Crónicas del ayer: tragedia en el restaurante El Pintao Viejo de Abla

La fecha del sábado 10 de abril de 1993, traerá siempre de triste recuerdo en la provincia de Almería. El restaurante "El Pintao Viejo” de Abla de una gran solera y tradición fue escenario de este desgraciado incidente, que se saldó con la muerte de cuatro personas y 27 heridas por una explosión de gas.

Ese día, la actividad en el restaurante había sido la habitual de la semana, con un gran trasiego de comensales ya que el local era un habitual punto de encuentro a la hora del almuerzo, especialmente para los numerosos viajeros que cubrían el trayecto de Almería- Granada y viceversa. 

A las cinco de la tarde, hora en que se produjo la deflagración, los comensales más rezagados terminaban los postres o apuraban lentamente los cafés. Todos ellos iban de paso. Para unos el destino final del viaje era Almería y para otros Granada.

El propietario mientras ultimaba los detalles para cerrar advirtió la presencia de un fuerte olor a gas procedente de la cocina que empezaba ya a extenderse amenazante por otras dependencias del restaurante. 

Sin dudarlo, ordenó el desalojo del comedor apremiando a salir a los clientes. Unas treinta personas comenzaron a abandonar el establecimiento. Todo se produjo en breves segundos. La terrible explosión ‑que se originó en la cocina del restaurante‑ le provocó la muerte en el acto a Consuelo Martínez de 70 años sin darle tiempo a salir de la cocina.

El violento impacto sorprendió a la mayoría de los clientes cuando algunos ya se encontraban en la calle o en la puerta del local. Si hubiesen permanecido solo un par de minutos más las desgracias personales hubiesen sido mucho mayores. Cinco coches aparcados en la misma calle del restaurante sufrieron daños materiales alcanzados por la fuerte onda expansiva.

Abla quedó conmocionada. Desde el centro de Salud, situado a unos cien metros donde se produjo la tragedia y desde el cuartel de la Guardia Civil no cesaban las comunicaciones demandando ambulancias y auxilio para los heridos. 

En el Gobierno Civil de Almería se coordinaban las labores de intervención, mientras se ponían en alerta cero los quirófanos de Torrecárdenas. Desde la capital se desplazaron quince ambulancias, dos coches de bomberos y un equipo de especialistas en explosivos de la Guardia Civil.

Más de veinte personas, fueron asistidas en el departamento de Urgencias en el hospital de la capital. Veinticuatro horas más tarde, casi todos los heridos excepto tres, que ingresaron en la UCI, fueron dados de alta clínica. Seis días más tarde, el 16 de abril, fallecía en la UCI María del Mar Aparicio, propietaria del restaurante tras haber permanecido en estado crítico debatiéndose entre la vida y la muerte.

Un día después, el 17 de abril de 1993 falleció Rocío Escobar, de 33 años. Sufría un estallido de la bóveda craneal. Su corazón y otros órganos fueron trasplantados. 

El 20 de mayo y tras cuarenta días, debatiéndose entre la vida y la muerte, falleció el sacerdote Liborio López Lupiañez, al no poder superar su irreversible situación después de haber sido intervenido de la rotura del bazo y otras lesiones internas.

El restaurante quedó prácticamente destrozado y durante el tiempo que duraron las investigaciones fue precintado por orden judicial. Tanto el Gabinete de Policía Científica de la Comisaría de Almería, como los técnicos y artificieros de los EDEX de la Guardia Civil elaboraron distintos informes sobre las causas del incidente. Repsol, desplazó desde Granada técnicos especialistas, cuyas investigaciones se aportaron al sumario. 

Entre las hipótesis causantes del incidente se especuló sobre la falta de una anilla a la goma de la bombona de gas, como el elemento causante del escape. Sea como sea, lo cierto es que cuatro personas inocentes perdieron la vida y más de una veintena resultaron afectadas, algunas de ellas con secuelas importantes.