Unzué ha sido portero y técnico de grandes equipos como el Barça, el Osasuna, el Sevilla o el Celta. Hace dos años, tuvo que cambiar de vestuario colocándose el brazalete de capitán de la Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad sin cura que padecen unos 4000 españoles y que tiene una esperanza de vida de 2 a 5 años. Sin embargo, al exguardameta no le gusta que lo tachen de líder de nada. Todo lo contrario. Para él, lo principal es el trabajo en equipo. Una tarea para la que no está solo. Le acompañan grandes jugadores de la talla de Jordi Sabaté, Olga Allende, José Robles, Jorge Murillo o Toni García, por decir algunos nombres de la larga lista de personas que componen esta plantilla tan particular. Todos luchan por el mismo objetivo: que los enfermos de ELA puedan tener una vida digna hasta el final. Porque sí, para Juan Carlos Unzué, “la vida merece la pena incluso cuando las cosas se están derrumbando”.
La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una enfermedad desconocida para muchos y se tiende a confundir con la esclerosis múltiple, ¿no?
Así es. En lo único que se parecen es en la primera letra del nombre. La ELA es una enfermedad neurodegenerativa que produce una atrofia muscular que va inmovilizándote, y no solamente eso. Se ven afectados los músculos que son necesarios para hablar, tragar o respirar. Lo curioso es que vas siendo en todo momento consciente de ese deterioro porque tus capacidades cognitivas no se ven afectadas. Esa parte la veo como algo positivo porque, a día de hoy, me sigo sintiendo Juan Carlos Unzué. Puedo sentir, pensar, emocionarme, y creo que eso es lo esencial.
“A veces la vida te pone a prueba para saber si eres lo suficientemente fuerte para salir adelante” es la frase de su perfil de WhatsApp, ¿qué significado tiene?
El reflejo de lo que me ha ocurrido y de lo que nos puede ocurrir a cualquiera, no solo con una enfermedad. En mi profesión, he podido sentir esas frustraciones a una edad muy temprana. El deporte nos da la posibilidad de crecer más rápido. Con 16o 18años ya tenemos que tomar decisiones importantes para nuestra vida. A esas edades muchas personas no saben lo que quieren ser. Hay que aprovechar también la posibilidad que te da el deporte de ser más resiliente, de superar las frustraciones. Al final, la vida se trata de eso. Evidentemente, hay que disfrutar de los momentos buenos, pero en ellos crecemos mucho menos que en las dificultades. Yo soy el que soy por las diferentes situaciones que he tenido que vivir, sobre todo por esas de dificultad. En el fondo, cuando eres capaz de superar adversidades -y somos más capaces de lo que creemos-, te sientes más capaz, tu autoestima se viene arriba y ya estás preparado para, en otro nivel, dar otro paso más.
En su carrera como entrenador y futbolista, ¿la filosofía deportiva le ha ayudado a afrontar la enfermedad?
Sí, pero también te puedo decir por otros compañeros de enfermedad que no es imprescindible. Jordi Sabaté, por ejemplo, no ha sido futbolista ni deportista profesional. Sin embargo, su sonrisa en una fase de la enfermedad muchísimo más adelantada que la mía sigue mostrando una actitud que inspira.
El que haya seguido su trayectoria se acordará de la rueda de prensa del F.C. Barcelona en la que hizo público que padecía ELA, ¿le costó mucho tomar la decisión?
No dudé demasiado en contarlo. Sí que me hizo pensar mi mujer, que es maravillosa y lo que hace en muchas ocasiones es ponerme en el otro lado. Le dije: “María, estoy pensando que, como he sido el primero para el que ha sido invisible esta enfermedad, no quiero que ocurra con los demás”. Ella me preguntó: “¿Estás seguro, Juan Carlos, con todo lo que conlleva mostrar a todo el mundo una enfermedad, una ‘debilidad’, un momento de dificultad?” Le contesté que sí, que me sentía fuerte mentalmente. De hecho, lo único que no quise dar desde el primer momento fue pena. Al revés, mi mensaje iba a ser positivo, y fue lo que dije, que “la vida merece la pena incluso cuando las cosas se están derrumbando”.
¿Se sintió aliviado tras contarlo?
Sí, un poco. No solamente el día que lo hice público en la rueda de prensa sino, por ejemplo, el día que se lo transmití a mis hijos, que quizás fue el día más emotivo de todos. También cuando se lo transmití a mis hermanos y, sobre todo, a mi madre. Me preocupaba mucho de qué manera se lo podíamos decir para que no tuviese un impacto negativo en ella, que tiene 95 años. Por suerte, lo lleva bien.
Tengo entendido que su mujer le echó la bronca por la forma en la que se lo contó a sus hijos...
[Risas]. Ya puedes percibir queme gusta hablar, que no tengo tapujos. Además, en estos momentos, ¿a qué le voy a tener miedo? Hablo a corazón abierto y, cuando hablas de esa forma, siento que se llega de una forma más clara. Siempre he cuidado el qué vas a decir y cómo porque vengo de un mundo en el que esto es imprescindible.. También ser parte de un equipo requiere que tú no antepongas tus intereses o lo que a tite apetecería exclusivamente. En definitiva, venía de una vida de cuidar los detalles. Sin embargo, ese día fui muy directo. Tenía ya la necesidad de decírselo a ellos, de sentirme aliviado. Quizá ese fue el motivo. También, un chute de energía. Trato de buscar a todo la parte positiva y creo, además, que la tiene. Aquel día lo que percibí es que esa educación que mi mujer y yo habíamos recibido de nuestros padres habíamos sido capaces de transmitírsela a nuestros hijos. Esta enfermedad lo primero que hace es ponerte a prueba a ti, pero también a tu entorno más cercano. Entonces, percibir que la familia, aún más si cabe, está más cerca, más unida de lo que ya estaba, te genera una satisfacción personal enorme.
En el último año, la ELA se ha colado en el debate social y político gracias, en parte, a personas como Jordi Sabaté, Olga Allende o José Robles, entre otros. Sin embargo, ¿cree que todo se ha intensificado aún más a raíz de su caso?
Yo creo en el trabajo en equipo. Hemos tenido la suerte de que los medios de comunicación no se quedaron con el impacto y están cumpliendo con su palabra de darle continuidad. Están entrevistando a otros compañeros, a médicos. Están dándole un espacio a esta enfermedad, y ese es el primer paso. Si nosotros no somos capaces de informar a la gente de que la ELA existe, de las consecuencias que tiene y de la situación en la que viven la mayoría de las personas que la padecen, no nos pueden echar una mano. Ese primer paso lo hemos dado con la ayuda de los medios de comunicación. El altavoz son ellos, aunque nosotros pongamos la voz. Tengo que reconocerles que, en ese sentido, estoy muy satisfecho y se lo agradezco.
Hablando de sus compañeros, de ese ‘equipo de la ELA' que mencionó en la rueda de prensa, ¿le ha ayudado el saber que también los tienes a ellos?
Sin duda. Creo que nos sirve a todos porque sientes que el que te está escuchando o leyendo está en tu mismo nivel y, por eso, te entiende. Entré en este mundo de la ELA hace dos años. Entonces, era un ‘ignorante’. Los compañeros me han ayudado a tener una idea clara sobre la enfermedad para que el mensaje no se entienda como personal, sino colectivo, de equipo. A día de hoy, me siento un afortunado porque he conocido entornos cercanos a ellos maravillosos. En momentos de dificultad, amigos seguramente vas a tener unos cuantos, pero la familia no te va a fallar nunca, y percibir que no lo hace en una situación como esta da mucha satisfacción.
Cambiando de tercio. ¿Es cierto que lo primero que ocurre tras el diagnóstico de la ELA es la derivación a servicios sociales?
Es así. Nuestro compañero Francisco Luzón era lo que transmitía y yo estoy tratando de darle continuidad a esa idea porque, en el fondo, sigo pensando que es el problema de base. Como pasamos la enfermedad en el domicilio, te derivan a servicios sociales, pero es que nosotros somos enfermos yeso requiere, sobre todo en fases más adelantadas, cuidados sanitarios, no sociales. Necesitamos un profesional cerca de nosotros que sepa resolver el problema que podamos tener, por ejemplo, con un respirador o una sonda. Claro que, si no hay nadie, acaba aprendiéndolo tu persona más cercana, la pareja o un hijo, pero eso no es lo justo. Lo que venimos reivindicando es que hay que adaptar también las ayudas a las consecuencias de cada enfermedad. Nosotros no ocupamos la cama de un hospital en ningún momento, salvo cuando nos hacen la traqueostomía o la PEG (sonda de gastronomía endoscópica percutánea). Sino gastamos ni tenemos la posibilidad de recibir un tratamiento, tendrán que adaptar estas ayudas a nuestras necesidades y que la Seguridad Social, como enfermos que somos, se haga cargo de ese gasto, que no es posible de mantener para el 95% de las familias.
¿Qué opina de que no se pasase a trámite la proposición de ley que presentó Cs en el Congreso para que los pacientes de ELA obtengan ayudas públicas?
No entiendo esa decisión. Estamos hablando de un tema de salud. La ELA está por encima de las ideologías, del lugar de nacimiento o del color dela piel. Nos puede ser diagnosticado a cualquiera. Nosotros no vamos a romper los Presupuestos Generales del Estado con nuestras necesidades. De eso estoy seguro. Lo que me sorprende es que para los políticos sigamos siendo, a pesar de la visibilidad que está teniendo la enfermedad, invisibles. Hay algunos que se han movido, pero es que estamos ante algo que les debería de remover sus conciencias. Estamos hablando de una enfermedad incurable con una esperanza de vida entre 3 y 5 años.
¿Está a favor de la eutanasia?
Estoy a favor de tener ese derecho en determinadas circunstancias, pero es cierto y entiendo que muchos compañeros de enfermedad sientan que casi te están incitando a la muerte en vez de a vivir. No podemos olvidar como sociedad que el primer derecho, el imprescindible, es el derecho a la vida, y es el que nosotros estamos pidiendo: el derecho a una vida digna. Eso se consigue con ayudas y recursos que lleguen ya de una vez. Nosotros lo que transmitimos es que antes del derecho a decidir si queremos tener una muerte digna, es poder tener realmente una vida digna.
Hablemos de su libro. ¿Cómo surge la iniciativa?
De una llamada de la editorial Planeta en la que me hacen ver que mi historia podría ser interesante de contar en un libro. Tengo que decir con toda claridad que tomé la decisión porque, de esta manera, podría conseguir recursos económicos en beneficio dela investigación como la mayoría de retos y eventos que acompaño u organizo con amigos y gente cercana. Es una forma de sentirme útil, de darle sentido a mi vida. Por eso, animo a que lo compren porque, además de entretenerles, les va a dar también la satisfacción de saber que lo están haciendo por una buena causa.
¿Qué mensaje mandaría a los jóvenes que puedan estar leyendo esta entrevista?
La vida merece la pena disfrutarla, y eso no es solamente estar con los amigos o salir a tomar unas cervezas, que también, sino aceptarla tal y como viene. Hay que normalizar que llegarán momentos difíciles, que algunos los podrás controlar y otros que no. Lo que intento transmitir a los jóvenes es que no se agobien, no se impacienten y no se vean incapaces de solucionar dificultades. Estoy convencido de que el ser humano tiene una capacidad de adaptación y una fuerza que, muchas veces, ni nosotros mismos creemos. Entonces, que no vean el problema como algo negativo, sino como una posibilidad de superarlos y sentirse uno más capaz. Eso es la vida.
¿Considera Juan Carlos Unzué que ha tenido ‘una vida plena’, como dice el título de su libro?
Sin ninguna duda. Además, no es que haya sido plena hasta el diagnóstico. No. Te puedo decir que es plena hasta este mismo momento en el que estamos haciendo la entrevista. Lo siento así y estoy seguro por el cariño y apoyo que he recibido este año y medio como consecuencia de hacer público mi diagnóstico. Animo, sobre todo, a los chicos jóvenes a que, cuando tengan algo positivo que transmitir, cuando sientan cariño, algo intenso por otra persona, se lo digamos, se lo hagamos saber. Anticipaos. Que sea un hábito.
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