Manuel Pérez Berenguel, alias “El Mota” como era conocido y temido en la provincia fue fusilado el 17 de julio de 1945. Se dice que Almería fue la única provincia que tuvo más “maquis” muertos. Se habla de 32. Sin embargo, el número de “enlaces” detenidos situó a la provincia junto a Jaén como las únicas de Andalucía en la que ni uno de ellos se entregaron a la Guardia Civil. Mitad maqui y forajido huido al monte, para unos-que lo identificaron con numerosas fechorías- y para otras, un hombre tranquilo y excelente persona fue realmente víctima de una cruel y acosada persecución que lo llevaron a una huída desesperada.
Se dice que en la primavera de 1942 se echó al monte y tres años después “El Mota” fue fusilado el 17 de julio de 1945 en un paredón del cementerio de San José, un día antes de recibir un anunciado indulto y que por razones un tanto extrañas llegó con un sospechoso retraso.
Contaban que los niños y mozalbetes de aquellos años, atribulados por la leyenda del bandido acudían a la cárcel para encaramándose por las tapias y verle la cara a través de los barrotes de la celda. Manuel Pérez Berenguel, nació en Benahadux a finales del año 1907. Durante su infancia y adolescencia se dedicó al pastoreo como el resto de la familia y apenas tuvo tiempo de ir a la escuela, Unos años más tarde se colocó de minero en una explotación de azufre en la Partala de Benahadux donde le pillo la guerra.
Se casó con 22 años a finales de 1929 con María Góngora, pero una delación marcó su camino. Fue traicionado por alguien, Se habló de un cortijero de Rioja que puso a las autoridades sobre la pista para poner fin a sus fechorías. No obstante, al margen de su leyenda negra de bandidaje también se le tildó de empedernido mujeriego. Lo de sus amoríos con otras mujeres por Rioja, Pechina y Benahadux corría de boca en boca.
Acabada la guerra civil El Mota como tantos otros vencidos huyeron a Francia y al poco tiempo empezó a rondarle por la cabeza huir del campo de concentración francés. Un buen día logró escapar y al poco tiempo apareció en Benahadux en su casa en Los Castillejos. Su mujer le informa de lo que ocurre con detenciones, palizas y fusilamientos a todos aquellos de izquierdas como él, único delito para una persona honrada que no era un ladrón ni un asesino y al empezar a sentirse acosado por la persecución franquista puso tierra por medio.
Primero se fue al Marchal de Antón López y luego a Rágol donde vivían unos parientes. En Enix vivió una larga temporada. Se cuenta que una mujer se enamoró de Manuel, cuyo marido la maltrataba- El Mota ya no está a gusto allí y decide irse y es cuando ya comienza a extenderse su leyenda de forajido. Pronto se cuenta que en Laujar mató a un guardia civil durante un tiroteo. Un vecino fue quien lo denunció por un robo inexistente. La suerte ya estaba echada y El Mota, fuese o no el autor de aquella muerte ya estaba en el punto de mira de la Guardia Civil.
Durante cierto tiempo las batidas de la Guardia Civil por las sierras buscando al Mota se sucedían una tras otra. Las hazañas del Mota se multiplicaban. Algunos se preguntaban cómo podía estar en tantos sitios a la vez. Cualquier robo, cualquier hecho delictivo tenía como dedo acusador al Mota. Se dice que era un maestro del disfraz, Se vistió de sacerdote, militar e incluso de empleado de una funeraria. Incluso en una ocasión con varios de sus hombres lograron hacerse pasar por miembros de “la Brigadilla” de la Guardia Civil.
Lo cogieron finalmente a mediados de enero de 1945 en Rioja en el llamado cortijo de San Miguel. Un cortijero lo delató a la Guardia Civil. En el momento de su detención El Mota dormía placenteramente.
Las autoridades locales escogieron para su fusilamiento, el 17 de Julio para evitar la muerte en una fecha tan señalada como la festividad de la Virgen del Carmen o la conmemoración entonces del Alzamiento.
Ese día, El Mota lo pasó en su celda incomunicado. Tuvo entereza en todo momento y no se revolvió o agredió a los funcionarios cuando lo sacaron de la celda camino de la muerte. Ya en el cementerio, con paso, firme se dirigió a la tapia que le señalaron sus ejecutores. Eran las siete menos cuarto de la mañana. Como testigos se encontraban F. Tortosa Cañadas y A. Rojas Guillén Murió agujereado a balazos llevándose a la tumba muchos misterios no aclarados de su vida. Como su misma tumba, que nadie sabe donde está.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/4/sociedad/249558/cronicas-del-ayer-el-mota-criminal-o-victima