Pepsi nació hace algo más de 22 años con el nombre de Lady. Su ama original, una señora británica que vivía en un barco amarrado en el puerto de Almerimar, partió para no volver cuando su perra apenas alcanzaba la edad adulta, dejando atrás a su compañera con esa mirada tristona por la que todos la reconocían.
Pepsi, una perra mestiza, amigable y muy respetuosa, se ha pasado más de 22 años esperando el regreso de su dueña en la dársena 3, desde donde zarpó el barco en el que nació y creció. “Nunca ha dejado que nadie la separe de ese lugar”, explica Carmen, vecina de la zona. “Muchas veces hemos tenido que llevarla a algún sitio, como al veterinario, pero le cuesta muchísimo moverse de allí y siempre regresa ella sola al mismo punto”, añade.
Tras un tiempo de verla deambular por el puerto, los dueños de un bar situado en la plaza Batel, una familia inglesa, se hizo cargo del cuidado del animal. La alimentaron, le construyeron un pequeño refugio y se encargaban de que estuviera en buenas condiciones. “Entre todos hemos procurado que a Pepsi no le falte de nada, la gente de los alrededores le tiene mucho cariño y realiza donaciones a menudo”.
Sin embargo, a pesar del cariño y la amistad que ha trabado con la gente de Almerimar, todos coinciden en que parece que sigue echando de menos a su “madre” original. “No se ha dejado adoptar por nadie nunca, aunque es muy buena también es muy independiente”, detalla Carmen.
El cariño de todos
De la dueña que abandonó a Pepsi no se ha vuelto a saber nada, “lo más característico de la perra es esa mirada tan triste, parece que aún tuviera la esperanza de volver a ver a su ama”, cuenta. Aun con ese aire pesaroso, Pepsi “se robó el corazón de todos nosotros”, apunta Carmen. “Era increíblemente inteligente, sabía comportarse a pesar de que nadie le había enseñado nunca nada, conocía los sitios por dónde cruzar y cuándo no tenía que molestar a la gente del bar. Esa perra tenía algo”, relata.
Con más de 22 años desde que la encontraron -y ya era adulta cuando fue abandonada-, Pepsi se despidió como ella afrontó la vida, con entereza y tratando de no causar problemas a nadie. “La encontramos una mañana, hace aproximadamente una semana, gimiendo en un parque cercano al puerto. Ha sido la única vez desde que la conozco que ha dejado que alguien la coja en brazos”, cuenta Carmen. Tras llevarla al veterinario, certificó que tenía una fractura en la pierna y que, debido a su avanzada edad, ya se encontraba demasiado débil como para intervenirla con posibilidades de éxito.
El pasado 23 de febrero a las 6.30, Pepsi nos dejó y con ella un sentimiento de tristeza en todos los que la conocían. La misma con la que ella miraba a esa dársena 3 esperando lo que nunca iba a ocurrir. La pena de esos ojos que ahora se comparte entre los vecinos de Almerimar.
“Quiero que se sepa la historia para concienciar sobre el abandono de mascotas”
Aunque decenas de personas se preocuparon de cuidar de Pepsi durante casi dos décadas, la vida de la perra no fue un camino de rosas. “Una persona con muy malas intenciones intentó envenenarla, sin embargo sobrevivió, aunque ya muy afectada”, cuenta Carmen. La historia de la lealtad y la fidelidad de este animal “tiene que servir para concienciar a la sociedad sobre lo cruel de abandonar a las mascotas”, añade la ejidense. El comportamiento de Pepsi ha de servir como ejemplo de ese famoso lema que la Fundación Affinity uso contra los abandonos: “Él nunca lo haría”.
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