“Me han traicionado”, dijo al salir del juzgado y luego me contó muchas cosas que me llevaré a la tumba porque así me lo pidió. Era Nicolás Uclés Belmonte un hombre de fútbol. Nada más. Nos conocimos a comienzos de los años 80 y pasamos largas horas hablando en su despacho de la calle Reyes Católicos. Nunca ocultó su simpatía por lo militar y contaba chistes de Franco, hasta el punto que empecé a llamarle ‘Caudillo’ y me lo permitía siempre con el debido respeto.
Nuestra amistad fue verdadera y cuando ya le daban de lado los que tanta gloria le cantaron, venía a la redacción de LA VOZ y echábamos nuestros ‘raticos’. Nunca hablamos de los motivos de su detención y me dedicaba a escuchar cuando me daba pistas y nombres con una condición: “Te callas la boca ‘Pichorrica’, esto es para que sepas de qué va la vida”. Coincidimos muchas, muchas tardes en el Palacio. Él con su nieta que lo tenía loco ‘perdío’ y yo con mi María jugando al voleibol.
Reyes Católicos
Es un día de la semana cualquiera. Puede ser jueves. No hay forma de aparcar y llevo a mi niña de la mano. Subo la empinada escalera de la sede de la RFAF en Almería y me espera el conserje Juan. Nos saludamos: “Tú eres el que me pone verde por Radiocadena, se te va a caer el pelo”, me dijo. Luego puso una máquina de bolas de chicle para la niña y con la peseta reglamentaria, a masticar. Fue la primera de muchas tardes de jueves contándome de primera mano el fútbol de Almería y todos sus objetivos.
Cada año subía un nuevo escalón y las cifras del balompié almeriense se disparaban con un número de licencias que solo Sevilla podía igualar. No se le veía por un campo de fútbol y lo criticaban mucho, pero su gestión era envidiable porque se sabía rodear de los mejores. Me llamaba ‘Pichorrica’ y nacía una amistad verdadera. No había secretos y me daba noticias para la radio y para LA VOZ de Almería con la condición de que: “Me guardas el periódico cuando lo publiques”.
Primera placa
Siendo yo un principiante de la comunicación, un buen día me dice que tengo que presentar la Asamblea de la RFAF en el Recinto Ferial del Puerto. No había otra: “Al toro”, me dijo, y aquello no salió tan mal porque me fichó para muchas asambleas más. Jamás he cobrado por presentar ningún acto y a Nicolás Uclés le puse la mano en el bolsillo en su primer intento.
Un día esa placa que tantas veces había anunciado me la entregó. “Placa Francisco Urrea a la comunicación”, decía el guion de la Asamblea y mi nombre con los dos apellidos. No sabía nada. Menudo apuro y se encargó de entregármela. La tengo en mi despacho como uno de los grandes tesoros. Por Nicolás Uclés Belmonte y el mítico Francisco Urrea.
Así se fue formando nuestra amistad. Nunca hablamos de nada malo como se decía de él. Conmigo siempre correcto y educado. No conocí a ese Nicolás Uclés de otros. No tengo ni idea si existió o fue un invento de alguien del deporte.
Secretos
Todo se vino abajo aquel verano de 2009. Yo estaba de vacaciones y sin que nadie me llamara me fui al Juzgado dejando a mi hija María con Carlos a su cuidado. El juez Rivera me ayudó a acceder y cuando entró en la sala se me abrazó llorando como un niño. Luego salía en libertad y le cambió la cara.
Ese día vi por la televisión que “Nicolás Uclés sale esposado de los juzgados”. No era cierto, no llevaba esposas, puedo dar fe de ello. Me llamó a mi casa indignado y lo tranquilicé. Me dijo que me lo contaría todo, pero antes se quería despedir de sus muchachos. Y los invitó a buen pescado en El Zapillo.
Para la tumba
No se fue al otro mundo sin antes contarme cosas que me pidió que guardara para los restos de la vida y así lo voy a hacer hasta el final. No me habló de rencor pero sí de “traición” y con una resignación total no entendía por qué se la habían jugado de esa manera. Nicolás Uclés siempre tuvo claro que tocó una tecla que no debía y todo lo que le pasó le vino por ello pero...
La última vez que nos vimos fue en su casa. Ya estaba solo. Le quedaban la familia y un hermano inseparable. Tenía a su nieta que lo volvía loco pero nada volvió a ser igual. Estaba malo. La casa triste. Bajamos a tomar café en ‘La India’ y todos lo saludaban. Mirando al mar me hizo sus últimas confesiones y nos dimos un abrazo como tantos sin saber que iba a ser el último. Murió un 18 de junio a los 68 años. Y es verdad: “Te perdimos pero apareces en cada recuerdo”, reza en su tumba. Gracias, Nicolás.
Se marchó un 19 de junio de 2020 y descansa en la calle 6 junto a Juan Antonio Barrios.
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