Muchos lo han leído, aunque pocos lo saben. Ramón Buenaventura es la mano invisible que ha hecho de intermediario entre el lector español y autores tan imprescindibles como Arthur Rimbaud, Prosper Mérimée, Sylvia Plath, Philip Roth, Don DeLillo y Francis Scott-Fitzgerald.
“Estuvo presente en mi formación desde mucho antes de que prestase atención a la traducción, fue el intermediario entre Rimbaud y yo y ese yo sois muchos otros”, sostuvo el profesor de Literatura Española de la Universidad de Almería (UAL) Miguel Gallego.
Ramón Buenaventura (Tánger, 1940) protagonizó ayer ‘El traductor en su taller’, actividad enmarcada en la Facultad de Poesía José Ángel Valente que lo llevó a desvelar alguno de los secretos mejor guardados de su oficio. “En la historia de un traductor, con suerte puede haber un libro que él haya propuesto, normalmente no se puede elegir”, confesó.
El primer acercamiento a la traducción del también poeta y novelista fue a los 17 años, cuando leyó ‘Una temporada en el infierno’ de Rimbaud. “Lo traduje sin ningún tipo de preparación porque hablaba francés, pero no se trata sólo de eso. Se publicó con un éxito enorme y no sé cuántas ediciones. Al cabo de los años, lo leí y no me gustó nada porque había más cosas mías que suyas, así que hice una nueva versión que vio la luz con Mondadori y que me gusta más”, relató.
Buenaventura recurrió a anécdotas, como aquella en la que en pleno proceso de traducción de ‘Las correcciones’, de Jonathan Franzen, tuvo que detenerse ante la acusación de que estaba “plagada de errores gramaticales españoles”. Una conclusión a la que el novelista americano llegó por error al contrastar su trabajo con una fuente ‘lingüística’ poco fiable.
A su juicio, la invisibilidad o no de la mano del traductor depende en parte del escritor en cuestión. “Philip Roth tiene una complicación añadida, es tan americano que algunas de las cosas que cuenta cuesta entenderlas y luego tiene la manía de narrar partidos de béisbol enteros”, bromeó.
“El 98% de lo que se publica es basura”
Ante los alumnos y profesores que se dieron cita en el Aula Magna del Edificio C del campus, el autor de ‘El año que viene en Tánger’ no eludió opinar acerca de un panorama de las letras en el que “se venden libros, pero no libros literarios”.
“Hoy en día, una novela literaria vende 300 ejemplares y el 98 por ciento de lo que se publica es basura. Internet ha sacado a relucir lo que ya existía, pero antes se quedaba en los sótanos de los ayuntamientos que convocaban premios literarios que luego no tenían distribución”, concluyó.
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