Hablar con Antonio Ruano es hablar de nudos, eslora, proa, millas… Y es que este cordobés de nacimiento, que se considera “ciudadano del mundo”, aunque garantiza orgulloso que se siente ejidense, lleva la mar en la sangre. Corría la década de los 40 cuando Antonio Ruano Romero nacía en Cañete de las Torres, municipio de la provincia de Córdoba. Con tan sólo dos años y por motivos familiares, Ruano se desplazó a Salobreña (Granada), lugar donde vivió hasta los 20 años. Fue en ese momento cuando decidió trasladarse a Motril, localidad granadina, para trabajar de aprendiz en un taller de camiones. Pronto, el joven se dio cuenta de que esta era la profesión que quería desarrollar en la vida, así que una vez aprendido el oficio, decidió abrir su propio negocio, allá por los años 60. Así, nació Talleres Granada, que primero tuvo su sede en El Ejido, para luego situarse en la N-340, donde arreglaba motores diésel. Aunque Ruano no abandonó su formación, ya que viajaba a Barcelona tres o cuatro veces al año para hacer cursillos que le mantenían al día en los avances del negocio.
Era amante de los motores, pero también de la mar, Ruano decidió, avanzados los años 70, dar un giro en su vida e irse a vivir a Almerimar. “Estaba acostumbrado a residir en una ciudad de caciques, tenía muchas ganas de estar en un lugar en el que todos fuésemos iguales, tenía claro que mi sitio estaba en Almerimar”, asegura Ruano. Así, empezó a dedicarse por cuenta propia al arreglo de barcos, de sus motores, concretamente, tarea que le resultaba familiar, ya que cuenta que “el motor de un barco es igual que el de un camión sólo que marinizado”. Cuando llegó a esta unidad poblacional, situada en El Ejido, tan sólo había unos veinte o veinticinco barcos de casi mil puntos de atraque que tenía puerto pesquero. Pero poco a poco, con los años, fueron gestionando mejor el desembarcadero, lo que hizo que el número de barcos fueran en aumento. Así, en los años 80, este vecino ejidense comenzó a dedicar su vida, tanto a nivel profesional como en sus ratos libres, a los barcos. Cuando no estaba arreglando el motor de un velero, estaba de travesía con su propio navío, pues Ruano poseía varios títulos que le permitían navegar.
Anécdota
En todos estos años dedicados en exclusiva a la mar, Antonio Ruano vivió miles de aventuras y experiencias, unas pocas malas, pero muchas muy buenas, de las que guarda grandes recuerdos. Y es que Ruano ha conocido al mismísimo Rey Juan Carlos I de España. Un día, al poco de inaugurarse el Puerto Deportivo, hacia el 1979, se encontraba trabajando allí y recuerda ver de repente un montón de coches Land Rover, eran vehículos de la Guardia Civil. “No entendía nada”, asegura. Pronto, vio venir a Sus Magestades los Reyes de España. “Recuerdo que esa misma noche, como muchos fines de semana, nos fuimos nuestro grupo de amigos con nuestras mujeres a cenar al Hotel Golf Almerimar. Casualmente, allí se encontraban hospedados los Reyes”, apunta Ruano. Le llamó mucho la atención que Sus Majestades cenaron también en el buffet libre y guardaron cola, y, a pesar de que quisieron dejarles pasar, no aceptaron ese privilegio. Luego, disfrutaron de una velada al son de la música de una orquesta, momento en el que el Comandante de Marina de Almería se saltó el protocolo y sacó a la Reina a bailar, la cual amablemente aceptó la proposición”.
Libro
Es por ello que, ahora que se encuentra jubilado, Antonio Ruano se haya decidido a escribir un libro, en el que cuenta todas las anécdotas que vivió y los personajes que conoció en el desarrollo de esta profesión. Unas páginas que esperemos, pronto, podamos leer y disfrutar.
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