Aunque este relato pueda sonar un tanto a ciencia ficción, el caso fue auténticamente real. Una singular experiencia, no resuelta aún, que metió el resuello del miedo en el cuerpo a un nutrido grupo de experimentados pescadores de Almería, que hoy, después de haber pasado veinte años desde que se produjeron los hechos, no se explican lo sucedido, ni que no hubiese una información clara y precisa sobre el suceso por parte de las autoridades españolas de Marina.
El pesquero "José María Pastor" con base en el puerto de Almería navegó durante media hora a remolque de un submarino “fantasma”, al que accidentalmente se engancharon sus redes cuando la embarcación se encontraba faenando en aguas del Estrecho de Gibraltar, según constaba en el informe denuncia que unos días después de producirse el incidente presentó el armador del barco en la Comandancia Militar de Marina de Almería.
El hecho ocurrió a primeras horas de la madrugada del 3 de octubre de 1999 cuando el barco, dedicado a la pesca de arrastre, se encontraba faenando a unas veintisiete millas de la costa española en aguas del océano Atlántico.
Según el parte informativo emitido por el patrón y suscrito por la dotación, el pesquero “José María Pastor” fue sacudido por un fuerte tirón en sus aparejos, tras lo cual la tripulación observó entre sorprendida y atónita, como al poco tiempo el pesquero navegaba en sentido contrario a su marcha con evidencias claras de que el barco estaba siendo arrastrado sacándolo de su posición.
Los pescadores almerienses vivieron unos momentos de gran tensión y sentimiento de pánico al verse impotentes para intentar detener el desconocido y fuerte impulso que los empujaba vertiginosamente mar adentro.
Durante unos treinta minutos el “José María Pastor” fue arrastrado varios centenares de metros hasta que las redes cedieron, momento en el que la sorprendida tripulación observó como a corta distancia de donde se encontraban, un submarino emergía a la superficie. Fueron solo unos minutos los que duró su presencia en la superficie ya que de inmediato se sumergió sin que los tripulantes todavía con el miedo en el cuerpo y en la oscuridad de la noche pudieran darse cuenta de algunos detalles significativos que sirviesen para su posterior identificación. No obstante, no se descartó que se tratara de un submarino nuclear.
Conocido el singular hecho, la Jefatura del Estado Mayor de la Armada informó a la Comandancia Militar de Marina de Almería que el submarino causante del incidente que pudo tener graves y funestas consecuencias para la dotación del pesquero, no podía ser español y que tampoco pertenecía a la OTAN, ya que en el momento en que se produjo el extraño suceso no había ninguno de la organización navegando por la zona o sus proximidades.
Un portavoz de la Comandancia Militar de Marina dijo en aquellos días que no existía una confirmación de la versión del armador, aunque indicaron que el incidente tenía bastante verosimilitud porque por esa zona era frecuente la navegación de submarinos de países como la India, Argelia, China o Polonia, además de los de los países de la OTAN.
La familia del armador manifestó públicamente su pesar por todo lo ocurrido ya que además de la crisis emocional que sufrieron los miembros de la tripulación, el incidente les ocasionó cuantiosas pérdidas materiales impidiendo durante un tiempo que el pesquero normalizara su situación y pudiera volver a salir a faenar a la mar. Todos los aparejos y las artes de pesca quedaron destrozadas sin que el armador del pesquero pudiese reclamar responsabilidad económica por las pérdidas causantes al desconocerse a que país pertenecía el submarino.
La escasa anchura del estrecho- poco más de catorce kilómetros- y el intenso tráfico marítimo que sostienen sus aguas- más de 82.000 buques al año-, tanto entre el océano Atlántico y el Mediterráneo como entre Europa y África, le convierten en el lugar más transitado del mundo, y está considerado como una zona de importante valor estratégico civil y militar.
A pesar de la intensa vigilancia en las costas españolas, y de los acuerdos de colaboración para evitarlo entre España y Marruecos, el estrecho de Gibraltar continúa siendo un punto de paso de numerosas pateras en las que inmigrantes mayoritariamente africanos intentan llegar desde África a Europa así como el transito de numerosos buques de múltiples y variadas nacionalidades.
Curiosamente en ese mismo mes de octubre se produjo otra noticia un tanto curiosa con epicentro en el mar. Una barca de la cofradía de Sant Carles de la Ràpita pescó un torpedo de 500 kilos. Entre las redes de la embarcación se enganchó un proyectil de tres metros de longitud, que resultó ser una mina sin carga explosiva extraviada hace un año durante unas maniobras realizadas por la Armada norteamericana en la zona.
En un primer momento, los pescadores pensaron que se trataba de una bomba caída durante la Guerra Civil, pero los especialistas de la Armada Española, una vez examinada comprobaron que se trataba de una mina de profundidad, sin carga explosiva que se perdió el año anterior durante unos ejercicios militares de la OTAN que llevaron a cabo buques de Estados Unidos en aguas de esta localidad.
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