cerca de una veintena de trabajadores eventuales, la mayoría jóvenes que en dos turnos, divididos a las 13,3o horas, se colocan en las entradas de los aparcamientos.
Alicia es una de ellos. Estudia Enfermería pero apenas tiene tiempo para repasar ante los últimos exámenes. Bajo una sombrilla, cobra los cinco euros que cuesta la plaza y hace de guía turística. Le suelen preguntar por la mejor playa y algunos le regatean, principalmente los almerienses. Todos están coordinados por walkie-talkie con el chico de la barrera de acceso. Si todos los aparcamientos se llenan es entonces cuando no se puede acceder a ninguna de estas playas. Se aplica la filosof&iacut
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