Laura sigue insistiendo para que Diego acepte concederle el divorcio, pero él se niega una y otra vez, como hiciese hace días: «Deberías dejar de rogar de una vez, porque tu deseo no se va a cumplir nunca». Aunque Diego ya no ama a su esposa, si es que alguna vez la amó, a Laura no le quedará más remedio que continuar casada con él por
obligación y por evitar que Diego les quite a sus hijos. «Jamás voy a permitir que abandones nuestro hogar y, mucho menos, dejaré que te largues con otro hombre », sentencia él.
Una mujer amargada
Lo cierto es que lo único que le interesa a Diego de Laura es su fortuna. Sabe que si se separan, dejará de disfrutar de los privilegios que tiene siendo miembro de la familia Mejía Guzmán.
Diego está acostumbrado a un nivel de vida que no piensa perder, aunque el precio sea seguir casado con una mujer que no quiere y que, encima, le ha engañado con otro tipo. «Parece que mi vida está condenada a ser un infierno», se lamenta Laura con su hermana Clotilde, después de ponerle al tanto de lo sucedido.
Tremendo escándalo
Marcela está realmente fuera de sí después de ver que una revista sensacionalista, muy famosa en Venezuela, ha publicado un extenso reportaje fotográfico a todo color, de la escapada de Ariel a San Sebastián.
En las instantáneas se ve a María Elena con su amado Ariel, paseando por la ciudad. «No puedo creer que haya tenido el descaro de pasear con esta tipa del brazo», dice Marcela cuando nadie la escucha.
En las imágenes de la revista, ambos se muestran en actitud cariñosa e, incluso, en algunas llegan a besarse, demostrando así, públicamente, un afecto que ella sabe que, en verdad, es falso.
Desolada, Marcela recurre a su inseparable amiga Chepa y le cuenta el duro momento que atraviesa. Chepa le aconseja que hable con Ariel antes de sacar conclusiones precipitadas. «Seguramente estas fotos tengan una explicación. Quizá sean una tapadera para que doña Roberta no sepa lo de vuestra boda y no dude de que Ariel estuvo en San Sebastián con María Elena y no contigo. De verdad, conversa con él», le aconseja Chepa.
En realidad, la idea de las fotografías fue de la perversa Emilce, que, para llevar a cabo sus planes de salvar la fortuna de Ariel y conquistar después al joven, ha persuadido a María Elena y a Ariel para que se prestasen a realizar este reportaje fotográfico. «De esta forma, doña Roberta no tendrá duda de que lo que dijo Ariel fue verdad y que estuvo en San Sebastián contigo y no con su madrastra. Ya no podrá negar lo que sus ojos estarán viendo», les explica Emilce a ambos.
Pequeña mentira
Siguiendo la intuición propia de toda madre, Alma continúa sospechando, acertadamente, de que entre su hijo y la joven Morelli existe algo más que una simple relación de amistad y se empeña en descubrir si es cierto lo que se imagina. «Necesito saber hasta dónde ha llegado mi hijo con esta muchacha», se dice.
En un primer momento, recurre a Marcela, pero esta, siguiendo las órdenes de Ariel, niega tener cualquier tipo de relación con él. «Creo que estás confundiendo las cosas», le dice la joven a Marcela.
Menuda farsa...
Casi recién llegado de su viaje, Ariel le presenta a su madre a María Elena como su única novia. A Alma le cuesta creer en las palabras de su hijo, pero Ariel, en su deseo de esconder ante todos su romance con Marcela, le muestra a su madre las mismas fotografías que han alterado los nervios de Marcela. «Estas imágenes fueron tomadas cuando María Elena y yo estuvimos en San Sebastián. Nunca estuve allí con Marcela», explica Ariel a su madre.
Confianza materna
Ante las pruebas, a Alma no le queda más remedio que convencerse, poco a poco, de que su hijo está diciendo la verdad y que sus sospechas eran tan solo imaginaciones suyas. Alma respira con alivio.
Doble traición
Al día siguiente, Marcela no encuentra tiempo suficiente de reponerse de una decepción cuando ya está sufriendo otra desilusión.
A la bella joven no se le ha pasado todavía el enfado que le provocó ver la revista con el extenso reportaje de su marido abrazando y besando a la traidora de María Elena. Y ahora, sorprende a Ariel besándose con la pérfida Emilce en su despacho. «Dios mío, ¿por qué dejaste que me enamorara de un hombre así?», se lamenta Marcela entre lágrimas. Esto ya es demasiado para ella.
Amantes enfrentados
Marcela no cree que pueda aguantar más decepciones de ese tipo y decide hablar con Ariel muy seriamente.
Aunque la joven sabe que lo más conveniente es no pedirle explicaciones sobre sus romances con otras mujeres, no está dispuesta a aguantar que coquetee d esa manera tan evidente cuando, desde hace unas semanas está casado, legalmente, con ella: «Merezco un poco de respeto después de todo por lo que hemos pasado juntos».
Un poco de respeto
Aunque ambos tengan que fingir delante de todo el mundo que entre ellos no existe nada, para Marcela no es aceptable que, gracias a este engaño, Ariel se tome la libertad de lanzarse a los brazos de otras mujeres.
Ariel intenta persuadir a Marcela de que todo lo que hace es por el bien de los dos: «No he querido hacerte daño de manera intencionada. Perdóname por no avisarte que había hecho esas fotos y que iban a salir en la prensa. Me he equivocado», dice él.
Un corazón destrozado
De forma algo fría y agria, Ariel le recuerda a Marcela que los dos, de mutuo acuerdo, llegaron a la conclusión de que las tenían que ser de esta manera, por difícil que les resultara, para no perder la herencia que habían recibido. «No podemos fallar y darle a mi abuela una razón para impugnar el testamento de mi padre», dice Ariel.
Marcela entiende las explicaciones de su esposo, pero eso no amortigua el dolor que siente.
Desvelos de amor
Clotilde, al igual que Marcela, también está sufriendo los desvelos del amor.
Doña Roberta, que sigue oponiéndose rotundamente a que Clotilde siga adelante con su relación con Joaquín, le ha vuelto a exigir que corte de raíz ese noviazgo y no para de acosarla casi, constantemente, con la idea de que se olvide del empleado de la editorial para siempre.
Harta de vivir bajo el yugo de su madre, Clotilde se refugia en su hermana Laura, la persona que mejor le puede comprender en estos duros momentos.
«Abre los ojos»
Doña Roberta piensa que Joaquín es un don nadie y que no tiene nada bueno que aportarle a su hija menor.
Zaneti, uno de los fotógrafos de la editorial, intenta aconsejar a Clotilde. El hombre le explica a la muchacha que Joaquín solo la está utilizando para medrar en la sociedad venezolana. «Está contigo haciéndote creer que te ama, para que compartas tu herencia con él, en un futuro no muy lejano», dice Zaneti.
Desesperada
Harto de las infinitas dificultades que se presentan a cada paso para formalizar su noviazgo con Clotilde, Joaquín decide que lo más acertado es dar por concluida la farsa que inició semanas atrás: «Es cierto, no te quiero y nunca lo haré». Clotilde, que no ha tenido más novio que Joaquín, se siente morir y planea reconquistar al empleado, creyendo que él es el único que puede ayudarla a salir del infierno que es vivir al lado de su madre, doña Roberta.
Intento de lucha
Pese a la desilusión inicial, Clotilde cree que no debe perder la esperanza y se afana en lograr que en el corazón de Joaquín nazca un inmenso amor hacia ella.
En esta ocasión, la joven Mejía Guzmán se propone que su madre no se meta en su relación. «No voy a permitir que mi madre me arruine la única opción que tengo de ser feliz», dice la chica, cegada por el amor que siente.
Un hombre decidido
Flavio sigue empeñado en conquistar a la guapa Marcela y así se lo hace saber a su madre.
Por si doña Roberta no tuviese bastantes dolores de cabeza, su hijo ahora se ha convertido en uno más. No obstante, doña Roberta comienza a cambiar de parecer. Después de mucho pensar, cree que una boda entre Flavio y Marcela podría no ser tan mala idea: «Quizá, de esta forma, podamos recuperar lo que siempre ha sido nuestro».
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