Marcela se ha quedado perpleja al escuchar la proposición de matrimonio que, tan repentinamente, le ha hecho su amado. La joven, que no está segura de que deban casarse tan pronto, intenta negarse, pero no encuentra la excusa adecuada para rechazar un destino que parece marcado para ella.
Ariel es el hombre que Marcela quiere y desea. Eso es algo que ya no se puede negar. Marcela quiere unir su vida al hombre de sus sueños, al que ama locamente. Desde el primer momento en el que le vio en el cementerio, Marcela supo que Ariel sería el amor de su vida.
El miedo de Marcela
No obstante, Marcela le recuerda a Ariel que si quieren construir una vida juntos, deberán hacer frente a muchos obstáculos con nombre de mujer: doña Roberta, Emilce, Lucía, etc. Nadie les apoyará en su idea de contraer matrimonio. «Quizá nuestra boda esté condenada al fracaso y yo no quiero seguir sufriendo», dice Marcela con lágrimas en los ojos.
Una loca propuesta
A pesar de las reticencias de su amada, Ariel no se amilana ante los problemas. Tiene claro que quiere a Marcela y eso es lo único que importa: «Yo he nacido para hacerte feliz, el resto del mundo me da igual. Eso y nada más es en lo que tienes que pensar». Así pues, Ariel le hace una descabellada propuesta a su amada: «Vamos a casarnos en secreto, sin contárselo a nadie, ni dar explicaciones. De esta forma, evitaremos que alguien atente contra nosotros antes de la boda».
Encantada, Marcela no tarda ni dos segundos en aceptar la proposición. La dueña de la pensión dónde se hospeda Ariel se ofrece para ayudarles a preparar la ceremonia. Los enamorados le agradecen su buena disposición. «Cuando volvamos a la ciudad, daremos la noticia de nuestro enlace a todo el mundo», dice Ariel, antes de darle un tierno beso a Marcela en los labios.
Sentencia firme
Mientras se disponen a celebrar su boda con alegría, en la mansión de los Mejía Guzmán todo es un tremendo caos. Doña Roberta descubre que Clotilde ha seguido viéndose a sus espaldas con Joaquín, uno de los empleados de la editorial, y está furiosa. La mujer no solo le prohíbe a su hija que siga adelante con dicha relación, sino que le comunica que ha decidido casarla con un hombre a su altura. «Seré yo quien elija a tu marido. No me fío de tu criterio», sentencia doña Roberta.
Una nueva mujer
Clotilde, que ya está muy lejos de ser la joven sumisa y obediente de antaño, se niega a cumplir con los deseos de su madre. La muchacha le deja claro a doña Roberta que ella ama a Joaquín y no va a permitir que nadie maneje sus sentimientos de semejante forma. Clotilde defenderá ante todos lo que siente y, aunque su madre se empeñe en lo contrario, ella será feliz al lado del hombre que ama. «Necesito liberarme de la presión que mi madre ejerce sobre mí», se dice Clotilde a sí misma con determinación.
Dolor de hermana
Laura, que es testigo del enfrentamiento entre su madre y su hermana, se muestra muy orgullosa de esta última. Clotilde está haciendo lo que ella nunca hizo: enfrentarse a su progenitora. «Si yo hubiera tenido los arrestos de negarme a obedecer a nuestra madre, no estaría casada con un hombre al que no amo y nunca amaré», dice Laura a Clotilde.
«Quiero pruebas»
Al día siguiente, la noticia de que Ariel y Marcela están juntos en San Sebastián corre como la pólvora entre los amigos y familiares de la pareja. Algunos de ellos, llevados por diferentes motivos, deciden trasladarse hasta el lugar en el que los enamorados están disfrutando de unas románticas vacaciones. Emilce es una de las personas que realiza dicho viaje, pues desea comprobar con sus propios ojos si es cierto que Ariel ha iniciado una relación con su madrastra.
Duelo de mujeres
Emilce no tarda mucho en dar con el hostal en el que se está hospedando Ariel. La mujer intenta hacerle ver que su romance con Marcela es una estupidez y una pérdida de tiempo. Además, Emilce intenta convencer a Ariel de que regrese a Caracas con él cuanto antes, pero este se niega: «No voy a permitir que nadie se crea con derecho de controlar mi vida, mucho menos tú». Por su parte, María Elena también se traslada hasta San Sebastián, pues no se resigna a la idea de que Marcela le haya robado al hombre que la haría rica y feliz.
Un hijo leal
Por otro lado, Flavio ha viajado hasta San Sebastián por órdenes de la propia doña Roberta. Esta quiere que su hijo averigüe hasta qué punto ha llegado el idilio entre Marcela y Ariel. Obarrio también va hasta la ciudad, dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger los intereses de Marcela. No se fía de Ariel y cree que este podría estar engañándola para hacerse con su parte de la fortuna.
Pequeña escapada
A pesar de la vigilancia feroz de la que están siendo víctimas, Marcela y Ariel logran esquivar a Emilce, Obarrio, Flavio y María Elena. Los enamorados celebran, finalmente, su clandestino enlace sin más testigos que la dueña del hostal en la que se hospeda Ariel. Ambos sellan con un romántico beso su promesa de amor eterno.
Un deje de tristeza...
Horas más tarde, Ariel y Marcela se muestran muy emocionados con su reciente boda, pero el hecho de tener que esconderse y no poder gritar a los cuatro vientos cuánto se aman lo felices que son, les hace sentir un tanto apesadumbrados. «Me gustaría que todo el mundo supiera ya que soy tu esposa, de verdad», le dice Marcela a Ariel con cierta tristeza en su rostro y en su voz.
Un gran temor
Lo cierto es que Marcela había soñado con que este día fuese totalmente diferente. La joven siempre había pensado que su boda con Ariel sería en una bonita iglesia, con bancos llenos de flores y de invitados, la marcha nupcial sonando a todo volumen y ella, con un vestido largo, recorriendo el extenso pasillo de la catedral del brazo de su padre. En el altar se reuniría con el amor de su vida.
Sin embargo, las cosas no siempre salen como uno las imagina y la realidad es muy diferente. Marcela no llora ahora de emoción, sino de pánico, pues siente temor al pensar en la reacción de doña Roberta cuando se entere del enlace. También le preocupa que vaya a pensar su madre y Alma, ya que ninguna de las dos se ha mostrado a favor de su relación con Ariel.
Regreso a casa
Marcela y Ariel sorprenden a Emilce, María Elena, Obarrio y Flavio con la noticia de su matrimonio.
Barrio y Flavio intentan convencer a Marcela para que vuelva con ellos a Caracas y se olvide de la locura infantil que es este matrimonio secreto. Por fin, Marcela acepta regresar y, acompañada de Chepa, Obarrio y Flavio, vuelva hacia la capital venezolana.
Emilce advierte a Ariel sobre los peligros que corre. Si doña Roberta se entera de que se ha casado con Marcela en secreto, haría hasta lo imposible para arrebatarle la fortuna que ha heredado. Para que eso no ocurra, Emilce le propone a Ariel que le diga a su abuela que se fue de viaje con otra muchacha y no con Marcela, a la que tanto odia.
Siguiendo los consejos de la pérfi da Emilce, Ariel se queda en San Sebastián con María Elena, para hacerles creer a todos que es con ella con quien realizó la romántica escapada y escapar así de la furia de doña Roberta.
A golpe limpio
Al día siguiente, en Caracas y en medio de una fuerte discusión entre doña Roberta y Lucía, esta última golpea a la primera al descubrir que había intentado robar un documento que podía arruinar a Marcela y Ariel, en el que caso de que estos oficializaran su relación.
Diego, fi el servidor de su suegra, denuncia a Lucía ante la policía por agresión. No obstante, cuando las autoridades llegan para defender a Lucía, esta finge haber sido herida por doña Roberta, evitando así pasar una noche en el calabozo. Lucía se promete a sí misma que hará todo lo posible por vengarse de los Mejía Guzmán.
Pequeña
En medio de ese desorden, Ariel telefonea a su madre para tranquilizarla. «Te prometo que todo está bien», dice ella. Sin embargo, el joven nota a su progenitora algo inquieta. Lo mismo le ocurre a Lucía, que se muere por saber qué es lo que ha ocurrido entre su hija y Ariel durante su estancia en San Sebastián: «No me creo que él haya estado allí con María Elena y que su encuentro con Marcela fuese casual».
En serios problemas
Marcela piensa ahora que su matrimonio secreto con Ariel ha sido un error. Todo el mundo se opone a su relación y si su boda clandestina llegase a oídos de más personas, sería todo un escándalo.
Para colmo, la joven cree que puede estar embarazada y no sabe qué hacer con el bebé. Por su mente no pasa la idea de deshacerse de su hijo, sin embargo, sabe que traerlo a este mundo sería un acto peligroso.
Laura, descubierta
Laura sigue adelante con su romance extramatrimonial con Obarrio. La mujer se siente muy feliz y segura en brazos del abogado, hasta que la desgracia hace acto de presencia en su vida.
Más pronto que tarde, Diego sorprende a su mujer con el abogado. La traición de Laura ha sido descubierta. Mientras que Diego no puede creer lo que ven sus ojos, Laura teme que Diego le cuente a su madre todo sobre su engaño y que esta, una vez más, vuelva a tomar el control de su vida.
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