Son como adolescentes en pleno estallido hormonal. Altos jefes militares, funcionarios gubernamentales y medios propagandísticos de EEUU, Rusia y Corea del Norte se han enzarzado atolondradamente este fin de semana en lo que podría denominarse ‘la carrera de la locura’. Desde Pyongyang, donde este sábado se ha celebrado el Día del Sol con el habitual despliegue de autómatas humanos, amenazan incluso con ‘pulverizar en pocos minutos’ las bases norteamericanas en Corea del Sur.
Para cualquier momento se espera otra exhibición del ‘y yo más’: el sexto ensayo nuclear del régimen de Kim Jong-un como respuesta a un EEUU que ‘está llevando la situación al borde de la guerra’ y que bajo la presidencia de Trump ‘ha entrado en un camino de amenaza abierta y chantaje’.
El alarde norcoreano mete baza en el pintoresco pulso entre Washington y Moscú para ver quién tiene la bomba más gorda. Si EEUU ha destruido buena parte de los túneles de Nangarhar, en Afganistán oriental, con la GBU-43/B o Massive Ordnance Air Blast (MOAB), más conocida como ‘Madre de Todas las Bombas’, los rusos han saltado inmediatamente. Ellos más. Los 9.800 kilos de la MOAB, con su poder explosivo equivalente a 11.000 kilos de TNT, se quedan muy cortos de la ПАПА ВСЁХ БОМБ, o ‘Padre de Todas las Bombas’.
Técnicamente llamada Bomba Aérea de Vacío de Potencia Aumentada (AVBPM en sus siglas rusas), el artefacto ruso fue probado en 2007 y aunque menor en peso, longitud y carga explosiva que la norteamericana, es mucho más potente. Y más gorda. De acuerdo con los datos de los que se ufanó entonces Alexánder Rukshin, jefe adjunto de personal de las Fuerzas Armadas rusas, su potencia es equivalente a 44.000 kilos de TNT. Es decir, cuatro veces más que la de EEUU, gracias a la incorporación de los últimos avances en nanotecnología
¿Papá gana a mamá? Puede que no, después de todo. Medios especializados en Defensa se han apresurado a salir al paso: EEUU tiene en su arsenal otra bomba todavía más gorda que la GBU-43/B. Es la GBU-57A/B, o Massive Ordnance Penetrator (MOP). Y es más gorda porque está diseñada específicamente para arrasar fortificaciones, búnkers y blindajes: contiene la mitad de explosivos que su hermana mayor, pero va revestida con material reforzado para penetrar todo lo que se le ponga por delante. Y aún hoy día está en desarrollo una nueva Generación de MOP.
La escalada sobre el terreno, en declaraciones públicas y en la propaganda han llevado a Sharon Squassoni, miembro del consejo de Científicos Atómicos, a escribir este mismo sábado en la revista Teen Vogue que tanto el previsible antagonismo de Corea del Norte como ‘la nueva ruta imprevisible de las acciones de EEUU pueden ser una nueva fuente de nervios nucleares’.
De ahí a mover la manecilla de los minutos en el reloj del Fin del Mundo o reloj del Juicio Final sólo hay un paso. El Boletín de los Científicos Atómicos vigila desde 1947 la marcha del reloj. A las doce en punto de la noche sería la guerra nuclear. Ahora está en menos dos minutos y medio. Se movió por última vez el pasado 26 de enero, para reducir el tiempo hasta la catástrofe precisamente por la llegada a la Casa Blanca de un Trump ‘imprevisible’ pero que durante su campaña dijo que EEUU tenía que ser el país con más y mejor armamento nuclear.
Es más que posible que pueda adelantarse al menos otro medio minuto dados los últimos acontecimientos. Entonces el reloj estaría en menos dos minutos, igualando el récord de 1953, cuando la URSS realizó si primer ensayo de un bomba de hidrógeno. Lo más lejos lejos de ese hipotético Fin del Mundo: en 1991, precisamente con la caída de la URSS.
¿Y qué tiene que ver en este contexto lo del ‘terror vasco’ citado en la cabecera? En este contexto, nada, pero sí en otro cacao mental. En el de un editorial de The New York Times este sábado bajo el título prometedor de ‘El tranquilo final del terror vasco’. Al dar su opinión tras la entrega de armas la semana pasada, el editorialista trata de resumir en exactamente cinco párrafos todo lo que ha sido ETA, todo lo que ha pasado desde el franquismo y algo de lo que puede ocurrir…
Como cinco párrafos son escasos para su nivel de síntesis, al autor se le va la mano. Y la olla un poco también, la verdad. Mezcla churras con merinas y llega al gran descubrimiento de que hoy día ‘muchos vascos están más centrados en el día a día de las cuestiones económicas que en la independencia’.
Y desbarra con la consulta catalana de 2014 al no mencionar que fue ilegal ni que hubo sólo un 30% de participación, una falta de quórum que no pasaría los controles democráticos menos exigentes. Además, necesita citar al Gobierno para el siguiente hallazgo: ‘Madrid mantiene que la Constitución Española prohíbe la secesión de cualquier región’. Podía haber citado sencillamente el artículo 2 de la Constitución.
El último párrafo sobre todo demuestra que el editorialista podía haberse dado una vuelta por España. O estudiar un poco, que está muy oxidado. O en todo caso, preguntar a su corresponsal Raphael Minder para ponerse al día. Escribe sin ruborizarse el NYT: ‘El señor Otegi fue liberado en febrero, después de que el Tribunal Supremo redujera su sentencia. Mientras las actividades del señor Otegi permanezcan pacíficas, el Gobierno del señor Rajoy debe permitirle ejercer sus derechos políticos. Sofocar los legítimos senderos políticos para expresar las preocupaciones vascas sólo corre el riesgo de que radicales marginales tomen de nuevo las armas y amenacen la mejor oportunidad desde hace décadas de una paz duradera en la región’.
¿De dónde ha salido este editorialista?
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