Estaba paseando, como todas las mañanas, por el Marítimo de Torremolinos cuando recibí un mensaje: “Antonio, sedado y en la UCI”. Me lo enviaba el compañero periodista en tantas lides Francisco Romacho. Enseguida supe que se refería a Antonio Ramos porque en breves segundos otros compañeros, no menos activistas de nuestra profesión y de la libertad en años difíciles, como Antonio Checa, Rafael Rodríguez, Pablo Juliá y Gómez Cardeña se sumaron al demoledor mensaje. Yo detuve mi paseo, me senté a orillas del mar, tranquilo como una balsa de aceite, y dejé que mis recuerdos, vivencias y cercanía profesional y personal acompañaran en sus últimos momentos a quien se nos iba sin remedio.
Así ha sido, Antonio Ramos Espejo se nos ha ido de forma inteligente, muy propia de él, en vísperas del Día de Andalucía, tierra a la que tanta amaba y, sobre todo, a su gente como tenía demostrado desde que en 1972 tomara el pulso a la sociedad, en especial de los más desprotegidos. Antonio Ramos cuando ejercer el periodismo en España era más que un ejercicio arriesgado y hasta peligroso daba ejemplo de cómo manejar el lenguaje para defender la libertad, escapar de la censura y, poco a poco, adentrarse por los difíciles vericuetos ideológicos del ejercicio permanente de ser andaluz, tal y como lo tiene escrito y definido el profesor Manuel Clavero Arévalo. Maestro de la verdad, del periodismo auténtico, sin tapujos ni medias verdades; implacable flagelador que fuera del esperpento de quienes han hecho de la mentira y de las noticias falsas su razón de existir y forma impresentable de llenar las alforjas. Antonio Ramos era todo lo contrario, como lo tiene demostrado en sus trabajos y en sus 16 libros.
Como son muchos los trabajos los que se detienen en el recorrido profesional de Antonio Ramos Espejo, muy extenso y fructífero por otra parte, yo quiero recordar momentos claves en su vida personal, profesional y de militancia activa a favor de la democracia. Es como la crónica de cómo pasar de la dictadura a la democracia, siendo Ramos principal y valiente actor.
De la mano, el corazón y la copla, con sus reivindicativas letrillas, se acercaría a Carlos Cano para sentir el estremecimiento de escuchar, por primera vez, el himno de Andalucía en la ciudad de Ronda. En su mala y quebrada voz tenía especial sentido aquello que se reivindicaba: “Andaluces, pedid tierra y libertad…”.
Luego, todo fue una larga travesía por la Transición, dejando huellas imborrables en sus trabajos, escritos y conferencias. Yo recuerdo una de ellas, cuando ya entrado el año 2001, a espaldas del campo del Betis, en restaurante de cuyo nombre no me acuerdo, conseguí reunir a 17 periodistas que habíamos vivido en primera línea la Transición que, pese a sus defectos, nos hizo pasar del franquismo a la democracia. Y de ellos, Antonio Ramos, con su capacidad de síntesis, se acendrado espíritu democrático, sería el primero en dar el paso en dirigir y coordinar los 9 libros 'Crónica de la Transición en Andalucía'. En los mismos está sembrado el espíritu de quien hizo de la Transición su ley de vida. De ello pueden dar fe cuantos nos sentamos a compartir mesa y mantel con Ramos como hace años me recordaba Mercedes de Pablos y Pilar del Río, compañeras de muchas fatigas.
Pero es que, además, y propio de quienes hacíamos de la sobremesa un Think tank o como prefería decir Ramos, “tanque de pensamiento”, con más de un chupito maltés, como diría Francis Romacho, surgió en el barrio trianero, en pub de buen recuerdo, poner en marcha la Enciclopedia General de Andalucía. ¿Quién fue el adelantado del proyecto? Antonio Ramos. ¿Quiénes fueron los alimentadores? En aquella noche verbenera de ideas comulgaban Juan José Téllez, Antonio Checa Godoy, Francisco Romacho, Pablo Juliá, Antonio Chaves, Rafael Rodríguez y Sánchez Traver y el que esto firma, en una servilleta puso su firma como futuro editor enciclopédico. Fue una de las noches extremas de Ramos, capaz como nadie a la hora de defender una idea y un proyecto, siempre en alerta, con las ideas claras y hasta rotundas. Fue, en recuerdo de Romacho, una noche extrema donde Ramos hizo valer su indudable capacidad para formar equipo e ilusionar hasta a personas tan descreídas, en el sentido bíblico de la palabra, como tiene demostrado Pablo Juliá.
Y Ramos, como era su tempo italiano, se puso mano a la obra, enganchó a un equipo joven para juntar letras que dieran vida a la Enciclopedia a los que llamaba “mis enciclopédicos”, por no decir, “mis hijos”, sumó cerca de 200 ilustres profesores de las 9 universidades públicas andaluzas al proyecto y, como no podía ser de otra manera, quienes en aquella noche bendijeron lo bendijeron con líquido oloroso, de suave color tostado y origen maltés, terminarían formando la guardia pretoriana de la mayor realidad enciclopédica de Andalucía. Y Antonio Ramos fue el jefe de los pretorianos, pero sin ejercer de jefe, sino de amigo.
Vaya en su recuerdo, el recuerdo histórico de un periodista que se nos fue siendo periodista. “Ahí es na”, sentencia Francisco Romacho. Y yo que lo firmo.
En la foto que acompaña este texto, históricos de la Transición: de derecha a izquierda, Antonio Ramos, Santiago S. Traver, Ignacio Camacho, José Aguilar, Juan de Dios Mellado, Juan Teba (fallecido), Antonio Checa, Juan José Téllez, Pablo Juliá, Francisco Romacho, Rafael Rodríguez y Antonio Chaves, todos ellos colaboradores de Antonio Ramos en los libros sobre la Transición en Andalucía y la Enciclopedia General de Andalucía.
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