La Noche en Negro ha logrado en cinco años lo que el carnaval lleva intentando décadas: que los almerienses salgan a la calle disfrazados a una. Venciendo miedos, sí, pero también burlando una tradicional apatía difícil de comprender tras veladas tan multitudinarias como las de ayer. Los más críticos con esta celebración no verán lo que el resto: oportunidades así son magníficas para disfrutar del lugar donde vives desde otro punto de vista. Y aunque la actividad nació, ante todo, para dar un empujón al comercio antes del valle que supone la etapa prenavideña, lo cierto es que la víspera del Día de Todos los Santos se está consolidando como una fiesta profana en la que la capital se transforma en un enorme tablero de juego. De ahí que sean niños (pese a algunos llantos) y jóvenes quienes más la disfrutan -no hay más que ver sus cada vez más trabajados disfraces y caracterizaciones- y, al mismo tiempo, quienes le van dando forma.
Ese espíritu lúdico estuvo especialmente presente en esta quinta entrega de ‘Almería en la Noche en Negro’, con el concierto gratuito de Sidonie y una yincana con zombis -o infectados- que se prolongó hasta la medianoche. Dos eventos que elevaron el listón de anteriores ediciones y sirvieron para atraer a miles de personas.
Desde el Ayuntamiento se felicitó la respuesta del público, comerciantes y hosteleros. “La gente ha salido a la calle a divertirse y, al mismo tiempo, a aprovechar las ofertas de los comercios contribuyendo así a dinamizar un sector que ha atravesado momentos complicados”, expresó el alcalde, Ramón Fernández-Pacheco, quien estuvo acompañado por varios miembros de su equipo de Gobierno, entre ellos el concejal de Fomento, Comercio y Playas, Carlos Sánchez, organizador del evento.
Junto a Sidonie -un lujazo que presentaran su último disco, ‘El peor grupo del mundo’, en un espacio tan poco habitual para la música en directo como la Puerta de Purchena- y el juego en vivo desarrollado por la empresa alicantina Last Day Zombie -con unas treinta personas interpretando a soldados y militares y doscientos participantes que iban mutando en muertos vivientes al ser atrapados-, el otro gran punto caliente de la Noche en Negro fue el Apolo. Colas de más de doscientas personas para visitar el recinto, convertido en un pasaje del terror al que accedían pequeños grupos cada dos minutos. En su interior una docena de actores y un par de luces estroboscópicas convertían el teatro en un espacio maldito, propicio para los sustos y las risas.
El pasacalles de los Hombres de Kobre, un espectáculo pirotécnico con un sonido -literalmente- infernal, sirvió para abrir la Noche en Negro más juvenil que se vivió además en espacios como la Plaza Vieja, la Rambla Obispo Orberá, el Paseo y el entorno del Mercado Central, repleto de puestos para todos los gustos.
Así es normal que los muertos, como cantaba Mecano, se vistan y salgan para dar una vuelta, dando color a una Noche en Negro más viva que nunca pese a tener un pie en el más allá.
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