Steve Brockett podría pasar por otro británico más llegado al Valle del Almanzora en busca de sol y tranquilidad. Lo cierto es que comparte con sus compatriotas el amor por esta comarca almeriense que conoce de cabo a rabo. Y es que pocos son los metros cuadrados de tierra que Steve no ha explorado.
No es una exageración. Conoce como nadie esta tierra que, si bien no le ha visto crecer, se encontró con ella por primera vez “a los nueve años” cuando visitó España y quedó grabada “en su retina”. Steve ha estado durante años sobrevolando con su parapente esta tierra en la que posteriormente compró un cortijo cercano al Santuario del Saliente. Acompañado por su cámara fotográfica ha inmortalizado cientos de paisajes que parecen de sacados de un cuento de fantasía. Vino porque el Almanzora le ofrecía “un aspecto árido y seco” que le transmitió “valores muy profundos”. En otras palabras: “su sutil belleza me cautivó”, resume. Uno de los elementos que más le atraen del paisaje de la comarca visto desde el aire son “las marcas que los agricultores habían hecho con sus arrastre”, explica, aunque no es lo que más le llama la atención.
“Observé numerosos cambios que habían tenido lugar muy recientemente. Desde edificios indefinidos abandonados, que habían quedado como proyectos inacabados, así como los cursos de las ramblas, el aumento de la sequedad en los paisajes, las urbanizaciones de ensueño formadas por casitas con su piscina, no siempre usada, y conexiones inacabadas de la autovía”, señala. La crisis, por desgracia, también se aprecia desde el aire. Durante sus estancias en el Valle del Almanzora, elige el Santuario como punto de partida para sus vuelos. Desde allí ve “las zonas divisorias y un cambio radical en los contrastes del paisaje y entre los llanos que circundan Chirivel y la Sierra de María. El paisaje ondulado extendiéndose hacia la costa, visto desde la Sierra de las Estancias, me transmitió una increíble sensación de este entrañable valle”, describe.
Aunque si hay un momento en el que es incapaz de pestañear ante lo que ven sus ojos es cuando llega el crepúsculo. “Con la luz del ocaso el paisaje toma en su totalidad formas que te dejan sin palabra, como huésped de otras condiciones meteorológicas, que se revela como un espacio adusto y cambiante. Y esto es lo que intento hacer y transmitir en mis fotografías aéreas
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