Tras la pista de un niño llamado Federico

Eduardo Ruiz, regente del Museo Lorca de Valderrubio, investiga el paso del poeta por Almería para reconstruir su infancia y juventud

Retrato de Federico niño durante su estancia en Almería.
Retrato de Federico niño durante su estancia en Almería.
Marta Rodríguez
10:19 • 11 nov. 2016

No sólo su muerte sigue trufada de incógnitas ochenta años después de su trágica desaparición. También algunos capítulos de su vida. De Enrique Morente a Ian Gibson o Miguel Caballero, la figura de Federico García Lorca ha fascinado a artistas y estudiosos que han versionado sus obras, han buscado sus restos y han tratado de arrojar luz sobre tanto misterio. Hasta casi la extenuación.




Al frente de la Casa Museo Federico García Lorca de Valderrubio -localidad de la vega granadina donde el poe­ta pasó sus vacaciones durante 16 años-, hay un investigador llamado Eduardo Ruiz que basándose en la documentación de quizá los dos grandes especialistas en el autor de ‘Romancero gitano’ -Gibson y Caballero- y en su propio trabajo ha reconstruido su árbol genealógico. Un árbol genealógico que abarca desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad con su última descendiente: Laura García-Lorca, sobrina directa y presidenta de su fundación.




Almería
Almería aparece en este árbol genealógico lorquiano y lo hace debido al año y medio que el niño Federico pasó aquí a las órdenes del maestro Rodríguez Espinosa. De hecho, su estancia en la tierra del indalo constituye uno de los numerosos enigmas de la biografía del poeta: no está clara la fecha en que llegó ni los alumnos que lo acompañaron. Y eso es justamente lo que Eduardo Ruiz ha venido a investigar este otoño al Archivo Histórico Provincial. 




“Según la documentación de Juan José Ceba, que es quien ha recopilado todo lo relativo a su paso por Almería, Federico llega aquí en septiembre de 1907, lo cual podría encajar. Viene a prepararse, dedica a ello un año completo, aprueba el examen en septiembre y accede a estudiar, y luego le da una infección y se tiene que volver a Granada”, apunta Eduardo a LA VOZ.




Saber quiénes lo acompañaron en su aventura almeriense resulta clave no sólo porque permitiría disipar dudas sobre las fechas, sino porque “todas aquellas personas que lo rodearon fueron decisivas en su vida” y, años después, tendrían un poso en lo que escribió. “En ese año y medio en que el niño está aquí es importante el círculo que lo rodea: los compañeros, las hijas de don Antonio y el mismo maestro, ya que es en su infancia cuando se forja el Federico campesino que, de 1930 a 1936, desarrollaría todas las obras que hablan del campo, aunque él ya se había ido de Granada. ¿Y si no cómo explicas por qué cuando escribe ‘Bodas de sangre’ hace una descripción perfecta del entorno del Cortijo del Fraile si él ya no volvió a Almería? Pues porque visitó la zona en uno de los viajes de estudios que organizaba Rodríguez Espinosa”, señala.




Sus primos Enrique García y Francisco Salvador García Picossi y el niño Enrique Baena Mazuecos, en quien años más tarde se basaría para crear el personaje de Enrique Humanes de ‘La casa de Bernarda Alba’, estudiaron aquí. Eso está confirmado. Sobre Antonio Delgado Roldán y Alejandro Rodríguez Alba hay dudas. En el caso del primero porque no coinciden las fechas, algo que podría explicar el hecho de que hubo dos hermanos con el mismo nombre (el mayor de ellos murió), y en el segundo porque no hay documentación que lo atestigüe aunque sus descendientes sostienen que así fue.




El Museo
“Cuando empecé este trabajo, me metí en los archivos parroquiales y empecé a sacar partidas de nacimiento y de defunción. Era un auténtico galimatías: se casaban entre primos hermanos y los apellidos se repetían. Así que mi madre me sugirió hablar con mi tía Adela, que tiene 85 años. Yo tengo los mismos apellidos, pero no tengo lazos de sangre. Ella heredó una foto de su madre y otra de su abuela correspondientes al tiempo que Federico pasó en Almería. También tiene todos los libros que la abuela de Federico le leía y que ha donado al Museo. Hay obras originales de Víctor Hugo, de Julio Verne, de Emilio Zola. Coinciden las fechas de edición y los títulos de los que Luis García Montero habla en ‘Ese lector llamado Federico”, indica.




A dos horas de Almería, el Museo de Valderrubio forma parte de la red lorquiana que complementan la casa natal de Fuentevaqueros y la de la Huerta de San Vicente, los tres al amparo del Centro Federico García Lorca de Granada. “De todas las casas lorquianas, quizá sea la que tiene más sabor, ya que está exactamente igual que cuando la habitaba la familia, igual que la casa de Frasquita Alba, donde el dramaturgo situó ‘La Casa de Bernarda Alba”.


El origen del espacio se remonta a 1993, cuando un grupo de gente del pueblo consiguió que los herederos de Lorca y el ayuntamiento de Pinos Puente, al que pertenece Valderrubio, llegasen a un acuerdo para convertir el inmueble en museo. Allí permanecen el escritorio, las mecedoras, el piano y los libros que la familia del poeta tenía en su casa de vacaciones. 


“Pepito el de Amor [un vecino] empieza a investigar casa por casa para reunir todas las piezas que tiene el museo, que han ido donando su familia política y las criadas de doña Vicenta, madre de Federico. Una mujer que murió hace poco con 104 años, y que jugaba con él y con su hermana Isabel, le fue diciendo dónde colocar los cacharros”, indica el regente de la institución.


En ese centro, en la planta de arriba, donde estaba el granero, la luz de Almería se ha colado entre las rendijas. En la chimenea, se ha reproducido el examen de ingreso en Bachillerato de Lorca cuyo original custodia el Archivo Histórico, se ha puesto la foto del niño Federico y se cuenta la historia del maestro Rodríguez Espinosa, por cuya plaza pudo pasear Eduardo Ruiz en su visita a la ciudad. 


El libro
Mientras investigaba para elaborar el catálogo del museo, el estudioso se encontró con documentación suficiente para otro libro, que pronto verá la luz con prólogo de Ian Gibson. Se titula ‘El Vado de los Sonidos: crónica de una inspiración. El sabor de tierra de Federico García Lorca’ y traslada al lector al pueblo donde, en parte, se forjó el alma campesina del escritor que, junto a Cervantes, está considerado el más importante de la literatura española.


En ese volumen, cuyos beneficios irán destinados a la Asociación para el desarrollo y difusión del conocimiento Carpe Diem, se incluye como un anexo el árbol genealógico de Federico, se habla de su vinculación con Almería y se analiza, personaje a personaje, en qué vecinos de Valderrubio se inspiró para escribir su obra culmen, ‘La casa de Bernarda Alba’. Entre ellos está Enrique Baena, abuelo de Eduardo Ruiz, Enrique Humanes en esta ficción teatral. 


“Yo de niño escuchaba que mi abuelo salía en la obra, luego me di cuenta de que el personaje de Enrique Humanes no tiene nada que ver. Federico le da la vuelta. La historia real es que mi abuelo era novio de una hija de Frasquita Alba: la relación iba muy bien, se fue a hacer la mili, se escribían cartas, pero al volver ella lo dejó y empezó una relación con Pepe el Romano, que aprobó la familia”, explica. 


Ni luto en vida, ni amor imposible, ni bastón de la autoridad. Todo adquiría un simbolismo especial al pasar por la deslumbrante mente de Federico. Un genio que, ochenta años después, sigue siendo misterio y leyenda. Por más que volvamos sobre sus pasos. Hasta casi la extenuación.



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