El crimen de la Venta Ramírez aparece en los anales de la historia del crimen en España. Un crimen de odio larvado durante muchos años que enfrentó a dos familias conocidas en la Almería de aquellos tiempos. Posiblemente este caso sea el crimen más antiguo o conocido a nivel popular en la provincia almeriense en los últimos dos siglos.
El 13 de febrero de 1884, sobre las once de la mañana, Antonio Hernández Soler, un pastor que llevaba sus cabras a pastar, informó a una pareja de la Guardia Civil del servicio de carreteras sobre la presencia de un cuerpo sin vida en la zona abrupta del barranco de San Telmo, cuyo cadáver semioculto entre matorrales y pencas se avistaba desde donde se encontraba el pastor y su rebaño.
Los agentes desplazados hasta el lugar- donde en la actualidad se encuentra Bayana- comprobaron de inmediato que el cadáver correspondía a un hombre fallecido por una muerte violenta. En una de las manos aún llevaba una tijera de podar y según las estimaciones de los agentes de la Benemérita el hombre llevaba ya muerto entre cuatro y cinco horas.
El cuerpo tenía dos heridas por arma de fuego cuyos perdigones de posta se habían expandido especialmente sobre la zona torácica y miembros inferiores, presentando además otra herida profunda en la cabeza, posiblemente y por sus características la que definitivamente le ocasionara la muerte. Estaba boca abajo y fue tiroteado por la espalda. No le dio tiempo a utilizar la escopeta que siempre llevaba consigo. El arma se halló en la pequeña vereda de acceso al barranco a unos dos metros del cadáver. Fue cazado mientras cortaba unas plantas.
La víctima fue identificada como José Ramírez Padilla, propietario de la popular y conocida Venta Ramírez existente a unos dos kilómetros de donde se halló el cadáver.
Según declararon entonces los familiares, ese día a primeras horas de la mañana la víctima pensaba ir a su finca situada a poco más de un kilómetro de su casa para sembrar un bancal de patatas y además tenía concertada para antes de medio día la venta de unos sacos de simiente a dos agricultores de la zona.
Sin embargo José Ramírez Padilla no llegó al cortijo El Balsón. Alguien acechándole y en la penumbra de las primeras luces del día le descerrajó dos tiros que acabaron con su vida. Nada más conocerse el asesinato, de inmediato la Guardia Civil centró sus investigaciones en una familia vecina conocida como “Los López” empleados en el cobro de la renta de consumo en el fielato, sospechosos de su implicación en el crimen. A la Benemérita le constaban la existencia de numerosas amenazas de muerte por parte del patriarca de la familia Diego López Gómez de 62 años contra los miembros de Los Ramírez, enfrentados según se decía, desde muchos años antes por unos problemas de tierras. La víctima incluso informó al propio gobernador civil y en el juzgado sobre estas amenazas que le llegaban por medio de “avisadores “e incluso mediante cartas. Ambos clanes familiares sostenían desde hacía años frecuentes enfrentamientos en los que no faltaron tumultos y riñas con cruce de disparos de por medio.
Investigación
Según la investigación de la Guardia Civil-reflejada en la sentencia de la Audiencia de Almería-Diego López, el patriarca y uno de sus hijos buscaron a un oscuro personaje para asesinar a Ramírez. Habían ideado una fórmula para quitárselo de en medio.
Se trajeron de la localidad de Polopos a Antonio Moreno Martín de 38 años, un individuo de mala fama y de escasos recursos económicos a quien colocaron como tapadera en el negocio de la renta de consumo, aunque el auténtico fin de su venida hasta Almería fue para acabar con la vida de José Ramírez Padilla como así quedó sobradamente probado durante la celebración del juicio en la capital. Sobre este sujeto en particular la Guardia Civil fijó toda su atención con el objetivo de esclarecer el caso.
El día del crimen por la mañana alguien lo vio escopeta al hombro merodeando por las inmediaciones de la Venta Ramírez y el barranco de San Telmo.
Las declaraciones de un testigo, José Estrella, echaron por tierra todas cuantas coartadas se había preparado el sujeto que incluso después de asesinato se afeitó la barba para cambiar de apariencia, alegando que lo hizo por los calores. La Guardia Civil le aclaró que aún faltaba para el verano y que se encontraban en el mes de febrero. Incluso el mismo día del asesinato y antes de su detención, el criminal se encontró fortuitamente con el cabo de carabineros José Araus Martín a quien le dijo que tenía intención de marcharse a Madrid porque había tenido unos problemas con Los López a los que consideraba unos sinvergüenzas. Ignoraba que la Guardia Civil ya lo tenía enfilado como principal sospechoso.
Una vez detenido nuevos testigos declararon haberle visto por el camino de Enix, alejándose de prisa por la zona la misma mañana del crimen, incluso unos días antes de cometer el asesinato Antonio Moreno le preguntó al alguacil del juzgado sobre qué pena se le imponía a quien matase a un hombre. Fue de alguna manera un crimen anunciado. Toda la gente del entorno de Los Ramírez sabía que el patriarca estaba amenazado de muerte. Los López se la tenían jurada.
En relación con el caso la Guardia Civil arrestó junto a Antonio Moreno Martín a Diego López Gómez de 68 años y a otras ocho personas más, los siete hijos y un sobrino del patriarca familiar por su implicación en el crimen.
La Audiencia Provincial de Almería condenó el 27 de noviembre de 1885 a Antonio Moreno y Diego López a las penas de cadena perpetua por considerar al primero autor material del crimen y al segundo inductor del asesinato sentencias que fueron firmadas por el magistrado ponente José Muñoz y Gaviria junto a los jueces Carlos Halcón y Manuel Yaquero. Los hermanos Francisco, Juan, Diego y Luis López Rubio fueron condenados a penas entre los 15 y 17 años de prisión. Lo otros dos hermanos y el sobrino fueron absueltos.
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