Ave María Purísima, me confieso morantista enamorado. Ver a Morante andar por la plaza llena el alma de emociones dificiles de describir, como la salida de misa. El toreo es rito ancestral y el torero oficiante ordenado. Allá vamos. Daniel Ruiz embarcó para Almería un encierro de aceptable presentación y comportamientos dispares, desde el complicado cuarto hasta el noble tercero o quinto.
Morante se estiró a la verónica lo que le permitió el flojo primero antes de llevarlo por chicuelinas al caballo en un galleo que vale el precio de una entrada. El flojo animal se dédico a defenderse en la muleta, embistiendo por dentro y soltando la cara, llegando a romper de un derrote la taleguilla del torero que apostó por la faena más de lo que merecía. Por el derecho fue mirón el toro, y por el izquierdo Morante lo trató como bueno, dejando los naturales más lentos de la feria presente y de las recordadas. Hubo una ovación con fuerte petición no atendida en el palco. Complicado el segundo de su lote, incierto, ora protestaba ora se quedaba debajo del diestro, soltando la cara.
Un desarme marcó la faena, se enfadó el torero y apostó por torear. No mereció tanta pureza un toro con peligro y escasas posibilidades de triunfo. También se le pidió la oreja. El Juli apenas pudo torear a la verónica a su primero, al que si le dejó un buen quite por chicuelinas con el compás abierto rematadas con dos medias cargando la suerte. Con la muleta trató de alargar la embestida tirando del animal, al que acabó convenciendo de embestir contra todo pronostico. Justo de fuerza y raza el toro, dejó El Juli un extraordinario circular con la muleta en la izqueirda antes de pinchar y dejar un espadazo y pasear una orjea. En el tercio de banderillas volvió a desmonterarse Curro Vivas. El segundo fue un buen toro al que entendió el diestro madrileño, dejando buenas series por ambos pitones, mejor por la zurda. Le volvió a fallar la tizona que le privó de un posible segundo trofeo.
Tomás Rufo
sorprendió en su
presentación en
Almería por su
temple, suu descaro y su rotundidad. A su primero lo cuajó a
la verónica y estuvo encajado y mandón con la muleta,
dejando la en las barbas del
animal que no tenía más remedio que repetir.
En el que hacía sexto volvió a volar el capote de Rufo,
con descaro y frescura. En el
tercio de banderillas uno de
los olés más rotundos se lo
llevó en un arriesgado par
de banderillas Fernando
Sánchez, que arriesgó mucho y clavó con pureza ante
las tablas del tendido tres.
Se paró en la muleta de
Rufo el astado,
que se vió vencido por la muleta
de su matador.
Otra vez la espada juega una mala
pasada y la faena
queda en una ovación, sin vuelta al
ruedo, que ha pasado de moda.
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