Las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o el Big Data están revolucionando la manera en que los semáforos contribuyen a una movilidad más fluida y segura. Lo que supone que lo que hoy conocemos está dando paso a un cambio significativo para el mañana.
Los semáforos tradicionales, esos que todos damos por sentado, han cumplido durante décadas una función elemental: coordinar el paso de vehículos y peatones mediante ciclos fijos. Sin embargo, su funcionamiento no se adapta a situaciones de tráfico inusuales, como atascos o fluctuaciones en la densidad del tráfico. Aquí es donde las innovaciones tecnológicas están marcando la diferencia, transformando estos dispositivos en verdaderos “guardianes inteligentes” de nuestras calles.
¿Qué es un semáforo inteligente?
A lo largo del día, el tráfico no es uniforme: horas punta, noches tranquilas, tormentas inesperadas… Cada situación exige respuestas distintas, y es aquí donde los semáforos inteligentes despliegan su potencial. Estos dispositivos son capaces de ajustar sus ciclos de manera dinámica, evitando embotellamientos y mejorando la circulación. Es necesario recordar que saltarse un semáforo en rojo acarrea una sanción de 200 euros y la pérdida de cuatro puntos del carnet.
La clave está en la tecnología. Gracias a sensores, cámaras y algoritmos avanzados, estos semáforos recopilan datos sobre el entorno y los usan para adaptarse al flujo de tráfico en tiempo real. En algunos casos, incluso se conectan con sistemas municipales de gestión de tráfico, compartiendo información para optimizar la movilidad urbana. A futuro, se espera que se integren en redes de transporte inteligente y se comuniquen directamente con vehículos y usuarios.
Casos que ya se están probando
En Alemania, por ejemplo, ya se prueban semáforos que utilizan inteligencia artificial para analizar la velocidad de los vehículos y ajustar los tiempos de espera. Este sistema ha demostrado que puede reducir hasta un 15 % el tiempo de desplazamiento en zonas urbanas. Por otro lado, hay modelos capaces de regular la velocidad en tramos específicos. Si un conductor circula demasiado rápido, el sistema puede intervenir, cambiando la señalización del tramo para disuadir comportamientos peligrosos.
En cuanto a la seguridad, las aplicaciones son bastante destacables. En Argentina, un modelo desarrollado en colaboración con Honda, la empresa japonesa, utiliza reconocimiento facial para detectar si los motociclistas llevan casco. Si no lo hacen, el semáforo mantiene la luz roja y muestra el rostro del infractor en una pantalla hasta que se cumpla la normativa. Estos son conocidos como semáforos concientizadores.
En Brasil, otro tipo de semáforo busca mejorar la movilidad de las personas con discapacidad visual. A través de una aplicación móvil, este sistema detecta a los usuarios y les proporciona instrucciones precisas para cruzar de manera segura, un avance crucial en entornos urbanos ruidosos.
Así las cosas, poco podemos vaticinar sobre lo que la innovación aportará al tráfico y las carreteras, aunque lo que parece claro es que el futuro irá enfocado controlar lo máximo posible lo que ocurra en ellas. Las aplicaciones ya se están probando en otros países, por lo que no sería de extrañar que llegaran más pronto que tarde a España.
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