La Dulce Alianza, la legendaria confitería almeriense fundada hace 136 años por Miguel Mateos, ampliará este verano su oferta con la apertura de un quinto establecimiento en Aguadulce. Se sumará así este nuevo local a los cuatro con los que ya opera en la capital bajo la misma acrisolada insignia, situados en el Paseo de Almería, que es el buque insignia, junto al de la Térmica, Avenida de la Estación y Centro Comercial Torrecárdenas.
El nuevo local aguadulcino tiene 270 metros y está situado en la principal avenida de Carlos III, cerca del Centro de Salud y de los antiguos multicines Chaplin. Cuenta con una terraza a doble altura y servicio para 30 mesas.
“El local estará abierto en agosto y lo surtiremos a diario con nuestro obrador de la capital”, señala Carlos Cano gerente de la red de establecimientos de La Dulce Alianza.
El negocio se instaló en 1888 en la antigua calle Sebastián Pérez (actual Concepción Arenal) y de allí se mudó, en esa misma calle, a un local más próximo al entonces Paseo del Príncipe, junto al célebre Café Suizo. Hasta que en 1922 dio el salto definitivo a la arteria principal de la ciudad de La Alcazaba.
En 2011 inauguró una nueva delegación de sus dulces y viandas en uno de los bajos de la antigua Térmica, que continuará también abierto regentado por los propietarios José Cano y Gracia Sánchez.
La Dulce Alianza es el segundo establecimiento comercial más antiguo de la ciudad, tras el bazar de artículos de regalo El Valenciano, en la calle Las Tiendas, abierto por Vicente Iborra en 1870. La pastelería mantiene las recetas de siempre y ha surtido a todo tipo de clientela, de generación en generación, a nativos y a forasteros, a toreros y a actores de cine.
En los últimos años, el cañillo de agua que saciaba la se de los dulces ha desaparecido en favor de una cafería y tetería. Los productos de pastelería y de charcutería se siguen dando la mano, alternando las medias noches con los mazapanes de Sicilia, las nueces de fondant o el paté de oca.
El fundador falleció en 1935 y continuaron el negocios sus hijos Isabel, Miguel y Luis, junto a su viuda, Enriqueta Sánchez Moncada. En 1979, los Mateos traspasaron el negocio a la familia Cano que lo mantiene hasta la actualidad.
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