Atrapado entre la fama de chico malo y la de Peter Pan, Coque Malla (Madrid, 1969) se expresa sobre el escenario y, sobre todo, en sus discos. ‘El último hombre en la tierra’ lo sitúa entre los grandes compositores del rock patrio. Hoy a las 21.30 horas actúa en el Auditorio de El Ejido.
’El último hombre en la tierra’ está cosechando una gran acogida por parte del público y de la crítica, que ha señalado que estamos ante su mejor trabajo en solitario. ¿Lo siente así?
Uno cuando saca los discos siempre siente que el que está en ese momento mimando y criando para que se haga mayor es el mejor que ha sacado en su vida. En éste hay un avance muy potente en lo musical, en las armonías, en las letras y, sobre todo, en la incorporación de unos arreglos que no son fáciles de hacer. En este país no tenemos una gran tradición de hacer arreglos orquestales en el pop y el rock. Desde el primer momento, todos hemos hecho piña y fuerza para lograrlo y creo que lo hemos conseguido. No sé si dentro de diez o quince años voy a escoger este disco como el mejor. Espero hacer otros mejores en ese tiempo.
Uno de los grandes logros de este álbum tiene que ver con los arreglos de cuerda y metales de su hermano Miguel Malla. ¿Cómo ha sido esa búsqueda del sonido soñado?
Yo tomé la decisión de meterme en este tremendo lío. Era un reto, ya que en España no es fácil encontrar un buen arreglista, que por supuesto que los hay, pero yo necesitaba a uno cercano a mí y que estuviese acostumbrado a llevar esos arreglos al pop y al rock. Y aquí esos no salen de debajo de las piedras. Primero había que encontrarlo y luego ver la manera de que los arreglos formasen parte intrínseca de las canciones, que no fuese un disco que al acabarlo dijésemos: “Vamos a poner aquí unas cuerdecitas”. Desde el primer momento, concebí el disco con los arreglos. Lo que ha hecho con mucha maestría Miguel, que para mí es lo que debe hacer un buen arreglista, es escuchar lo que ya se oye en la canción aunque no esté y sacarlo afuera. Es difícil de explicar, pero yo creo que cuando una canción está concebida así, un buen arreglista lo que hace es subrayar esa emoción que ya está ahí. El proceso ha sido él y yo trabajando mano a mano. Ha sido un viaje largo, pero con final feliz.
Las canciones de este trabajo fueron sometidas al escrutinio del público antes de que existiese el disco como tal. ¿Cómo afectó ese proceso al resultado final?
Afectó de una manera sutil. Fue un proceso más emocional que racional. Hice una gira pequeñita para aforos reducidos en la que iba solo con la guitarra y el concierto estaba dividido en dos partes. En la primera, sólo tocaba las canciones nuevas, que ya estaban compuestas y ensayadas, pero no grabadas. Yo tocaba y le explicaba a la gente lo que íbamos a hacer y se establecía un diálogo muy interesante que, de alguna manera, ha quedado en mi memoria y mis sensaciones y ha influido en el disco.
¿Con los años han cambiado los temas que le remueven por dentro?
Supongo que sí, aunque no es fácil que cambien. Cuando uno se hace adulto, le preocupan profundamente cuatro cosas. Cambia un poco la perspectiva, el orden. Pero al final a todos nos preocupa ser amados, nuestro paso por la vida y la muerte. De eso hablan no ya mis canciones, sino las historias desde los griegos a Woody Allen.
¿Qué hay en este disco de Coque Malla como cronista de la sociedad actual?
Como cronista de la sociedad hay poco. Yo soy alguien que vive en una época determinada, que no es impermeable a los acontecimientos y que cuando hace canciones, tanto sus acontecimientos emocionales privados como los del mundo que le rodea aparecen. Yo parto quizá de algo que veo en la tele y lo convierto en un cuentecito. Y soy poco de eso, casi siempre miro hacia dentro. Pero en este caso, hay dos o tres canciones que tienen una mirada al exterior.
¿Cree que la música, en concreto la suya, puede tener un efecto analgésico?
Sí, eso es casi científico. Interviene la química, segregamos ciertas cosas al oír la música que nos gusta. Por lo tanto, a alguien a quien le guste mucho mi música le pasará. Pero yo no le daría tanta importancia a lo que hago como para pensar que va por ahí calmando a la gente desesperada.
¿Piensa que su experiencia como actor ha influido en su forma de estar sobre el escenario?
Más bien al revés. Mi experiencia en los escenarios me ayudó a la hora de ponerme delante de una cámara.
¿Qué le viene a la cabeza al pensar en Almería?
Conozco Almería, llevo muchos años veraneando allí. Y he vivido varios conciertos de esos inolvidables en el Teatro Apolo. Con todo el cariño para El Ejido y para su Auditorio -que me han dicho que es una maravilla-, a mí me hubiera gustado ir al Apolo porque hay algo ahí muy especial. Espero que esa atmósfera se repita en El Ejido. Es una pena porque toca 091 y nos vamos a molestar, pero bueno, este país es pequeño y esas cosas pasan. Le tengo mucho cariño a su vocalista, Jose Antonio García, hemos vivido grandes momentos en Granada y me alegro con locura de que hayan vuelto. Si que le vaya bien supone que yo meta a menos gente en El Ejido, adelante.
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