“Empecé a jugar a las siete de la tarde y a las doce ya tenía 5.000 euros en la cuenta. Me creí que era la gallina de los huevos de oro y seguí jugando. A las ocho de la mañana, menos de 24 horas después, debía esos 5.000”. Es el testimonio de Antonio (nombre ficticio), un joven que sufre de ludopatía y que ha acumulado una deuda de casi 30.000 euros.
Y es que, aunque parezca que sí, en el juego nunca se gana: “Está diseñado para que acabes perdiéndolo todo”. El suyo es uno de los numerosos casos que afectan a la provincia de Almería, que en 2021 fue la segunda con más ludópatas de toda Andalucía, tan solo por detrás de Huelva.
Cada vez más jóvenes
Los profesionales alertan del incremento de la enfermedad entre los chicos de 18 a 25 años e, incluso, entre los menores de edad, especialmente del género masculino. “Te metes en cualquier grupo de Whatsapp de gente joven y en muchos te encuentras con que han hecho apuestas deportivas”, explica Tania, psicóloga de la Asociación Almeriense de Jugadores de Azar en Rehabilitación (INDALAJER). Antonio concuerda con la sanitaria: “Si te vas a un bar a ver un partido de fútbol y ves a un grupo de chavales en el que todos están mirando sus móviles en lugar de la televisión, ese grupo seguro que ha apostado”. Él lamenta que en esos grupos, “el raro” es el que no juega.
Esta práctica se incentiva por la existencia de los casinos y salones online, que permiten saltarse el impedimento de que algún conocido los vea entrando a un local. En 2021, la Junta de Andalucía reforzó las medidas de vigilancia para impedir el acceso a los menores a este tipo de locales. Se prohibía así la construcción de salones a menos de 150 metros de centros educativos y la publicidad antes de las 24.00 horas. Aún así, la asociación considera que no es suficiente.
Es una enfermedad
Aunque socialmente es vista como un vicio más, la ludopatía está catalogada como un trastorno psicológico que puede llevar al enfermo a sufrir de insomnio y de una grave ansiedad. “Es una adicción. El jugar les genera la misma sensación que cuando te metes una raya de coca”, asegura Rocío, trabajadora social de INDALAJER.
Es, además, una de las enfermedades mentales más difíciles de detectar: “El ludópata es el mejor actor del mundo”, subraya Tania, que afirma que los jugadores suelen ser personas muy agradables que llevan una doble vida.
“Está la que la gente ve y la que realmente lleva el jugador”, explica Antonio, quien, ante los ojos de sus amigos, era un tipo genial que viajaba todos los fines de semana: “Lo que no sabían era de dónde salía ese dinero. Lo invertía en viajar con mi novia en lugar de pagar una deuda que cada vez era más grande”.
Iván, un enfermo rehabilitado, lamenta que el juego esté tan normalizado en España: “Allá donde mires te vas a encontrar un salón, están por todas partes. Vas a cualquier lado y hay gente comprando un rasca, un boleto de lotería o jugando a una tragaperras”.
La asociación INDALAJER
Se trata de un organismo que ayuda a rehabilitar a los jugadores patológicos. Realizan sesiones colectivas e individuales de la mano de Tania y de Rocío, quienes son ayudadas por los monitores, personas que, como Iván y Antonio, han sido dados de alta o están a punto de lograrlo.
En el centro, las reglas para las personas en rehabilitación son estrictas: “Nada de juegos de ningún tipo, las cuentas deben ser públicas y mancomunadas, solo se puede llevar una cantidad de dinero en efectivo y siempre dando parte de en qué se lo gastan. Tampoco pueden beber ni drogarse”, explica Iván. “Un ludópata lo es para siempre y, por tanto, puede recaer. Por eso somos tan estrictos”, afirma Tania.
La psicóloga señala que con la ludopatía no solo se pierde dinero, sino también algo más valioso: el tiempo. Iván recuerda lo unido que estaba a su familia antes de caer en el juego: "Todo cambió, solo podía pensar en recuperar la deuda jugando más, pasaba mucho tiempo solo". Durante ese periodo su madre se rompió el hombro en el trabajo y a su padre le dio un pequeño ictus. Lamenta no haberlos cuidado más: "Iba al hospital a ver a mi padre, estaba cinco minutos y me iba. Solo quería estar en casa".
Las reacciones
Cuando un hijo, un hermano o una pareja cuenta su adicción, es un golpe para la familia. "Suelen tener su vida más o menos estructurada, su dinero ahorrado, sus expectativas... De pronto te das cuenta de que nada es como pensabas o de que ese dinero ya no está", explica Rocío, que, por su oficio, está en constante contacto con los familiares: "Suelen llegar con mucha desconfianza hacia el jugador o, incluso, con una ruptura a nivel familiar, económico y psicológico. Los padres muchas veces me dicen que quieren que vuelva a ser el niño que era antes".
Antes los padres se preocupaban por que su hijo "no se metiera en la heroína", hoy "yo temo que se haga ludópata", reflexiona la trabajadora social, que recuerda que son dos adicciones muy parecidas. Respecto a las parejas, pocas son las que logran resistir la noticia. En los casos de Antonio e Iván, no lo resistieron.
Fotografía de gstockstudio, descargada de www.depositphotos.com
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