Una larga caminata por el cauce del río Antas, pasadas las barriadas de Aljáriz y La Huerta en dirección a Jauro, puede trasladarnos hasta hace cuatro millones de años. Las grandes conchas incrustadas en el margen izquierdo del río nos devuelven a una época en la que el sur penínsular era bien distinto a como lo conocemos. Así ocurre también en espacios sedimentarios en ramblas y ríos de toda la provincia.
Principalmente en los años 90 se realizaron los grandes trabajos de investigación en la zona. Los estudios tienen la intención de delimitar los periodos en que se produjo la sedimentación, terremotos y volcanes que entre el Plioceno y Pleistoceno dieron lugar a la Península Ibérica como la conocemos hoy día. Así, se recogen los análisis paleomagnético en zonas muy cercanas al actual cauce en Antas, como es la denominada como Cuesta Colorá, el nombre por el que se conoce la subida de acceso a la barriada antense de Jauro. Los estudios certifican, sobre todo en el ámbito de la fauna que se sitúan en el Plioceno, hace entre dos y cuatro millones de años aproximadamente, momento en el que también se produjeron las erupciones volcánicas que dieron origen al Cabezo María o Pilarico.
Fosilización
Fue por entonces cuando los animales despositados en los fondos marinos eran cubiertos de barro rápidamente por cualquiera de dichos procedimientos y, sin erosión y sin oxígeno que pudiera corromper las partes duras, se fosilizaban y perpetuaban durante milenios.
Así se guardaba el secreto de las especies que poblaban las cuencas del Levante, mientras las sedimentaciones propiciaron un fértil valle que todavía hace unos dos mil años era una línea de costa que había respaldado la llegada de la cultura argárica.
Una suerte para los pocos privilegiados que en Antas conocen las ubicaciones exactas, en ramblas, cabezos, cuestas o el cauce del río; puesto que desde el punto de vista científico se cree que sólo el quince por ciento de las rocas cumplen con las condiciones idóneas para contener fósiles y que sólo un hueso de cada mil millones llega a fosilizar como se puede observar en las laderas del río.
Los grandes fósiles encontrados, pecten burdigalensis o como se la denomina popularmente concha del peregrino, son piezas de grandes dimensiones similares a las que se encuentran en espacios sedimentarios al otro lado del Mediterráneo. Por el momento, aunque son lugar de visita obligada para quienes de forma ocasional pasan, las grandes rocas las protegen y mantienen en el mismo lugar en las que el destino las depositó hace millones de años.
Las últimas décadas
Un paseo entre un pedregal no puede hacer más que recordar las pequeñas cortijadas que se dejan atrás y que mientras estaban habitadas quedaban incomunicadas cada vez que salía el río. De hecho, hasta la construcción de los últimos puentes, la posibilidad de que saliera hacía partir buena parte de los autobuses escolares con celeridad para devolvera a los alumnos a sus casas.
Algunos de los vecinos de Aljáriz también recuerdan cómo hace unos cuarenta años fue la primera vez que tuvieron que abandonar su casa por si “llegaba el río”; así, insisten en su caminata que no es la primera vez que se ha sufrido una inundación de tierra, cochera o vivienda.
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