Hacía años que Alicia Hernández (Almería, 1984) no pasaba un verano en su tierra, donde acaba de recibir una de las mejores noticias de su vida profesional: está seleccionada para los Premios Gabo por su cobertura de las elecciones de Venezuela.
Es una de los 40 seleccionados de Premios Gabriel García Márquez de Periodismo (Gabo) 2016. ¿Da vértigo teniendo en cuenta que llevan el nombre de un Premio Nobel de Literatura que empezó su carrera en la redacción de un periódico?
Se ponen los pelos de punta. Es que no me lo esperaba y, a día de hoy, todavía no me lo creo. Y menos estando aquí, en Almería. Claro que da vértigo, estar entre los seleccionados ya es un premio. No llevo tanto tiempo escribiendo para medios extranjeros. Empecé en 2013 y con ‘El Confidencial’, que es con el medio que estoy seleccionada, hice esa cobertura cuando llevaba un año. Mandé mis textos el último día de la convocatoria, quince minutos antes de que se cerrara y porque un amigo insistió.
La cobertura por la que ha llegado hasta esta fase es sobre las últimas elecciones de Venezuela. ¿Cómo las vivió?
La cobertura se prolonga de noviembre de 2015 a enero de 2016. En Venezuela hay elecciones cada dos por tres aunque ahora no quieren hacer porque el Gobierno sabe que va a perder. Incluso así, éstas eran más importantes porque eran a la Asamblea Nacional, como nuestro Congreso de los Diputados. Y había una gran posibilidad de que por primera vez en 17 años ganara la oposición, cosa que efectivamente pasó. Había un clima previo muy tenso y la incertidumbre de qué iba a pasar. Mis textos explican ese clima previo, el cierre de campaña, el mismo día de las elecciones y el después. No sólo ganó la oposición, sino que Maduro perdió su legitimidad y su legitimidad se basa en Chávez, un gigante político para unos y un fantasma terrible para otros. También tienes a la oposición, a la Mesa de la Unidad, que ganó pero hay que ver cómo ha llegado hasta aquí. Porque no son una unidad ni mucho menos. Venezuela es un país súper complicado.
¿Cómo es trabajar allí para una periodista?
Es muy difícil. Yo tengo mucha suerte porque al escribir para medios de fuera de Venezuela nunca me han censurado, pero si quieres buscar una fuente oficial, simplemente no la hay. Sea del tema que sea. Cuando dices que eres periodista, te cuelgan el teléfono. Así que te buscas la vida con las declaraciones de la tele. Si hablas de cifras de homicidios anuales, el Gobierno dice una y las ONGs otra, y yo no me fío de ninguna. Así que dices los dos datos. Con la inflación, igual. Siempre busco algo en la calle como el pasaje de autobús para ver cómo ha variado el precio. Hay que estar libreta en mano anotando todo. Pese a que el Gobierno no hable, no puedes caer en dar sólo lo que dice la oposición, tienes que equilibrar. Es un ejercicio verdaderamente importante.
¿Y cómo es su día a día en Caracas?
Llevo allí ya seis años, conozco a mucho periodista venezolano y me apoyo mucho en ellos. Al final, el extranjero muchas veces vive en un burbuja: reside en un sitio de clase media alta, va a ciertos sitios a comer y no es que no lo haga bien, pero el roce del día a día con el venezolano es menor. La realidad venezolana te come, no tienes que buscarla. Caracas no es una ciudad segura: yo no saco el teléfono en mitad de la calle, visto discreta y si llevo el ordenador, voy con cuidado. No es que vayas por la mitad de la calle y te encuentres un tiroteo, pero puedes ver cosas desagradables. Tienes que tomar precauciones, saber con quién te mueves y por dónde y qué códigos seguir. Yo he escuchado ametralladoras por las noches estando en mi casa. Es cierto que provenían de un barrio que es un valle y podría hacer eco, seguramente estaban súper lejos, pero en fin. Hay que ir sin miedo porque te lo ven. Cuando me escuchan hablar, se quedan confundidos y si digo que soy española, me preguntan por el Madrid o el Barça. Yo respondo que soy del Almería.
¿Qué opina de que Venezuela forme parte del debate político en España?
Me cabrea mucho. Cuando vine la primera vez, nadie sabía nada de Venezuela y esta Navidad, todo el mundo sabía más que yo. Te da rabia. Hace nada, viendo un programa de televisión en España, quería tirar la tela por la ventana. Llamaban a Bertín Osborne y a una miss que viven aquí hace un siglo. ¿Por qué no llaman a venezolanos que estén allí? Y no te los busques a todos opositores, o a todos ultrachavistas. No es que lo que cuenten sea mentira, pero se saca una Venezuela sin contextualizar. Dan una visión sensacionalista. Es cierto que nay una represión policial fuerte, dificultad para comprar pasta o champú y gente pasando hambre, pero el modo maniqueo en el que dan las noticias no ayuda, ni da con la gravedad del asunto. Es un país que hace seis años estaba más o menos bien y ahora está sufriendo las consecuencias de una posguerra sin haber tenido guerra civil. Me da rabia el uso político y mediático que se hace, ahora es mi país también. Y duele.
¿Cómo llegó allí?
Hice una maestría en radio en la Universidad Complutense que terminé en 2009. En el curso 2009-2010, no tenía trabajo o tenía cosas súper precarias y poco fascinantes. Tenía 25 años y dije: ‘Si no lo hago ahora, no lo voy a hacer’. Así que me fui con una ONG, en principio para tres meses y a dar un curso de radioteatro para niños, ya que esa organización tiene una red de radios por toda Venezuela. El curso nunca se hizo. Me pusieron de productora de una cosa terrible, pero aprendí mucho. Me fui quedando y llegó un momento en que, después de la muerte de Chávez, pensé: ‘¿Cómo me voy a ir ahora?’. Empecé a escribir para medios extranjeros, después a colaborar con ‘El Confidencial’. También he publicado para ‘Al Jazeera’, ‘The Guardian’ o ‘VAIS’ en Estados Unidos. Venezuela es como una telenovela, nunca pasa nada pero van ocurriendo cosas y no puedes dejarla.
¿Se plantea volver?
Lo he pensado muchas veces, no sé si volver a España y escribir lo que he vivido en este tiempo aunque si mañana me hacen una oferta en México, allá que me voy. Cuando estaba en la carrera, me quería ir a Oriente Medio, nunca toqué nada de América Latina y mira. Mis padres se quejan y es normal. Está muy lejos y no es fácil que un día se levanten y vean en la tele que Caracas ha sido declarada la ciudad más violenta del mundo. Soy consciente. Pero no me arrepiento nada, tiene su recompensa.
¿Qué es lo que más extraña de Almería?
Echo de menos a mi familia y a mi gente. De mis dos mejores amigas, que son de aquí, una acaba de ser madre y la otra se ha comprado una casa. A mi hermano lo extraño muchísimo y a mis padres y a mi abuelo. Perderte cosas de la familia es muy duro aunque ahora es más fácil con el WhatsApp y el Skype, pero los teléfonos todavía no dan abrazos. El clima es de lo que menos me puedo quejar de Venezuela, vivo en una primavera eterna. Y el ponientazo y el levantazo de aquí no lo tenemos.
¿A qué le ha sido más difícil adaptarse?
Siempre digo que los venezolanos son andaluces que tomaron café. Allí me he sentido como en casa por el carácter: son abiertos, echadores de broma y hospitalarios aunque ahora con el tema de la escasez de comida es complicado. Es cierto que últimamente hay más irascibilidad. Lo que peor llevo es el tema de las relaciones hombre-mujer porque es una sociedad machista. No a niveles de otros países, pero si vas con una mentalidad europea, lo ves. A pesar del clima tan maravilloso, las mujeres apenas usan vestido o falda. A mí ya me da igual, aunque depende de dónde vayas.
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