‘Resucitado’, o Almería vista desde Boston

Investigador en el Instituto Tecnológico de Massachussets, este almeriense ha podido disfrutar en el fin de semana de su estreno en Estados Unidos (número 3 en la taquilla)

María Botto y Joseph Fiennes en ‘Resucitado’. (Foto: Sony / Image.net)
María Botto y Joseph Fiennes en ‘Resucitado’. (Foto: Sony / Image.net)
Ramón González
01:00 • 25 feb. 2016

Resucitado no es una película de acción, tampoco de aventuras. Pensabas que con un tráiler de romanos en el que Joseph Fiennes, el segundo protagonista de la cinta, aparece como un arma implacable contra los judíos y contra los seguidores de un tal Mesías iba a desembocar en una película trepidante; pues no, ese no es el caso. La película se desinfla poco a poco. Ahora, eso sí, los que estudiamos en el colegio la asignatura de Religión vamos a pasar dos horas poniendo a prueba nuestros apuntes y notas de la resurrección de Jesucristo. Sobre todo, una parte no muy asidua en películas religiosas como es el ‘postmortem’ del Nazareno. Esto sí es mérito de los guionistas, y te mantiene sentado hasta el último minuto.




La cinta tampoco tiene el aroma de una gran superproducción; no, eso tampoco es. Le falta el ritmo y los efectos especiales de los grandes ‘blockbusters’ de Hollywood. No esperes grandes despliegues de caballería, ejércitos con arma en mano o asaltos a castillos. Resucitado es todo lo contrario: es una película pausada, sobre todo la segunda parte, cuando el primer protagonista ‘aparece’ en forma humana. No, no es Exodus




Pero una cosa no se puede negar y ésta es la mejor. Resucitado es a Almería lo que la pita al Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar o los ‘coloraos’ a la Plaza Vieja. Resucitado es cien por cien Almería, desde el amanecer de la primera escena hasta el suspiro de la última. Esa Muralla de Jairán luciendo con todo su esplendor, y qué decir de la fachada de la Alcazaba, y los arbustos y palacios de arena del desierto de Tabernas... ¿Pensabas que no aparecerían nuestras playas? Pues también están, y no juegan un rol menor. 




¿Sabes qué se siente cuando uno está a 7.000 kilómetros de su casa y de su gente en una sala donde se habla un idioma extranjero y se paga en dólares? Un ‘crujetazo’ en el corazón. Uno siente el viento que sopla desde las barandillas de la Alcazaba cuando mira hacia la Hoya. Uno se ríe del que dice que no se puede volar a la velocidad de la luz: pues yo, esta tarde, desde un cine de Boston, he estado allí, he sentido las olas de la Playa de Los Genoveses y he estado andando por las ramblas de Tabernas.  




Ramón González es doctor en Robótica por la Universidad de Almería e investiga desde 2014 en el Instituto Tecnológico de Massachussets.​







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