Felipe R. Navarro: “Las historias son las balsas que nos mantienen a flote”

Autor del libro de cuentos ‘Las esperas’, el malagueño presenta su último título, ‘Hombres felices’ (Páginas de Espuma), est

Felipe R. Navarro tiene vínculos afectivos con Almería.
Felipe R. Navarro tiene vínculos afectivos con Almería.
Marta Rodríguez
22:10 • 14 may. 2016

Parte de la obsesión por las historias de Felipe R. Navarro (Málaga, 1969) viene de Almería, donde aún escucha las de su familia contadas alrededor de una mesa de cocina. Su abuela era de Ohanes, tiene fuertes lazos afectivos con Almería y muchos de los baños que se ha dado en su vida han sido en la playa de El Zapillo. Este domingo presenta ‘Hombres felices’ en la Feria del Libro.




Sus ‘Hombres felices’ dejan un poso inquietud que lleva al lector a mirar hacia adentro y a mirar a su alrededor. ¿Cómo cree que sale uno tras transitar estas páginas y cómo salió usted tras escribirlas?
Supongo que el lector sale así como dices, sí, un tanto inquieto, o un tanto aliviado, según a qué lado del espejo crea uno estar, según quien crea uno que es. En cuanto a mí, acabé contento, cansado pero contento; creo que la inquietud por ellas, por lo que iba a ser de ellas, me ha llegado después. Cuando acabé tuve la sensación de haber puesto orden en mi mundo para una temporada.




Sus cuentos hablan de búsquedas, de caminos, y reflejan también situaciones cotidianas con desenlaces inesperados. ¿Cuál es la materia prima que le remueve?
Yo creo que todo puede convertirse en un cuento, y por tanto no hay material en la vida, en la vida diaria del hombre contemporáneo, en la mía, que no me sirva. Todo vale, todo me vale; vale coger y vale mirar y vale escuchar y vale imaginar, hasta rebuscar en las basuras o robar vale. Todo vale para generar preguntas, que es lo que más me interesa y que es lo que me coloca en la posición de salida hacia la historia, estar ante la pregunta, cómo formularla, con qué lenguaje. Más que las respuestas son las preguntas lo que nos mueven.




Al leerlo, incluso en sus entrevistas, cada respuesta parece una pequeña historia en sí misma. ¿Le obsesionan las historias? 
Me obsesionan muchas cosas, pero sí, me obsesionan las historias. Las historias se contienen unas a otras, hablan entre sí de diversos modos, y esas relaciones también me obsesionan, las que son reales -si puede usarse ese término como si fuese un absoluto- y las que son construidas, las que construimos, que son mayoría. Yo creo que todos sobrevivimos a base de historias, las historias son las balsas que nos mantienen a flote, nos contamos para resolver esos interrogantes de que antes hablaba, estamos siempre en reconstrucción, y esa reconstrucción es una historia.




Entre su primer y su segundo libro han pasado quince años y algunos le preguntan por ello en tono de recriminación. ¿Qué les dice?
No les digo nada, claro, es que yo no sabía que debía existir un plazo máximo entre libros, así que la culpa es suya por no avisarme. (Risas). Quizás también existe una cierta culpa colectiva que consiste en no preguntar lo contrario: ¿por qué nadie pregunta a escritores que producen obras prescindibles por qué no se toman por ejemplo quince años de reflexión sobre su trabajo? La escritura es una necesidad, un intento de comprensión, y si eso no está presente a mí me resulta una escritura fallida, inválida, no me interesa. No me interesa hacerla, ni me interesa leerla. Así que si alguien tuviese que pedir cuentas quizás sería yo, como lector. He gastado mucho dinero en libros que no lo merecían.




¿De dónde nace su fascinación por el cuento?
Pues supongo que de las lecturas que prefiero, de los autores que amo, y de una cuestión de respiración, creo que gano más aire escribiendo cuentos, con toda la libertad formal que me permiten, que escribiendo en otros géneros. También existen razones de economía, por qué contar en cien lo que puede hacerse en diez, y hasta a razones de cortesía, por qué ocupar tanto espacio en la vida de los otros, sólo hay que hacerlo el tiempo estrictamente necesario. Creo que añadir gratuidades al texto es casi una forma de imperialismo, es casi una doctrina totalitaria. Lo que quiero intentar saber de las historias me cabe en un cuento.




¿A qué cree que se debe el escaso respeto por este género en España?
Yo no creo que sea tanto escaso respeto como que se lo afronta con cierto atrevimiento que sin duda surge de la ignorancia. Existen falsos prestigios en los géneros, que no debiesen sino fundarse en prestigios reales de quienes los cultivan. No existe pedagogía en ese sentido, quizás por déficit crítico, quizás por el dominio de mercado de las formas más extensas, que no necesariamente son las más intensas. Y a mí es la intensidad lo que más me interesa en vez del tamaño, porque a veces el tamaño es un trampantojo.




¿Qué le sugiere Almería?
Bueno, más de la mitad de mi sangre es almeriense; mi madre lo es, y parte de los abuelos de mi padre lo eran. Mi abuela Isabel era de Ohanes, y vivía con algunas de mis tías en El Zapillo, parte de los baños que me he dado en mi vida me los he dado en la playa del Zapillo. Aquí tengo tíos y primos -José Francisco lo es, además de ser uno de los mejores escritores de cine de España-, y tengo algunos muy buenos y admirados amigos -como Miguel Angel Muñoz, mi otro presentador, uno de los mejores escritores a secas que he leído-. Almería es mi elección por un espacio que a mí siempre se me ha hecho familiar y cómodo, que me resulta fácil habitar, y que me gusta pensar como parte de lo que soy. Una parte de mi obsesión por las historias sin duda está ahí, en que yo venga a Almería siempre a oír historias, las historias de mi familia contadas alrededor de una mesa de cocina.


Incluso desde hace unos años por trabajo también estoy vinculado a Almería, mi desempeño como abogado está conectado a través de la asociación de mi despacho en Málaga con un despacho de Almería, Lealtadis. El primer lugar en el que se presentó mi anterior libro fue Almería, y también en la Feria del Libro, y ahora regreso a Almería con un libro, justo cuando sale su segunda edición, y lo hago el mismo año que regresa la Feria a través del trabajo de Manuel García Iborra y su equipo. Todos los caminos llevarán a Roma, no digo yo que no, pero antes de llegar a Roma deben pasar obligatoriamente por Almería, por la luz y quietud de Almería.



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