Es difícil elegir en qué época del año ir a estar unos días en Laujar de Andarax: gusta en verano por el frescor de sus noches en medio del calor; en invierno, por el frío de sierra; en entretiempo porque es cuando más llama el clima a gozar de la naturaleza. Siempre están sus paisajes cargados de matices, invitándonos al paseo por el campo.
Cualquier camino de los que suben hacia los montes que la rodean nos ofrece mil sorpresas y nos empuja al paseo, nos llama a esas horas de reencuentro con la naturaleza, bien en soledad por sus innumerables senderos y repechos, bien en familia en áreas tan bien preparadas como la del Nacimiento, un área recreativa situada a menos de un kilometro del centro del pueblo en la que se encuentra una zona de picnic y barbacoas junto con un bar-restaurante especializado en la excelente comida típica alpujarreña.
Se encuentra próximo al nacimiento real del Andarax, un poco más arriba, donde se unen el Horcajo y el Aguadero, y próximo también al magnífico hotel Villa de Laujar. Junto a las barbacoas, puede admirarse la estructura recuperada de un molino de agua. En la explanada que ocupa el restaurante, en la parte más alejada al camino de acceso, existe una fuente pública que brota directamente del manantial.
Una orgía de naturaleza, se ha dicho del entorno, y cierto es, tanto como de historia lo es Laujar de Andarax, la población crecida en medio de las imponentes Sierra Nevada y Sierra de Gádor que fue última capital de Al Ándalus, tierra para la memoria de un período importantísimo, y a menudo muy dramático, de la historia de España. Y tierra, también, para recordar al más importante de los literatos almerienses, el poeta y dramaturgo Francisco Villaespesa, allí nacido.
Laujar fue la última capital de Al-Andalus, la villa en la que Boabdil, el último rey de Granada, pasó su exilio alpujarreño, del que partió finalmente a Marruecos en 1493, el año en que precisamente moría en Laujar Morayma, la última sultana de Granada. Y pocos años antes, Laujar había sido también la última morada ibérica de El Zagal, el último rey nazarí de Almería. Y en su residencia de Laujar fue asesinado el rey de los moriscos, Aben Humeya. “Laujar es tierra de reyes”, se ha escrito, y algo de eso tiene.
Intensa historia la de Laujar, para muchos la capital de la Alpujarra. Con asentamientos que se remontan al neolítico final y a las edades del cobre y del bronce y restos argáricos en el cerro de la Alcazaba y paso en tiempos de la Hispania romana entre Berja y minas de plomo próximas, en Sierra de Gádor, su esplendor en época musulmana vino tras la insurrección en la zona contra los colonos musulmanes, que fue sofocada den el 913 por el mismo Abderramán III.
No tardó mucho desde entonces Laujar en convertirse en la principal ciudad de la Alpujarra, por la gran producción de la entonces importantísima seda.
Semejante historia ha dejado importantes restos del pasado en el municipio. Entre los árabes, el Puente de los moros, un acueducto de época musulmana que consta de tres arcos de diferente tamaño y está situado en el barranco del Conde, en la zona del Calache, justo por detrás del camping La Molineta, y que se encuentra en un perfecto estado de conservación; la Alcazaba, cuyos restos se encuentran en la parte alta del municipio, perfectamente visibles desde el Jardín botánico, que está situado en la ladera de enfrente.
Fue la fortaleza más importante de la Alpujarra en época nazarí y en ella se instalaron El Zagal en 1.489 y Boabdil en 1.492. Tras la conquista cristiana fue derribada parcialmente para construirse en su interior un baluarte y fue el lugar en que Abén Humeya instaló su cuartel general durante la revuelta morisca.
Y de la Laujar cristiana son de destacar la iglesia de la Encarnación, conocida como la Catedral de la Alpujarra, un edificio de estilo mudéjar en el exterior y barroco en el interior que se alza sobre el solar que ocupó anteriormente la mezquita y que fue construida entre 1682 y 1686 por el enorme deterioro de la iglesia primitiva, construida antes de 1530, y el impresionante convento de San Pascual Bailón, un edificio de 3.000 metros cuadrados construido entre 1691 y 1708.
Y, entre la construcción civil, destacadísimo es el ayuntamiento, un precioso edificio de 1792 que tiene tres plantas coronadas por una campana y un reloj. La fachada, toda de ladrillo visto, tiene tres arcos de medio punto por planta.
Estos monumentos, las permanentes vistas sobre el valle, espectacular entre ellas la que hay de la Vega, o sus muchos espacios naturales, entre ellos el del nacimiento del Andarax, llaman a visitar Laujar, esa capital de la Alpujarra tan llena de historia, y de esa sabiduría que deja la historia, por ejemplo en la capacidad para hacer el bueno vino que en ella se está haciendo, una creciente industria que está alcanzando un importante éxito.
Una visita a las bodegas para catar un vino cada día más reputado no puede faltar en esa imprescindible escapada a Laujar.
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