Fueron los 40, pero también los 50 y los 60. La autocracia estaba en todos sitios: en la calle, en los edificios públicos, en los organismos oficiales, en los signos del régimen, en la mili, en los deportes, en la prensa, en la radio, en los espectáculos, que conocieron la tijera de la censura, severamente al principio para debilitarse durante los últimos años, sobre los que se ha escrito tanto que parece reiterativo volver a ellos.
Para unos fueron años felices de juventud; para otros, tal vez años amargos de privaciones; la mayoría nos dejamos influir por el subconsciente que idealiza los recuerdos. Ésta es la pequeña memoria de un muchacho de aquellos años que fue también niño de la posguerra.
Pido perdón por hablar de mí, que no soy político, ni artista, ni empresario, ni siquiera concejal de ayuntamiento. Diré que mi vida profesional se ha desenvuelto en tres emisoras de radio almerienses durante cuarenta y cuatro años, unas veces tratando de “contarle a la gente lo que le ocurre a la gente”, como se ha definido al periodista, y otras en cargos directivos y de gestión empresarial.
Con el comienzo de la década, cuarto curso de bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de la Plaza de Santo Domingo, hoy de la Virgen del Mar, con profesores cuyo recuerdo me emociona siempre: Celia Viñas, Francisco Sáinz Sanz, Alfonso Fraga, Ignacio Cubillas, Juan Arévalo, Concha Ravel, Carmen Marín, Luis Aliaga, Lucía Marzani… a los que me cuesta mucho no anteponerles el respetuosos don/doña con el que siempre se les nombró y que los nuevos tiempos han hecho desaparecer de la escritura.
Igual ocurre con quienes fueron mis profesores en la Escuela Normal del Magisterio: Félix Alonso, Trinidad Vives, Antonio Relaño, Ángel Frigola, José María Artero Pérez y José María Artero García.
Y junto a ese recuerdo, que idealizo a medida que pasan los años, los compañeros con los que compartí cursos inolvidables de una carrera que no llegué a ejercer, pues se interpuso una naciente vocación periodístico-radiofónica que tuvo su origen en la recién inaugurada Radio Juventud.
Llegué a ella en 1953 y conviví durante muchas horas y muchos días con gente encantadora que hizo que me ilusionara aún más con el medio radiofónico que hasta entonces me era muy familiar como oyente.
Días de radio
La radio fue compañía indiscutible de los españoles de los años 50, que buscaron en ella la diversión y el entretenimiento que la precariedad económica de aquel tiempo les negaba. Los historiadores del medio radiofónico señalan los 50 como la gran década, pues la radio alcanzó unos niveles de audiencia desconocidos hasta entonces.
En España, pese a la censura y la limitación impuesta a las emisoras para la difusión de noticias, la radio se hizo espectáculo y transmitió en directo toda clase de acontecimientos: partidos de fútbol, corridas de toros, conciertos, desfiles y… hasta películas de cine. Se hizo tan familiar aquel aparato con funda de cretona, que llegó a considerarse imprescindible en cada hogar.
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