“No hay amor sin dolor, ni dolor sin amor”. Con esta premisa retumbando en el interior del templo parroquial de San Sebastián, una marea de capirotes azules salió a regar el barrio de las Huertas antes de cruzar la Puerta de Purchena en busca de la carrera oficial de Almería.
Esa frase, en este Martes Santo de 2022, tenía más sentido que nunca. Desde luego, tenía más sentido que la mera relación entre el nombre de los dos titulares de la hermandad antes conocida como ‘Banca y Bolsa’. Sí, el Cristo del Amor y Nuestra Señora del Primer Dolor estaban ahí, en la nave central del templo, como llevan haciendo más de 75 años. Pero en este 2022 había mucho más.
Lo recordaron, con mucho amor y dolor, dos trompetas justo antes de la salida de los dos pasos: el toque de oración recordó a todos los que no están, a todos los que se han quedado por el camino tras más de mil días de parón.
Porque una procesión no es solo eso. Hay flores, como el monte Calvario de claveles rojos para el Cristo del Amor; hay incienso y hay cornetas y tambores como los de Santa Cruz; hay toda una negra nube de mantillas... Pero, ante todo y más en el caso del Amor, hay toda una tradición que ya viaja de generación en generación en la que hacer estación de penitencia es mucho más que sacar dos pasos. “Salgamos también a hacer reflexión; que sepamos por qué estamos aquí”, animaba la hermana mayor, Lola Fernández Mingorance, antes de que se abrieran las puertas de San Sebastián.
Y el Amor mezcló sacrificio y mimo en su salida procesional del Martes Santo. Porque el amor muchas veces es eso: sacrificio. No en vano, tradicionalmente, el Amor de Dios se ha representado con un pelícano que se abre a sí mismo las tripas para alimentar a sus crías con su propia carne. Más allá de esta leyenda animal, el Amor de Dios y el Amor de San Sebastián se hacen uno en la estación de penitencia de Almería.
Y, hablando de amor en la Semana Santa de Almería, una anécdota vivida ayer en el interior de San Sebastián puede servir de ejemplo sobre cómo se teje la invisible y fina tela del amor entre cofrades en esta ciudad.
Esta historia de Amor la protagoniza un cofrade de otra hermandad: como uno de los responsables de los horarios del Martes Santo estaba Francisco Javier Giménez López, ‘El Latas’.
Él, que trabaja como el que más por su Macarena (y otras hermandades) y que lo ha sido todo en la Semana Santa de nuestra ciudad (o casi todo, que aún falta verlo gobernando en Ciprés), no dudó ayer en coger el pabilo y echar una mano para encender la candelería del palio de estrellas del Primer Dolor.
Y, es más, hacerlo sabiendo que poder iluminar el rostro de una virgen es todo un privilegio. “Esto es lo más bonito que hay”, susurrababa El Latas mientras se esmeraba en encender la candelería del Primer Dolor.
Eso, que solo es una anécdota que pocos vieron, y el sacrificio de nazarenos, mantillas, niños, acólitos, capataces y costaleros, confirmaron que en San Sebastián vive el Amor y que es Semana Santa.
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