Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea Europea en Ontario (Canadá), nació en 1963 en ‘La Joya’. Vivió en La Chanca (fue al Colegio Alejandro Salazar y al Instituto Mixto) hasta que se marchó a Granada a estudiar Derecho. En la ciudad de La Alhambra fracasó como aspirante a abogado, pero descubrió su verdadera vocación: la investigación de la historia reciente.
Ha vivido en muchos países, por ejemplo en Italia, donde hizo el doctorado. Impartió clases en la Complutense de Madrid (Pablo Iglesias, al que recuerda como “un chaval muy callado”, estuvo entre sus alumnos). En 2001, viendo cómo estaba el mercado laboral en España y atendiendo a sus propias circunstancias personales (su mujer es canadiense y siempre se ha sentido más cómodo con el sistema académico norteamericano), se instaló en Ontario, donde trabaja en la Trent University.
Cazorla ha escrito ocho libros (publica en español y en inglés). El último es ‘Miedo y progreso’ (Austral, 2016), que ha tenido que traducir él mismo y que hoy jueves 14 de julio, a las 19.30 horas, presenta en la Librería Picasso junto al catedrático de la Universidad de Almería Fernando Martínez y al profesor de la UAL Óscar Rodríguez Barreira.
“Este libro es un homenaje a esas generaciones que vivieron la posguerra y que, en medio de unas condiciones que eran especialmente duras para las mujeres, supieron mantener la dignidad. Ellas limaron los conflictos y aún hoy logran que la sociedad permanezca unida contribuyendo al PIB mientras cuidan de los nietos, son abuelas coraje. La modernidad de este país no se entiende sin su sacrificio”, reflexiona en una entrevista a LA VOZ.
El ensayo debe su título a la gran lacra social que vivieron los españoles de a pie bajo el yugo del franquismo. “Mientras Europa experimentaba un proceso de integración como consecuencia de las políticas sociales y la apertura de mercado, en España llevabámos veinte años de retraso. Cuando en el 59 al fin consiguen convencer a Franco de que acabe con la autarquía, se empieza a crecer pero a costa de explotar a los más débiles con salarios muy bajos y sin libertad sindical, algo propio de la China de hoy”, indica.
Esperanza
En ‘Miedo y progreso’, Antonio Cazorla explica cómo la propaganda de la dictadura caló en los corazones de la gente que, “en un mecanismo de buscar esperanza”, pensaba que Franco era bueno y que el problema estaba en la gente que lo rodeaba. “Yo he publicado un libro de cartas a Franco, hay ciento y pico mil en el Palacio Real”, apunta.
El régimen franquista achacaba la escasez de alimentos a causas tan inverosímiles como la falta de lluvia. “Sí había comida, pero era muy cara y había mucha corrupción en el mercado negro. La gente trabajaba y sus hijos se morían de hambre”, argumenta.
Como ejemplo, en el libro relata una anécdota vivida en su casa de Almería en la que la madre reparte dos naranjas entre todos los miembros de la familia según el siguiente criterio: los varones tienen derecho sobre las mujeres y los mayores sobre los jóvenes. “Eso ocurrió en la Almería del 57, cuando en Europa ya se vivía muy bien. Fue el resultado de una política aberrante mezclada con un sentimiento de revancha”, concluye.
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