Con grietas de 30 centímetros de ancho y grandes rocas que pueden desprenderse solo con los trabajos de estabilización, el talud de El Cañarete presenta una inestabilidad mucho mayor de la que el jueves se pensaba y por eso, desde la Subdelegación del Gobierno han decidido dar marcha atrás en su decisión de abrir la carretera y van a mantenerla cerrada al tráfico.
Así, en la mañana de ayer, mediante una convocatoria por sorpresa, el subdelegado del Gobierno, Andrés García Lorca, anunciaba que la posibilidad de abrir la próxima semana la N-340a, la conocida como El Cañarete, y construir un carril provisional que permitiera continuar con los trabajos de consolidación de la ladera al mismo tiempo que se permitía el paso de vehículos, había quedado totalmente descartada.
Maquinaria “Se han detectado grietas de hasta 30 centímetros de anchura y eso puede suponer nuevos desprendimientos en cualquier momento”, ha explicado el subdelegado, quien ha añadido que, incluso, “esta mañana (por ayer), los técnicos han aconsejado retirar la maquinaria pesada que había en la zona para evitar las vibraciones que producen y que podrían dañar la estructura”.
El subdelegado se ha referido a la ladera como “un sistema calizo muy estresado”, ya que “todo el acantilado ha estado sometido durante mucho tiempo a grandes tensiones, lo que le ha llevado a la situación actual de gran inestabilidad”.
García Lorca, que ha reconocido que quizás el jueves, al anunciar la reapertura de la carretera “nos precipitamos un poco por querer dar un servicio a los ciudadanos”, ha sido muy claro al insistir en que en materia de seguridad “no hay atajos” y ha declarado que “sería una imprudencia temeraria abrirla en estas condiciones”.
De la cumbre a la base A partir de este momento, los técnicos están buscando una solución acorde con las nuevas circunstancias. Según García Lorca, en primer lugar, se tiene que trabajar desde la cumbre hacia abajo e ir limpiando todo lo que hay desprendido, bien a través de micro explosiones o con otro método, pero siempre con máximo cuidado ya que “no podemos poner en peligro a los propios trabajadores”.
De hecho, es posible que los sistemas que en un principio se habían barajado para reforzar la ladera, como el la introducción de bulones o piezas metálicas de gran tamaño para sujetar rocas, no sea posible poder ponerlos en práctica porque podrían suponer un riesgo para el resto de las rocas.
Microseísmos Estas pequeñas actuaciones de demolición están encaminadas a devolver la estabilidad a los taludes, que actualmente presentan grietas de tracción de unos 30 centímetros, lo que hace que cualquier microseísmo, de los muchos que se producen en la provincia o las propias condiciones meteorológicas, que con la lluvia puede arrastrar el material más fino y descalzar las rocas y hacer que caigan sobre la calzada. En esta línea, ha asegurado que se adoptarán las medidas necesarias para garantizar la seguridad de los trabajadores.
Uno de los principales problemas de este acantilado es que tiene un ángulo que supera la gravedad, mientras que lo ideal es que el ángulo del talud sea suave, “pero eso cuesta mucho dinero”, ha reconocido García Lorca.
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