La noche del 17 de noviembre de 1993 las amigas de George Drew Hansford, un británico propietario del pub 'Los Contrabandistas' de la urbanización de Roquetas de Mar, encontraron su cadáver decapitado y descuartizado en ocho bolsas de basura en el interior de su propio chalet. Todas las circunstancias del caso podrían haber sido de especial lucimiento del inefable detective Hércules Poirot. No hizo falta, la Policía Judicial de la Guardia Civil aclaró lo que parecía un turbio y oscuro asunto en un tiempo récord. Este cruel asesinato fue recogido por la prensa británica con un alusivo recuerdo a otro extraño caso, como fue el crimen de una enfermera británica en Aguadulce en agosto de 1991 cuyo cadáver no se llegó a encontrar.
Poco podían imaginarse las amigas del británico George Drew Hansford, que se lo iban a encontrar descuartizado en su propia vivienda, cuando tras haber tomado unas copas por diferentes pubs de la urbanización, sobre las tres de la madrugada, las jóvenes llegaron al chalet propiedad del inglés con la intención de descansar unas horas y esperar el nuevo día.
La impresión fue tremenda. Tras abrir la puerta con una de las llaves que el británico les había facilitado y encender la luz, las tres muchachas se quedaron sobrecogidas sin poder articular palabra. La habitación olía a sangre. Regueros y manchas de sangre en las paredes.
En ocho bolsas de basura estaba descuartizado el cadáver del propietario de la finca. En una de las bolsas, más próxima a la puerta de entrada a la casa, se encontró la cabeza. El chalet del británico George Drew Hansford de 61 años de edad y afincando en la provincia desde hacía varios años, se encontraba en la calle río Verde la urbanización de Roquetas de Mar.
El espectáculo que presentaba el salón principal de la vivienda era simplemente dantesco. Los gritos de terror resonaron en la tranquilidad de la noche en toda la urbanización.
A partir de ese momento el nerviosismo se apoderó de las chicas, que fuertemente impresionadas, informaron telefónicamente del horroroso descubrimiento a la Guardia Civil.
Unas horas más tarde, un equipo de la Policía Judicial se encontraba en el chalet practicando las primeras inspecciones oculares, tomando huellas empezando a interrogarse a conocidos, vecinos y amigos de la víctima de la colonia británica. La jueza Victoria Ortuño, fue la encargada de instruir el sumario. Veinticuatro horas más tarde, la Guardia Civil detenía como principal inculpado en el crimen a F. H. de 57 años, amigo y socio en diversos negocios con el inglés, Sus huellas aparecieron en una carretilla encontrada en el jardín del chalet del británico. Sin embargo, unos restos de sangre que aparecieron en el salón del chalet, una vez analizados revelaron que el ADN no pertenecía al inculpado, aunque no obstante la jueza decretó su ingreso en Acebuche.
George Drew fue visto por última vez el 15 de noviembre jugando a los dardos en una taberna de la urbanización, junto a un grupo de amigos entre los que se encontraba F. H. y según parece anunció su intención de irse unos días al Reino Unido a pasar una semana de vacaciones. El detenido tenía una deuda con el británico de unas 150.000 libras esterlinas. Ambos se conocían desde 1985 y habían sido socios e incluso la víctima le había comprado el chalet en el que vivía a su asesino. Una violenta discusión por motivos económicos desembocó en la tragedia.
Según la reconstrucción del asesinato, la víctima en estado de coma, pero aún con vida fue descuartizado con una pequeña sierra de cortar metales e introducido su cuerpo en ocho bolsas de basura.
La Audiencia Provincial lo condenó a veintiséis años de cárcel y pagar a los herederos de George Drew una indemnización de veinte millones de pesetas.
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