Aunque Catar no tiene fama de ser un país deportivo, ha conseguido atraer al mundo del deporte gracias a la organización del Mundial de Fútbol. De hecho, se espera que el deporte –junto con el turismo– sea una parte clave del futuro económico de Catar dadas sus finitas reservas de petróleo y gas.
Sin embargo, el estatus de Catar como anfitrión de la Copa del Mundo ha sido muy controvertido. ¿Por qué ha ocurrido? ¿Y cómo han maniobrado la FIFA y Catar para desviar las críticas?
Sorprendente anfitrión
En 2010, Catar ganó por sorpresa la votación de la FIFA para organizar la Copa del Mundo de 2022, una decisión que los críticos atribuyeron a influencias extrañas más allá de la propia candidatura.
Resultaba difícil entender cómo Catar, con temperaturas medias diurnas de más de 40℃ en verano, era un entorno ideal para este torneo.
Unos años más tarde, en una decisión sin precedentes, la FIFA permitió a Catar trasladar el evento a su invierno, a pesar de que eso perturbaría los calendarios de las competiciones en el hemisferio norte.
Así, a pesar de que algunos críticos pedían que la organización del Mundial le fuera retirada de Catar, este minúsculo país del Golfo, con una economía excepcionalmente rica procedente del petróleo y el gas, conservó el apoyo de la FIFA.
Presión renovada
Sin embargo, el respaldo de la FIFA a Catar no tardó en verse sometido a nuevas presiones, por dos motivos principales.
En primer lugar, los críticos reafirmaron su consternación por el hecho de que el país anfitrión sea hostil a la homosexualidad. En 2010, la FIFA era consciente de la posición de Catar de que la homosexualidad es una afrenta al Islam, y aceptó que Catar no se apartara de sus normas culturales.
En respuesta, el entonces presidente de la FIFA, Sepp Blatter, bromeó torpemente diciendo que los aficionados al fútbol LGBTQI+ podrían “abstenerse” de realizar actividades amorosas durante su estancia en Catar.
En segundo lugar, Catar había permitido que se explotara a [trabajadores extranjeros] vulnerables –que eran fundamentales para la construcción de las infraestructuras de la Copa del Mundo–, con condiciones de empleo y de vida cercanas a la esclavitud.
Aunque es difícil obtener cifras precisas, una investigación realizada en febrero de 2021 por The Guardian estimó que había habido alrededor de 6.500 muertes en lugares de trabajo en la década posterior a la concesión de la organización de la Copa del Mundo a Catar. Aunque no todos trabajaban específicamente en las instalaciones del torneo, los expertos afirman que la mayoría estaban empleados en las obras de infraestructura que apoyan el evento.
La FIFA era muy consciente de que la construcción de estadios dependería de la importación de mano de obra extranjera en el marco del conocido “sistema de kafala”, que permite a los empresarios ricos oprimir a los trabajadores empobrecidos.
Derechos humanos
Las reticencias de Occidente a que Catar fuera elegido como anfitrión de la Copa del Mundo han provocado, sin duda, un despertar de lo que se ha descrito como “la sensibilidad de la FIFA hacia los derechos humanos”. Destacan dos hechos.
En primer lugar, ante la presión concertada sobre los derechos humanos, los estatutos de la FIFA se modificaron en 2013 para declarar que la discriminación por “orientación sexual” está “estrictamente prohibida y se castiga con la suspensión o la expulsión” de la competición.
Sin embargo, los anfitriones de la Copa del Mundo Rusia (2018) y Catar (2022) ya tenían en aquel momento contratos para organizar el evento de acuerdo con sus propias leyes y costumbres, que son hostiles a la homosexualidad.
La FIFA, al optar por no insistir en la cuestión de la libertad sexual con ninguno de los dos anfitriones previstos, estaba retrasando de hecho la aplicación de las medidas antidiscriminatorias incluidas en su estatuto modificado de 2013.
De hecho, para la Copa del Mundo de 2026, los derechos humanos han sido un elemento central del proceso de selección de la ciudad anfitriona, y los candidatos debían “desarrollar planes detallados de derechos humanos”.
En segundo lugar, ante la presión concertada de organismos de defensa de los derechos de los trabajadores, la FIFA se comprometió a respetar los convenios de la Organización Internacional del Trabajo. Por lo tanto, la política de Derechos Humanos de la FIFA en 2017 se ajustaba a los Principios Rectores de la ONU) sobre las empresas y los Derechos Humanos. Sin embargo, una vez más, se trataba de una posición para el futuro: los acuerdos con las candidaturas de Rusia y Catar ya estaban firmados.
La FIFA podía, si lo deseaba, amenazar con retirar cualquiera de los dos acuerdos firmados ya con las dos sedes. Pero no tenía interés en las consecuencias logísticas ni en las posibles repercusiones legales. En cambio, en el caso de Catar, la FIFA se consoló abogando por reformas de las condiciones laborales de los trabajadores extranjeros.
Según un informe de Equidem, una organización benéfica de derechos humanos y laborales, la explotación de los trabajadores inmigrantes ha continuado, lo que significa que las reformas prometidas no se han aplicado adecuadamente.
Además, Catar ha rechazado ferozmente las reclamaciones de los organismos de derechos humanos –junto con la FIFA– de que debe indemnizar a las familias de los trabajadores extranjeros muertos en la construcción de las infraestructuras del Mundial.
Magnitudes extraordinarias
Catar ha hecho un esfuerzo extraordinario para organizar la Copa del Mundo, con un gasto estimado de 100.000 millones de dólares en infraestructuras. Las temperaturas diurnas en invierno pueden alcanzar a menudo los 30℃, por lo que los ocho estadios (siete de ellos nuevos) estarán climatizados a un mínimo de 24℃.
Para desplazar a los espectadores por los recintos, se ha creado el metro de Doha, complementado por un nuevo sistema de transporte en autobús.
Once hoteles de lujo se inauguraron justo antes de la Copa Mundial, y el volumen de habitaciones en todo Catar se triplicó en la última década. Sin embargo, esto será insuficiente para albergar a los casi tres millones de aficionados que se preveía que viajasen a Doha.
A ello se suman los cruceros y los minihoteles flotantes, así como las minúsculas cabinas y tiendas de campaña en la villa de los aficionados.
Catar afirma que la Copa del Mundo será neutra en carbono gracias a las energías renovables y a las compensaciones de carbono, y a la multiplicación por diez de los espacios verdes alrededor de Doha, incluyendo más de un millón de árboles nuevos.
Algunos expertos en clima han cuestionado la solidez de tales afirmaciones.
Pero la utilización de contenedores de transporte reciclados en la construcción de estadios, así como la prevista donación de asientos reutilizables en varios estadios, hablan del creciente compromiso con la sostenibilidad de Catar.
Ajustar temporalmente las normas locales
Catar, a pesar de organizar un evento mundial, lo hace desde de un prisma local. Es el primer país musulmán que organiza la Copa Mundial y, por tanto, aporta su propia visión del mundo a la competición de la FIFA.
Es probable que dos cuestiones pongan a prueba tanto a los anfitriones como a los aficionados al fútbol.
En primer lugar, la Copa del Mundo se asocia desde hace tiempo con el consumo de grandes cantidades de alcohol. Aunque el alcohol está disponible en Catar, beber en público es contrario a la ley.
Esta postura se ha modificado para el Mundial: se venderá alcohol en los recintos de los estadios, pero no durante los partidos. Los aficionados tendrán que saciar su sed en un plazo de tres horas antes del inicio del partido y una hora después del mismo.
Sin embargo, la zona de los aficionados (fan zone) de Catar, con capacidad para 40.000 personas, permite la venta de alcohol desde las 18:30 hasta la 1:00, por lo que es posible ver los partidos nocturnos en pantalla grande mientras se bebe una cerveza. Sin embargo, quienes beban demasiado se arriesgan a ser alojados temporalmente en “carpas de sobriedad”.
En segundo lugar, Catar ha tratado de asegurar a los aficionados al fútbol de cualquier orientación sexual que estarán seguros y serán bienvenidos, aunque con la advertencia de que las demostraciones públicas de afecto –de cualquier tipo– están “mal vistas” a nivel local.
Al igual que con el alcohol, ahora parece que Catar dará cabida temporalmente a normas diferentes. Según un informe de un sitio de noticias holandés, que dijo haber visto documentos compartidos entre los organizadores del torneo y la policía catarí, las personas de la comunidad LGBTQI+ que “muestren afecto en público no serán reprendidas, detenidas ni procesadas. Podrán llevar banderas del arco iris. Las parejas del mismo sexo podrán compartir habitación de hotel”.
El mundo ha llegado a Catar y, al menos por un tiempo, el país está ajustando sus normas locales. Un legado más duradero de la Copa del Mundo ha sido la introducción de reformas graduales en el trato a los trabajadores extranjeros, aunque la falta de una indemnización para las familias de los trabajadores fallecidos sigue implicando una maldita tarjeta roja para Catar.
Daryl Adair. Associate Professor of Sport Management, University of Technology Sydney.
Este artículo se ha publicado en Theconversation.
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