Me habría gustado leerlo en algún sitio más –tan sólo una mínima reseña descriptiva en una revista cultural-, algún comentario especializado que reprodujera en términos más musicales lo que vivimos y sentimos el pasado 9 de diciembre en Clasijazz. Tres de los mejores músicos de este país y uno de los tríos de jazz más importantes en la escena internacional estuvieron, otra vez, en Almería. Nos regalaron un álbum magnífico: Danza Guaná, su segundo disco, lugar donde se ocultan y se mezclan flamenco y ritmos latinos: boleros, calipsos, clásicos de la música popular que, de sus sabias manos, nos los devolvieron convertidos en estándares de jazz, frescos y originales. JAZZ de altísimo nivel.
Ninguna reseña de esa hora y media en el paraíso, invadidos, seducidos y sumergidos en el sonido y el saxo de Perico Sambeat: imposible no sucumbir. Supo hacernos sentir espectadores de primera fila, dinamitando nuestra impaciencia (y nuestro anhelo). La música flotaba y conversaba con cada uno de los que estábamos allí. Al otro lado, la sección rítmica, Javier Colina, dueño absoluto del contrabajo, que amagaba delicadeza cada vez que sacudía las cuerdas en un murmullo constante de patrones melódicos.
Pero al maestro Sambeat le gusta apartarse de la escena, ser un espectador más y disfrutar de la música de sus compañeros, su generosidad es infinita. Así, aparece Marc Miralta, el planeta Miralta, con una suerte de ritmos que envuelven la sala, y lo hace desde muy abajo, muy despacio para, enseguida, emerger y remontar el vuelo haciéndonos sentir escobillas y baquetas que lamen y besan los parches de tambores y platillos. Después, todo regresa, se ensambla y la música transita como en una profunda caminata por el casco histórico hasta la calle Liceo.
Me habría gustado leer a alguien mucho más experto que yo hablar de los temas de Danza Guaná. Antes de que llegue a hacerlo, sugiero dos por afinidad con la tradición de la música popular; lo que viene a continuación desarma cualquier análisis de especialistas.
Las primeras notas de Verdad amarga, un bolero excesivamente melancólico, si es que un bolero puede pecar de eso, de Consuelo Velázquez, también autora del clásico Bésame mucho, se las disputan el saxo y el contrabajo y mientras emprenden su diálogo, a ti ya te han abierto una brecha por donde empezar a sangrar. La melodía del saxo avanza en un sube y baja de verdades y exigencias como demanda el bolero:
Yo sé que es imposible nuestro amor/
porque el destino manda,/
y tú sabrás un día perdonar/
esta verdad amarga.
Mientras frasea Colina, Perico Sambeat permanece atento con los brazos cruzados sobre el saxo esperando liquidar con su solo el final, el único final.
Tal vez mañana puedas comprender/
que siempre fui sincero,/
tal vez por alguien llegues a saber/
que todavía te quiero.
El último bis, Drume Negrita, es una nana clásica, de origen cubano, convertido en estándar desde Chucho Valdés, que casi nos adormece y es como si nos la cantaran a cada uno. De esta manera, inmersos ya en un silencio propicio para el sueño, aparece Perico con su saxo sutil y narcótico terminando con un solo espléndido que va rebajando nuestra adrenalina al tiempo que el trío retorna a la melodía.
Al final de la noche, de vuelta a casa, relajados y olvidados de todo, tomamos consciencia de que, probablemente, todo lo demás, el resto de la música, puede que forme parte de una pesadilla.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/119642/drume-negrita