¿Hay vida más allá de los géneros literarios tradicionales? Muchos opinan que sí. En esta ocasión, Raúl Quinto e Isabel Giménez Caro nos acercaron a través de la Facultad de Poesía José Ángel Valente a la poesía y a la edición. Este jueves, 5 de mayo, comprobamos que poesía en muchos momentos va más allá del verso. Esa misma mañana nos acompañó Antonio F. Rodríguez (traductor y co-editor de la revista Kokoro) en la Universidad de Almería; y por la tarde, Ángela Segovia nos mostró en el Museo de la Guitarra lo imprescindible que es la poesía.
Ángela Segovia (Las Navas del Marqués, Ávila, 1987) ganó con su primer poemario el Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande (2009). En este curso, es becaria del ayuntamiento en la Residencia de Estudiantes de Madrid, y en mayo publica su tercer libro de poemas: La curva se volvió barricada (La Uña Rota).
Para Ángela, donde hay misterio suele haber poesía. Para ella, lo necesario es investigar los bordes del poema, ir más allá del papel. Traspasar los límites con lo escénico y lo sonoro. Se convierte casi en un nuevo cuerpo. Hay que explorar los límites, buscar esa tensión que a veces se establece en las normas de la lengua. Todo esto es lo que le interesa a ella. Según comenta, su despertar poético fue a una temprana edad, comenzó a zambullirse en la lectura poética a través de distintas voces y ecos, y eso generó la palabra en Ángela.
El fenómeno de Spoken Word (palabra hablada) busca con una mirada oblicua la provocación más personal, más intima. Nos muestra una performance poética, donde une los elementos musicales con los teatrales. Aún así, Ángela va más allá. Juega con el ritmo, la entonación y los gestos. Nos invita a compartir con ella un lenguaje inventado, donde el discurso narrativo se deja llevar en alguna ocasión por la improvisación.
Entonces te preguntas: ¿Se puede dar forma a las palabras? ¿Qué nos proporciona el silencio? ¿La música? ¿El arte? ¿La poesía? Los juegos de palabras y las repeticiones se abren paso a través de esta voz tan peculiar. Una voz que atrapa, que consigue que el espectador forme paso de ese todo. De ese juego casi intuitivo.
En los momentos de oscuridad se invita incluso a bailar, los asistentes sienten que forman parte de ese micromundo que acababa de crear Ángela en aquella sala. Y siempre, la voz acompañada de la imagen. Se crea una atmósfera especial, que no se resiste, muta de forma continua. Y ahí es donde está la belleza.
También hay que recordar que Allen Ginsberg estuvo ahí, implicado con esta palabra hablada; Lee Renaldo (guitarrista de Sonic Youth), se unió también para lo mismo con el novelista Ray Loriga. Es un género VIVO. Y otra mujer que ha experimentado y experimenta con el Spoken Word, e incluso lo trabaja con otros géneros musicales, es Patti Smith.
Lo primero que se nos dice a los espectadores al llegar esa tarde a la sala del museo es que lo que vamos a ver forma parte de un experimento. Ángela, junto a su grabadora, nos hace ver que la multiplicidad del lenguaje existe. Y que los desdoblamientos existen igualmente. Había que dejarse llevar por su voz y por las imágenes y videos que nos presenta en medio de esa luz-oscuridad tan necesaria.
Archiva Vía Metalada nos muestra esos límites rotos. Incluso, la voz humana se apodera en algunos instantes de las capacidades y posibilidades de un instrumento musical.
Una experiencia desbordante. Y finalmente, de la mano de Bela Tarr, nos asomamos a ese precipicio tan necesario. De forma segura, sin timidez, nos regala sus palabras, sus deseos e inquietudes.
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