Los semáforos son dispositivos de señalización que se colocan en intersecciones y otros puntos estratégicos para regular el tráfico y, por ende, el paso de peatones. El primer semáforo, creado por John Peake Knight, se instaló en Londres en 1868. El crecimiento de las señales de tráfico está estrechamente relacionado con el aumento acelerado del tráfico automovilístico, especialmente en Estados Unidos, tras la introducción del modelo T por Henry Ford en 1908 y su producción en serie a partir de 1913. Por primera vez, los automóviles se volvieron accesibles y confiables para los desplazamientos masivos.
En España, el primer semáforo, conocido como una “farola de señales luminosas”, apareció el 17 de marzo de 1926 en la actual Gran Vía de Madrid. Desde entonces, se ha convertido en un elemento crucial en las carreteras para regular el tráfico, especialmente en áreas urbanas. El diseño y funcionamiento de los semáforos no son aleatorios; están pensados para minimizar los riesgos en las intersecciones, que son puntos críticos donde se cruzan diferentes flujos de tránsito.
El nuevo color en los semáforos
Un estudio de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, realizado por el Dr. Ali Hajbabaie y titulado: "Control de intersección de fase blanca mediante coordinación distribuida: un paradigma de controlador móvil en un flujo de tráfico mixto", propone una innovadora "luz blanca" que podría revolucionar la forma en que los vehículos autónomos interactúan con el tráfico. Esta nueva señal permitiría a estos vehículos no solo ayudar a gestionar el flujo vehicular, sino también informar a los conductores humanos sobre lo que está sucediendo en las intersecciones. Según simulaciones computacionales, este enfoque tiene el potencial de mejorar notablemente los tiempos de viaje y reducir el consumo de combustible en estas áreas críticas.
El concepto detrás de la luz blanca se basa en la capacidad de los vehículos autónomos para comunicarse de manera inalámbrica entre ellos y con el sistema que controla las señales de tráfico. Cuando un número suficiente de vehículos autónomos se acerca a una intersección, se activa la luz blanca. Esta señal indica que los vehículos están coordinando su movimiento, lo que permite un paso más fluido y eficiente a través de la intersección.
"Esto reduce el consumo de combustible, porque hay menos tráfico con paradas y arranques. Cuanto mayor sea el porcentaje de tráfico en una intersección de fase blanca formado por vehículos autónomos, más rápido se moverá el tráfico a través de la intersección y mejores serán los números de consumo de combustible", asegura Hajbabaie.
Además, es importante destacar que cuanto mayor sea el porcentaje de vehículos autónomos en una intersección con luz blanca, más rápido se moverá el tráfico y mejores serán los resultados en términos de eficiencia de combustible. Las simulaciones demostraron que cuando solo entre el 10 y el 30% del tráfico en una intersección de fase blanca estaba compuesto por vehículos autónomos, se producían mejoras relativamente pequeñas en el flujo de tráfico. Pero a medida que aumentaba el porcentaje de vehículos autónomos en las intersecciones de fase blanca, también lo hacían los beneficios.
De momento, los investigadores reconocen que los gobiernos no van a instalar semáforos completamente nuevos en cada intersección en el futuro inmediato. Sin embargo, es una muestra de las innovaciones venideras que podrían revolucionar el tráfico de maneras casi inconcebibles.
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