Tras un parón de cinco años vuelve ‘Mamma Mia!’, con un elenco renovado a excepción de Nina. Del jueves 26 al domingo 29 de mayo, la actriz y cantante estará en el Teatro Auditorio de Roquetas de Mar, lo que le permitirá además reencontrarse con sus raíces.
¿Cómo ha sido volver a meterse en la piel del personaje de Donna?
Fantástico, porque significa tener la oportunidad de hacer un proyecto de nuevo con la perspectiva que te da el tiempo, estos cinco años que han pasado, y con la calma, la quietud y la madurez actoral y personal de los 50 años. Es muy distinto el estado en el que estoy ahora que cuando empecé, que tenía 38. Lo estoy pasando muy bien, disfrutando más que nunca.
¿Qué recuerdos tiene de la noche en que volvió a ‘Mamma Mia!’?
Uf, fue un shock. Salí al escenario del Teatro Tívoli y ver esa platea de nuevo llena a rebosar y sentir además que el público estaba ahí, deseando de nuevo ver ‘Mamma Mia!’, fue impresionante. Fueron unos segundos de pánico; en el buen sentido pero de pánico. Sales al escenario y te llega toda la energía del público, un tsunami que se traduce en una responsabilidad increíble. Pero fue un momento precioso, de los más bonitos que he vivido en un escenario.
¿Y cómo vivió la despedida de 2011?
Estaba en un momento francamente agotador porque llevaba siete años ininterrumpidos haciendo ‘Mamma Mia!’. Si en esos momentos me dicen que volvería, hubiera dicho que ni de broma. Pero a pesar del cansancio siempre con la sensación de gratitud profunda por haber estado tantos años con la misma obra en cartel. Es algo que a un actor le sucede una vez o ninguna, más bien ninguna.
¿Qué tiene este espectáculo para despertar tantas pasiones?
Una historia fantástica que habla de cosas esenciales de la vida: la amistad, el amor, la relación madre e hija... Y luego unas canciones que son un chute de positivismo, energía y buen rollo. Si a eso le sumas un equipo hiperprofesional, que no ha dejado nada al azar, ves que el éxito no es casual sino fruto del trabajo bien hecho.
De las reacciones de los espectadores, ¿cuál le ha impresionado más?
Meses después de actuar en Valladolid me llegó la carta de un señor dándome las gracias porque la escena de ‘Va todo al ganador’ le sacudió brutalmente, tanto que decidió coger de nuevo las riendas de su vida: había tenido problemas profesionales y sabía que tenía que recuperarse pero no hallaba ni las fuerzas, ni la manera ni el camino. Me conmovió y me hizo ser más consciente de la función social de nuestro oficio, de cómo podemos sacudir emocionalmente a alguien con lo que hacemos.
¿Y con qué momento del musical disfruta más?
Con la escena de las tres amigas en la habitación volviéndose unas quinceañeras locas y cantando ‘Dancing Queen’. Es el momento álgido de la función, cuando oyes las carcajadas más bestias que he escuchado desde un escenario. Vivir eso cada noche no tiene precio, es maravilloso.
¿Cómo se ha desarrollado personal y profesionalmente en estos años sin hacer ‘Mamma Mia!’?
Estrené con 38 años y ahora tengo casi 50. Llevo a mis espaldas muchos años de estudio, dos carreras, me he formado como profesora de pilates, he abierto un centro de educación, entrenamiento y rehabilitación de la voz, NinaStudio, y he empezado a escribir, una de mis pasiones. En 2013 publiqué en catalán ‘Con voz propia’, que ahora llevamos en español en la gira. Este libro es la niña de mis ojos. Son 243 páginas hablando de lo que quería hablar, de la voz, ese instrumento que me ha permitido comunicarme con el público, disfrutar de él, y del escenario. Y sufrir porque hablo del oficio, de la cara amable pero también de la amarga: del triunfo repentino, de la fama, de la popularidad y de todos los frentes que un artista tiene que conocer y lidiar.
Sus raíces familiares están en Almería, tierra natal de sus abuelos.
Por supuesto, y en el libro hablo mucho de ellos. Mis padres también pero sobre todos mis abuelos me dejaron en herencia unos valores que me han servido muchísimo en este oficio duro por naturaleza. Mis abuelos eran de Palomares, de Cuevas del Almanzora, y aún tengo familia ahí; de hecho, cuando salga de Roquetas voy a visitarlos. Es una tierra muy especial. Tuve la suerte de ir a Palomares con 7 años y no volví hasta que era mayor, cuando mi abuelo tenía 88 y quería regresar porque pensaba que se acercaba su final, aunque aún le quedarían diez años más. Él quiso volver a su tierra, a los pueblos de su infancia: Los Gallardos, Bédar, Vera, Garrucha, Mojácar.
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