El balance fue de diez muertos en el acto y más de una treintena de heridos, doce de ellos en estado crítico de los que posteriormente más de la mitad fallecieron. Se consideró por parte de las autoridades que en la catástrofe murieron alrededor de veinte personas.
El accidente ocurrió minutos antes de la una de la tarde. El tren correo numero 2 acababa de salir de la estación de Pulpí con destino a Águilas. Los familiares de los viajeros que habían acudido a despedirles advirtieron aterrorizados como nada más tomar la salida el convoy llevando recorridos unos cien metros, vieron como a lo lejos por la misma vía y por una pendiente venia un tren mercancías procedente de Almendricos a una velocidad inusual pasando por la estación como una exhalación.
El maquinista del tren mercancías A- 22 gritaba desaforadamente agitando los brazos. Chillaba y gesticulaba tratando de llamar la atención a sus compañeros de estación. En medio de la confusión, uno de los mozos de estación se dio cuenta realmente de lo que estaba pasando. El tren mercancías había perdido el control y los frenos no respondían. No quedaba tiempo, dos minutos después se estrellaba frontalmente contra el tren correo. Una mole de más de 700 toneladas, la locomotora y las doce unidades circulaban a más de cien kilómetros por hora. A unos 200 metros se produjo la inevitable colisión.
El violento impacto de los trenes arrancó de cuajo más de doscientos metros de raíles. En un lateral de la vía, quedaron volcados los doce vagones del tren mercancías.
El estruendo del choque retumbó en todo el pueblo. A la hora de producirse el accidente, la noticia se propagó como la pólvora por los municipios limítrofes. La estación se convirtió en un hervidero de personas. La gente preguntaba, se ofrecía para ayudar, pero era difícil la coordinación. Los primeros vecinos que acudieron al lugar del suceso se quedaron horrorizados. Entre las vías, los vagones descarrilados eran unas grandes hogueras cuya humareda impedía ver claramente la situación. Hierros retorcidos, chapas y maderas se confundían con los primeros cadáveres que se iban encontrando los voluntarios del rescate.
Mientras tanto el jefe de estación comenzó el penoso trámite de comunicar la tragedia a sus superiores. Casi en simultáneo se transmiten dos escuetos telegramas, uno para el juzgado de instrucción de Purchena y otro dirigido al gobernador civil de Almería.
Conocida la catástrofe comenzaron a llegar los primeros auxilios con personas viajando en camionetas y algunas de ellas en los escasos coches particulares. Desde Águilas salió un tren con material sanitario y personal médico. Los heridos fueron evacuados hasta Águilas, Lorca y Murcia, ya que en Pulpí en aquellas fechas no existía ningún centro sanitario adecuado para recibir asistencia médica.
A las cinco y media de la tarde comenzar a identificarse los primeros cadáveres. Muchos de los heridos en estado crítico fallecieron cuando estaban siendo evacuados antes de llegar a sus destinos.
Curiosamente el maquinista y fogonero del tren mercancías salvaron la vida en el último momento saltando de la locomotora en marcha al darse cuenta de que el choque era inevitable.
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