La devoción, el amor incondicional por una determinada advocación, es algo caprichoso que termina colándose por los rincones más insospechados.
Así, en una fría y desapacible tarde de Jueves Santo, con chispeo incluido, la devoción del Rosario del Mar se escurrió por muchos sitios inesperados. La devoción del Rosario del Mar se hizo estudiantil, marítima, viajera, más andaluza que nunca y, sobre todo, responsable.
El cielo amenazaba y el viento hacía que las capas marfil de los hábitos nazarenos ondearan como queriendo pedir una paz que no llega y que también se pedía en la candelería del palio, con una vela especialmente dedicada a Ucrania.
Sin embargo, todo se hizo según lo previsto y las puertas del Santuario de la Virgen del Mar se abrieron a las 19.10 horas de la tarde para prestarle a Almería esas dos joyas de Álvarez Duarte custodiadas el resto del año en la iglesia parroquial de San Juan.
Antes de eso, el Rosario del Mar estableció un inesperado vínculo con una histórica institución educativa de la ciudad: el cortejo se formó en el histórico claustro de la Escuela de Arte, donde su director, Cristóbal Díaz, observaba atento y servicial aquel desfile de antifaces y capas del Jueves Santo. El motivo no era otro que la coincidencia con la misa en el Real Monasterio de Santo Domingo, lugar en el que esperaban pacientes las insignias y los titulares de la hermandad.
Puerto
Rosario del Mar también se hizo marítima porque, como venía siendo tradicional antes de la llegada de la pandemia, el presidente de la Autoridad Portuaria, Jesús Caicedo, procesionó con el Rosario del Mar.
Escoltando las dos imágenes, la policía portuaria, hermana honoraria de la corporación, acompañó en esta estación de penitencia que acabó con final agridulce y antes de tiempo.
Y también se hizo más andaluza que nunca porque, junto a Caicedo y de mantilla, se encontraba Marta Bosquet, presidenta del Parlamento andaluz.
Explorando
Y la devoción del Rosario del Mar también se hizo viajera y exploradora por dos motivos: primero, pasó por lugares inéditos para ese palio burdeos del Rosario del Mar. Por ejemplo, la popularmente conocida como plaza de los Burros, por donde la hermandad discurrió entre una multitud en busca de la calle Lachambre, lugar desde el que accedería a la carrera oficial.
Pero no solo por eso. También porque, en sus filas, el Rosario del Mar cuenta con nazarenos venidos de Málaga, pero también con Elena, María y Ana, tres mantillas llegadas desde Albacete que, por avatares de la vida, han terminado acompañando en su estación de penitencia a la dolorosa tallada por Álvarez Duarte.
Y también tocó explorar posibilidades a la hora de tirar de responsabilidad: tras el pequeño chaparrón que hizo que las Angustias se volvieran a casa antes de tiempo, el Rosario del Mar se detuvo en la plaza de la Catedral para tomar una difícil decisión.
Ante la posibilidad de que volviera a llover y con las pocas (o nulas) escapatorias que ofrece su recorrido por la Almedina y la subida hasta la Alcazaba, la Hermandad del Rosario del Mar decidió recortar drásticamente su recorrido en este Jueves Santo del regreso a las calles.
De esta forma, la hermandad subió por la calle Cervantes desde la plaza de la Catedral para bajar por Real, ir hasta la plaza San Pedro y volver a la plaza de los Burros, llegando al Santuario de la Virgen del Mar a eso de las 23 horas de la noche, una vez que el Encuentro ya había pasado ante la patrona de Almería y cuando el Silencio aún bajaba por el Paseo.
Este es el perfecto encaje que mi hermandad, por una vez estudiantil, siempre marítima, andaluza como la que más y haciendo gala de su responsabilidad, hizo estación de penitencia en otro histórico Jueves Santo que, sin duda, dejó con ganas de más. Por suerte, 2023 no está tan lejos.
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