En sus ojos se ve una madurez que muchos, como el que escribe estas líneas, ya quisieran para sí mismos. A pesar de su corta edad, Alejandro García tiene las cosas muy claras. Con tan solo diecisiete años sabe a qué dedicará su vida: su vocación no es otra que ser sacerdote.
La relación de este joven seminarista con la Semana Santa es especial. Para conocer el porqué hay que remontarse al Martes Santo de 2010. Como cada año, Coronación, Amor y Perdón realizaron su estación de penitencia por las calles de la capital almeriense.
Alejandro decidió ese Martes Santo ver al Cristo del Perdón, algo que, aunque él no lo sabía aún, le cambiaría la vida. “Algo me llamó y lo seguí toda la procesión hasta su recogida”, cuenta el ahora seminarista. Tal fue el impacto que el crucificado causó en el entonces niño, que al día siguiente acudió a San Ildefonso a contemplar de nuevo la imagen. Comenzó la misa de siete y media de la parroquia del barrio de la Plaza de Toros y Alejandro decidió quedarse.
“Yo estaba desconectado de la Iglesia; hice la Primera Comunión y desaparecí, como la mayoría de la gente”, recuerda Alejandro. Sin embargo, aquel Martes Santo supuso un punto de inflexión en su vida. Tras la misa del día siguiente, llegaron otras muchas misas. “Iba a misa todos los días; era algo nuevo que me llamaba”, recuerda.
Tras rechazar entrar en el seminario, Alejandro empezó a ayudar en el comedor social de La Milagrosa, donde su vocación terminó de florecer. “Fui descubriendo que verdaderamente el Señor me estaba llamando a que ayudase, a ser otro servidor más”, recuerda Alejandro.
Tras las dudas propias de la adolescencia, Alejandro tomó la decisión más importante de su vida: con tan solo 17 años entró en el Seminario.
Una vida diferente
Con seis años por delante entre el Seminario Menor y el Mayor, Alejandro es consciente de que el camino hacia el sacerdocio no es fácil: “Te privas de muchas cosas al estar en el seminario, pero ganas muchas otras por otro lado”. Años dedicados al estudio y toda una vida dedicada a Dios que no echan para atrás al joven protagonista de hoy, quien no duda al afirmar que está “totalmente seguro de querer ser sacerdote”.
Hermano del Perdón y de la Borriquita, la Semana Santa para él es muy especial. “Es como llenarme de nuevo. No paro durante esos días; veo todas las procesiones”, cuanta Alejandro.
En cuanto a cómo ve todo el mundo que gira en torno a la Semana Santa sin relacionarse mucho con la Iglesia durante estos días, lo tiene claro: “La Semana Santa se ha convertido en otra cosa que va más allá de la religión, pero pienso que siempre puede servir para acercar a Dios. Como me pasó a mí, cuando la gente ve una procesión se puede acercar a Dios”, reflexiona.
También tiene claro qué le falta a la Semana Santa, y es una mayor unión entre cofrades e Iglesia. No se le escapa que, para muchos cofrades, la Semana Santa consiste en “sacar su procesión” y olvidar lo que realmente significa.
Sus inicios en el comedor social de La Milagrosa hacen que le duela algo del mundo de la Semana Santa. “Hay un poco de hipocresía; por un lado en las hermandades ayudamos, pero, por otro, gastamos el dinero en cosas superfluas que embellecen mucho, pero que en la lista de prioridades de una comunidad cristiana deberían estar al final”, afirma de forma rotunda.
Él es el futuro de la Iglesia. El joven Alejandro ser&aa
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