Nacimiento

Recorrido por una forma de vida en Río Nacimiento

Desde la Vega de Gérgal hasta Fiñana la naturaleza almeriense presenta una amplia biodiversidad

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22:32 • 23 may. 2015

Iniciamos el recorrido en la Vega de Gérgal donde existen olivos del  tiempo de los árabes, con troncos crecidos a golpe de viento, sol, frío y poca lluvia. Le acompañan dos pinos piñoneros de porte hermoso y dos cipreses  gemelos que han dado pie a prosas y versos. Más arriba, en la Venta del Pino, el viejo tabernero me guardó  una muestra de centeno  que estaba cultivado a casi dos mil metros de altitud, entre La Pingarra y Los Llanos del General Rada.





Su caña le llegaba hasta su pecho, era un hombre de la tierra, menudo pero recio, curtido a cincel por la tierra que lo vio nacer. Allí mismo, recogí semillas de una calabaza “marranera” criada en los ribazos de secano. Era el sustento ideal para algunos animales domésticos, como los cerdos en sus últimos días de crianza, antes de la matanza. Las que yo vi, pasaban de las tres arrobas y eso que se habían criado en un mal año de pocas lluvias.

Parras  y manzanos  Ya llegando a la Vega de Nacimiento, aparecen cultivos relictos de parras Molinera y de Ohanes. También, grandes higueras breveras, algunos cítricos dispersos y frutales de todo tipo. Mi Amigo Andrés  tenía en Doña María Ocaña,  manzanos “nanos”, membrilleros que olían a membrillo aún estando verdes...  Allí conocí uno de los olivares más antiguos de la provincia, hoy un poco deteriorado, un par de castaños a la orilla del río de bella estampa,  algunos perales San Juaneros  aquí y allá y más  perales de invierno con frutos que duraban hasta la primavera siguiente. Ambas variedades daban a cambio de nada o de casi nada, cosechas generosas.

De Ocaña a Abla En este mismo lugar, el Presidente de la Cámara Local Agraria me enseñó, con paciencia, a conocer los frutos picados por la mosca del olivo y el piojo blanco. También me dio a conocer un pequeño “tesoro” a las espaldas del pueblo: un olivo extraordinario con buenas cosechas de una aceituna de color rojizo y muy larga, parecida a los granos de uva del cuerno. Es  el único ejemplar de  esta variedad en toda la comarca y tiene  un porte extraordinario. Todavía se mantiene, deteriorado pero vivo, aún sin recibir la humedad de su acequia de siempre, antes de que la cementaran para “no perder agua”.





En Ocaña,  el Tío Manolo me llevó a un ribazo  donde  existían unas viñas “de toda la vida”, de uva muy menuda, de color sangre de toro. “Estas son las que dan color al  chimichurri que sacamos de la variedad  Ohanes y que no vendemos”.
Ya en Abla, mi amigo Simón conserva la variedad de uva de Márquez que se daba por desaparecida. Es él el que aporta los racimos para la exposición de variedades históricas que se celebra en Septiembre y que ya va por su décima edición. En la parte alta del pueblo, José Luis Carmona, un compañero de profesión, me enseñó una de las parras molineras de mayores dimensiones de las que se conocían en la provincia, hoy solo existe en las fotos.





En su Vega existe, aún, un manzano único en toda la provincia, es antiquísimo y exquisito,  da frutos rojos a principios de Agosto y el laurel más grande de cuantos hay en la provincia, que sigue creciendo, con un amplio y denso follaje verde de impresión. No muy lejos de allí,  viven los Hermanos Lao,  cirujanos arbóreos de habilidades excepcionales,  sus  injertos en todo tipo de frutales y la multiplicación en vivero,  han  hecho que  sean muy reputados no solo en la comarca del río si no también en la vecina de Guadix.  En  la Vega de Abla abundan los cerezos, algunos frutales muy antiguos y pies de parras sueltas. La hacen visible en primavera y nos indican su importancia como albergue de   biodiversidad domesticada, pese a su abandono sobre todo por el envejecimiento de la población residente.

Encinas y maíz Abrucena conserva de forma tradicional  su  principal legado agrícola: el cultivo del  olivar. De igual  forma es digno de mencionar la conservación de pequeños grupos de vides de la variedad única y exclusiva de este territorio, la desconocida variedad Ranzúl. Hoy es cultivada y  conservada por varios agricultores, artífices de una recuperación necesaria pero no suficiente para mantener su presencia como variedad adaptada al frío.  Su encinar, con la Encina del Escándalo, y un castañar aclarado con ejemplares magníficos, recuerdan que es la vocación del territorio, entendida como la elección de un modelo de desarrollo acorde con la sabiduría de sus gentes, con su  conocimiento del uso de los recursos naturales y su  preservación de especies agrícolas o forestales, la que debe respetarse más allá de grandes planes de desarrollo ajenos a las características medioambientales de la zona.





Fiñana representa otra zona agrícola de importancia para la conservación de la biodiversidad. Su cultivo principal, el  olivar tradicional, se deja acompañar por frutales de vega,  un tilo de dimensiones descomunales muy bien conservado y un pino piñonero cuyo fuste ostenta una  longitud inimaginable.





En la zona alta de la Vega se conservan variedades de maíz, únicas en toda la provincia, tales como la antiquísima  panocha “lengua de vaca” y el maíz rosetero de color rojo y negro. Únicas tanbien son las variedades de uvas denominadas “ojo de Liebre” o la exclusiva Gitana negra, sin olvidar la noble Albilla,   repartidas de forma dispersa en pequeñas plantaciones para producción de vino local. También quedan pies dispersos de la variedad Ohanes. Es un museo al aire libre de variedades locales, patrimonio genético de incalculable  valor, cuidado por este grupo de conservadores “entraditos en años”  que solicitan ya el relevo generacional y que saben que no venden melancolía ni filosofía barata sino una forma de vivir, digna, rentable, coherente con los principios de respeto y adaptación al medio, rica en racionalidad y conocimiento.






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