Un fallo humano. Esa fue la hipótesis generalizada tras la investigación llevada a cabo por los efectivos de la Guardia Civil de Tráfico de Almería que instruyeron el atestado y diligencias sobre este terrible accidente de circulación que hace veinticinco años provocó la muerte de siete pensionistas y donde otros catorce resultaron heridos de diferentes pronósticos- algunos en estado crítico- la madrugada del 21 de agosto de 1997.
Ocurrió en la autovía del Mediterráneo, en las cercanías de la localidad almeriense de Níjar. Un autocar repleto de pasajeros se salió de la carretera por el margen derecho de la calzada dando varias vueltas de campana. Se especuló que el estado del firme de la carretera afectado por el rocío de las primeras horas de la mañana pudo haber influido negativamente y que el conductor perdiera el control del vehículo, sufriese alguna distracción o se despistase.
Según testimonios de algunos de los supervivientes del terrible accidente que resultaron indemnes el conductor del autocar se quejó en varias ocasiones antes de emprender viaje que se encontraba algo enfermo y que durante la tarde había tenido fiebre. La propia empresa que había fletado el autocar, fue rotunda al confirmar que la causa del siniestro se podría atribuir a un fallo humano. El accidente ocurrió en torno a las siete menos cuarto de la madrugada, con la autopista sin apenas tráfico, en una prolongada recta y con una visibilidad perfecta. Algunos de los supervivientes de la tragedia relataron que iban escuchando música, cuando el vehículo empezó a inclinarse hacia la derecha suavemente hasta que se rompió el petril y se despeñó por un pequeño barranco de unos tres metros de altura. Tras dar el vehículo varias vueltas de campana, el techo del autocar quedó aplastado hasta los cabezales de los asientos. Debajo quedaban muertos en el acto siete de los ocupantes, la mayoría de ellos personas de la tercera edad. La escena era dantesca. Gritos, lamentos, llamadas de auxilio entre un amasijo de hierros y chapas del autobús. Antonio Peral, un joven de 22 años que viajaba junto a sus padres en la parte trasera del autobús, fue el primero de los pasajeros que pudo salir del vehículo a través de una ventana rota. Fue quien dio el primer aviso del accidente gracias al teléfono móvil de un automovilista que se había detenido. Los pasajeros del autocar eran en su mayor parte personas de la tercera edad y participaban en un viaje promocional, El autocar había recogido a los pasajeros en dos barrios distintos de Almería y se dirigía a La Manga del Mar Menor. Los fallecidos fueron Juan Peláez Cortés, Diego Pérez Carreño, Dolores Nieto Ibáñez, Dolores González Maldonado, Carmen Sorroche Fernández, Elena Manzano Fernández y Purificación Salmerón. En el hospital Torrecárdenas de Almería fueron atendidas 41 personas y 17 de ellas quedaron ingresadas.
Recordemos que, en este mismo lugar, aunque en el carril contrario, se registró, dos años antes, otro aparatoso accidente de autocar al salirse de la vía por causas que no fueron en principio determinadas y en el que murieron tres personas y una decena de pasajeros resultaron heridos de diferentes pronósticos. Se repitieron escenas dantescas sucediéndose los gritos, lamentos, y peticiones de auxilio junto a la angustiosa llamada de socorro de los heridos atemorizados entre el amasijo de hierros y chapas del autobús.
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