Película viene de piel: el origen de las palabras del mundo del cine

Podría decirse que la historia del cine comenzó el 28 de diciembre de 1895 gracias a la proyección en París de la primera obra cinematográfica de la historia, aquella en la que se veía a unos obreros salir de una fábrica de Lyon rodada por los hermanos Lumière.

El término “cine” es un acortamiento de “cinematógrafo”, siendo este último un instrumento que permitía la toma, proyección y copiado de imágenes en movimiento. La palabra “cinematógrafo” es una adaptación del francés cinématographe, construcción que surge de la unión de dos palabras procedentes del griego: κίνημαατος (se lee “kínematos”), que significa ‘movimiento’, y γραφή (se lee “grafé”), que significa ‘escritura’. Una interpretación de esto podría ser la de ‘escritura del movimiento’, ya que a fin de cuentas una película cinematográfica se caracteriza por ser eso: un conjunto de imágenes que se mueven y que permiten contar una historia.

Por su parte, la palabra “película” viene del latín pellicŭla, pero en su origen no se refería a nada que tuviese que ver con el mundo del cine, sino que era un diminutivo de ‘piel’. Debido al aspecto de la cinta de celuloide, similar a una delgada piel, se empleó ese término para designar a esta serie de imágenes fotográficas a modo de comparación.

Y si hay un acompañamiento que no puede faltar a la hora de ver una película, esas son las palomitas. Realmente ese nombre lo reciben solo en España, y es un diminutivo de la palabra “paloma”, haciendo alusión a la forma que adoptan los granos de maíz cuando se tuestan y revientan. En inglés, por ejemplo, el nombre es popcorn, mientras que en algunas zonas de Latinoamérica tales como Argentina se las conoce como “pochoclos”. 

Con respecto a las butacas, la palabra viene del cumanagoto, la lengua que usaba un pueblo amerindio de la familia caribe que habitó en Cumaná, y cuyos descendientes habitan actualmente en Venezuela. Originalmente se escribía putaca, y significaba ‘asiento’.

En cuanto a los actores, el término viene del latín actor, que significa ‘el que lleva a cabo la acción’. Estos siempre interpretan el papel de un personaje que, en función de su personalidad, desarrollo y acciones, puede clasificarse de varias formas. En primer lugar, los personajes pueden organizarse en principales y secundarios. El protagonista es el personaje principal en la historia. La palabra viene del griego πρωταγωνιστής (se lee “protagonistés”), un compuesto de πρῶτος (“protos”), que significa ‘primero’, y ἀγωνιστής  (“agonistés”), que significa ‘luchador’. Por tanto, el protagonista se interpreta como el ‘primer luchador’, es decir, aquel sobre el que gira la acción. 

El protagonista puede ser, a su vez, un héroe, un antihéroe o un villano. La palabra héroe viene del griego ἥρως (se lee “heros”), y se usa para identificar a aquel personaje que se sacrifica por el bien social. El antihéroe, sin embargo, busca más bien su beneficio a nivel particular y no tiene los rasgos característicos del héroe: no es perfecto, sino que posee defectos; es decir, es el personaje que, siendo bueno, no encaja en la figura de héroe tradicional.

Un villano, por otro lado, es aquel personaje malvado que trata de evitar que el héroe prospere en su misión y cuya satisfacción personal pasa por causarle un daño a la sociedad para poder cumplir su objetivo. La palabra tiene un origen curioso: viene del latín villanus. Inicialmente no se entendía al villanus como nosotros lo entendemos, es decir, como a un personaje ruin con fines poco éticos. El sustantivo deriva de “villa”, y villanus era la forma de llamar a aquellas personas que habitaban en pueblos y pequeñas ciudades. Al no ser gente que perteneciera a la nobleza, no tenían como tal un código de honor, por lo que se consideraba que tenían más posibilidades de cometer actos ruines que alguien de una clase social más alta. Con el tiempo y a causa de las connotaciones semánticas de esta palabra, esta creación se fue extendiendo hasta designar lo que actualmente son nuestros villanos.