La sociedad cambia a un ritmo vertiginoso. Cambia la cultura, cambian las tecnologías, cambian las modas y el estilo de vida y, por supuesto, cambian las relaciones interpersonales. El matrimonio ‘de toda la vida’, en el que un varón y una mujer se casaban por la iglesia y tenían hijos a los que criaban juntos, es agua del pasado. En España y Europa este modelo de familia se ha transformado drásticamente en los últimos cincuenta años, y su tendencia a la baja no hace más que evidenciarse.
Ahora, en torno a la mitad de la gente no se casa nunca y los que se casan lo hacen a edades cada vez más avanzadas. Según el Observatorio Demográfico del CEU-CEFAS (Centro de Estudios, Formación y Análisis Social), en un estudio titulado ‘Transformación y crisis de la institución matrimonial en España’, la tasa de nupcialidad (número de matrimonios por cada 1.000 habitantes) ha caído la mitad desde 1976, pasando del 7,2 por ciento al 3,7 en 2022.
Hay que tener en cuenta que 2022 es un año anodino en cuanto a las estadísticas, pues viene muy condicionado por todos los matrimonios pospuestos a raíz de la pandemia, sin ir más lejos, el número de enlaces realizados pasó de 87.481 en 2020 a 172.871 en 2022. Sin embargo, los datos reflejan que desde 2007, año en el que se registraron más de 200.000 bodas, nunca se ha superado esa cifra. De hecho, tomando como referencia las últimas dos décadas y suprimiendo el 2020, de 2012 a 2022 se celebraron en nuestro país más de 300.000 bodas menos que en el decenio anterior.
En esta coyuntura, Almería no ha sido la excepción. Según el INE, las bodas en nuestra provincia también han ido disminuyendo. En 1975 se celebraron 2.835, y las uniones en Almería nunca bajaron de las 2.500 hasta 2009 (inicios de la crisis económica). Desde entonces no se han llegado a recuperar esas cifras, llegando a situarse en algunos años por debajo de las 2.000.
Muchos son los factores que pueden explicar este fenómeno, pero a nadie se le escapa que la economía, el miedo al compromiso o las nuevas concepciones de familia son algunos de los más determinantes.
El dinero como epicentro de todo
Pocos cambios sociológicos en la España del último medio siglo son tan profundos como el desplome del porcentaje de españoles que se casan con menos de 30 años, que ha pasado de ser algo mayoritario a ser casi la excepción. Según el Observatorio Demográfico, la edad media a la que contraen matrimonio los españoles por primera vez ha pasado en los hombres de 26,7 años en 1976 a 36,8 en 2022. Entre las mujeres ha aumentado aún más, desde 24,1 a 34,9.
No podemos pasar por alto que esto, en gran medida, se debe tanto a la inestabilidad económica de los jóvenes como al gran dispendio que requiere un evento de tal magnitud. Según el INE, el desempleo juvenil en España dobla la media europea, situádose en 28,36 por ciento en 2023. Asimismo, según un estudio de Sonia Aránzazu, investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja, una boda en España ronda los 21.000 euros, lo que coloca a nuestro país, junto con Italia y Reino Unido, entre los lugares más caros para casarse del mundo.
¿Abocado al fracaso?
No nos engañemos, el ‘hasta que la muerte os separe’ es algo más propio de las películas que de la vida real. Según el estudio del Observatorio, la probabilidad aproximada de que un matrimonio termine en divorcio estaría en torno al 50 por ciento en los últimos años, y de que un español medio se divorcie a lo largo de su vida está cercana al 30 por ciento. Es cierto que el indicador ha disminuido ligeramente desde entonces, pero es algo lógico si tenemos en cuenta el descenso de bodas año a año.
Solo en 2022 se produjeron 81.302 divorcios en nuestro país, aunque hay quienes no se rinden y deciden volver a probar suerte, y es que el porcentaje de españoles que no se casan por primera vez ha pasado de un 2,1 por ciento en 1970 a un 20,3 en 2021 en el caso de las mujeres, y de un 1,1 a un 18,7 por ciento en el caso de los hombres. Es decir, en torno al veinte por ciento de las personas que se casan en nuestro país lo hacen por segunda, tercera o cuarta vez.
Vínculo obsoleto
Antiguamente, el matrimonio era un objetivo en la vida de cualquier persona, fundamental en el reconocimiento y prestigio social, pero los datos reflejan que es una percepción que no ha quedado exenta de transformación. Entre los españoles y europeos que murieron en 2021 con 80 años o más, menos del ocho por ciento estaban solteros. El resto fallecieron casados, viudos o divorciados. En cambio, las actuales tasas de primonupcialidad estiman que algo más de la mitad de los españoles jóvenes no se casarán nunca.
Es curioso además observar que los matrimonios religiosos han pasado de ser el 77 por ciento del total de uniones en 1996 a ser tan solo el 19 por ciento en la actualidad.
El matrimonio en nuestro país vive sus momentos más inciertos. A grandes rasgos, es notable que más del 50 por ciento de los jóvenes no se vaya a casar nunca o que la mitad de los matrimonios que se realizan año a año tengan fecha de caducidad. Además de los datos analizados, también se ha multiplicado el número de hogares unipersonales, las familias monoparentales o la convivencia en pareja sin necesidad de oficialidad. No dejan de ser síntomas de lo mucho que hemos cambiado como especie en los últimos cincuenta años, en una sociedad que, para bien o para mal, nunca deja de avanzar.
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