Alguna vez te lo habrás encontrado. Si lo ves desde lejos, parece un ejecutivo que llega tarde a una reunión. Tanta prisa lleva que el maletín se le ha abierto y la corbata desafía las leyes de la gravedad. Pero al acercarte compruebas que está inmóvil. Si le das unas monedas, te lo agradecerá. Así se gana la vida el actor David Dadis.
¿Qué vinculación tienes con El Ejido?
He pasado toda mi infancia en Santo Domingo. Allí he ido al colegio y también al instituto.
¿Recuerdas la primera canción que cantaste en público?
Empecé a trabajar en el invernadero y también montando atracciones de feria, hasta que un día me cansé. Como me llamaba la atención el teatro urbano, en 2012 me fui a Málaga para empezar allí. Concretamente me vestía de torero y ponía un torito pequeño a mi lado, y cuando los turistas me echaban un euro o veinte céntimos, daba un pase.
Pero tu personaje estrella es el ejecutivo.
Sí, además he recibido varios premios, como el el “Almería Joven” de la Junta de Andalucía. Es el personaje que más le gusta a la gente. En todos los sitios funciona, algo que por ejemplo con el torero no me ocurría.
¿Es que has tenido algún problema mientras caracterizabas al torero?
Sí. En algunos sitios me han gritado ‘¡Asesino!’, e incluso en Bilbao unos cuantos me obligaron a quitar la bandera española que tenía en la maleta.
¿Cómo es tu jornada laboral?
En días normales son un par de horas por la mañana y otras dos por la tarde. Esto es diferente cuando vas a una fiesta como por ejemplo las Fallas de Valencia. Ahí tienes que aguantar 12-14 horas, no te relacionas con nadie y mi rutina es ir del trabajo al hostal.
¿Cuáles son los sitios donde la gente es más generosa y al contrario?
En Almería y en El Ejido la gente se porta muy bien. Además de esto, Málaga, Jerez de la Frontera, Cartagena y el norte, como San Sebastián. El ejecutivo funciona de maravilla allí. Por ejemplo esta Navidad he estado con un compañero en Cartagena y ha sido fabuloso. Sin duda voy a intentar repetir.
¿Qué cantidad te suele dar la gente?
Te pueden echar desde 5 céntimos hasta 20 €.
Me imagino que algunos le echarán morro.
Sí, y es muy gracioso. Yo siempre intento ir a los sitios con permiso del Ayuntamiento, y una regla obligada es no coaccionar a nadie para que te dé dinero. Por eso me divierto cuando veo que algunos intentan acercarse disimuladamente para hacer la foto sin que los vea.
¿Qué diferencias notas cuando sales fuera?
En Lisboa, por ejemplo, la gente es más familiar, aunque no me interesa ir allí porque el nivel de vida es más bajo. Prefiero ir a Francia o a Alemania.
De ejecutivo lo tienes fácil para salir corriendo en caso de que llegue la policía y no tengas permiso. Puedes disimular muy bien.
Cuando me coloco cerca de la Torre Eiffel no tengo permiso y muchas veces llega la policía e incluso los militares. Me es sencillo camuflarme entre la gente. No me gusta trabajar así, porque tengo que estar pendiente, pero a veces no te queda otra opción.
Recuerdo hace unos años esa pelea entre Bob Esponja y Mickey Mouse en la Puerta del Sol. ¿Hay mal rollo entre vosotros?
Yo hago esto de forma artística y porque me gusta, pero en este gremio también hay mafias que quieren controlar el sector. No quiero estar obligado a pagar a nadie por hacer mi trabajo. Además, hay mucho engaño en los propios actores. Yo he llevado a ver maniquíes disfrazados con una capucha para hacerlos pasar por mimos. Mientras la gente pica y echa monedas, el ‘empresario’ está tomándose algo en la cafetería de enfrente.
Seguro que tienes muchas anécdotas.
Me han pasado cosas surrealistas. En Cádiz me pusieron una pata de jamón debajo del pie. En otra ocasión una mujer me dio un bocado en un dedo. Quería comprobar que yo no era de madera. Ten en cuenta que por la calle pasan muchos locos. En Sevilla, con el ambiente de feria, la gente hace palmas a tu lado; en las Fallas te tiran petardos... y en Almería hay un hombre que se pone junto a mí y se queda en calzoncillos mirándome.
¿La próxima parada?
No lo sé, pero en El Ejido quiero repetir San Isidro. Es el lugar donde más euros me dan. ¡Nos vemos aquí!
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